- Desde la época preínca hasta la actualidad, la vicuña ha formado parte importante de nuestra historia. Sin embargo, ha pasado por momentos críticos debido a la caza furtiva y otras amenazas que aún persisten.
Por Jaime Tranca / jtranca@spda.org.pe
En la plaza de Pitumarca, provincia de Canchis (Cusco), a más de 3500 metros sobre el nivel del mar, al costado de su palacio municipal, existe una pequeña tienda que ofrece prendas tejidas por los propios habitantes del lugar. Cada poncho, chullo, manta o faja lleva una etiqueta especial en donde, además del precio, figura el nombre del artesano o artesana y el tipo de lana. Los precios varían según la técnica, el tamaño y, sobre todo, por el tipo de lana usada para la confección. Esta materia prima puede provenir de la oveja, de la alpaca o del camélido andino que posee la fibra más fina del mundo: la vicuña.
Si bien esta oferta se puede repetir en otros distritos de Cusco y otras regiones como Huancavelica, Ayacucho o Apurímac, la tienda de Pitumarca tiene un valor agregado: el distrito es considerado la Capital del Tejido Andino y al conjunto de conocimientos ligados a esta actividad realizada en la zona, y que ha sobrevivido cientos de años, fue declarado en el 2018 como Patrimonio Cultural de la Nación.
¿Imaginan abrigarse con este fino material que usaba el mismo inca? La vicuña (Vicugna vicugna), especie originaria de los Andes, ha sido parte de nuestra cultura desde tiempos inmemoriables. Según Antonio Brack, fue considerado un animal sagrado por los incas que valoraban tanto su lana hasta el punto que solo la realeza podía vestir prendas tejidas con esta fibra obtenida a través del chaccu, un ritual que consiste en capturar a esta especie silvestre solo para trasquilarla y luego devolverla a su hábitat. Esta costumbre aún se conserva y es el principal modo de aprovechar esta lana que se exporta para, una vez transformada, ocupar los escaparates más elegantes del mundo.
Pero no solo los incas la valoraron en épocas pasadas. Con la llegada de los españoles y la posterior conquista del Tahuantinsuyo, los europeos se dieron cuenta de su valor y también la aprovecharon. Incluso trataron de criarla en Europa, pero nunca lograron dicho objetivo debido a las condiciones climáticas especiales en que vive este animal (habita entre los 3800 y 4800 metros sobre el nivel del mar).
En el libro Historia ambiental del Perú Siglos XVIII y XIX (Minam, 2014), se destaca que la lana de esta especie, además del guanaco, era cotizada pero obtenida a través de la caza. Por este motivo, en 1577, se emitió una ordenanza real para prohibir la matanza indiscriminada de estos animales, pero no se logró dicho fin. Ya en el siglo XVIII, en la época del virrey Manuel de Amat y Junyent, se dio una orden para que se deje de matar a las vicuñas y solo las trasquilen para que no se extinga. Sin embargo, la caza no se detuvo.
Yendo un poco más atrás, en la Reserva Nacional Pampa Galeras Barbara D’Achille, en la región Ayacucho, precisamente en cueva de Huaraya, existe una pintura rupestre que confirma la existencia milenaria de esta especie en la zona y que tuvo un significado importante para el peruano antiguo. Cabe resaltar que esta área protegida jugó un rol muy importante en la recuperación de la población de vicuñas, pero de ello hablaremos más adelante.
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La vicuña en el Escudo Nacional
Con la llegada del ejército libertador, liderada por Don José de San Martín, la vicuña volvió a tener protagonismo. Para enfrentar al enemigo, se necesitaba tener una bandera y un escudo de armas. Fue por ello que el 21 de octubre de 1820, en su cuartel general de Pisco, el militar argentino emitió un decreto para crear la primera bandera y el primer escudo.
Los colores destinados para la bandera fueron rojo y blanco, pero no se sabe realmente por qué se eligió esos colores. Según la historiadora Natalia Majluf, en una edición del programa Sucedió en el Perú, siempre se ha preferido tomar por “cierta” la versión de Abraham Valdelomar, quien en 1917 escribió la crónica “El sueño de San Martín” en donde relata, con su reconocida bella prosa, que luego de una siesta bajo la sombra de una palmera, el libertador fue sorprendido por el vuelo de unas parihuanas que tenían el característico pecho blanco y alas rojas, y de aquella escena de documental tomó los colores. Otra de teoría, no tan popular, es la que afirma que el blanco fue sacado de la bandera argentina y el rojo de la chilena, dos países que ya habían sido liberados del yugo español. Incluso, también se habla de que el rojo fue tomado de la mascaipacha, una especie de corona que llevaba sobre la cabeza el soberano inca.
Para tener la bandera actual, esta pasó por dos significativas modificaciones, al igual que el escudo. Hay que precisar que San Martín, según Natalia Majluf, aclaró que la creación de la primera bandera y escudo solo eran provisionales y que, una vez lograda la independencia, los propios peruanos serían quienes constituyeran sus símbolos definitivos. En el caso del escudo, el primero lucía el sol, montañas y el mar, pero no un animal representativo. Recién, tras la primera modificación, se incluyó al cóndor y la vicuña, además de un árbol de plátano y las banderas de las naciones recién liberadas.
En 1825, con el sello de nuestra Independencia, se decidió por fin el diseño del escudo que contiene los elementos actuales. Los promotores de la renovación de este nuevo símbolo patrio fueron los médicos Hipólito Unanue y José Gregorio Paredes quienes, influenciados por la ilustración francesa, optaron por incluir en nuestro escudo tres figuras que representen nuestra riqueza natural.
De esta manera, se decidió representar al reino animal con la vicuña, debido a la fama de su fina lana en el mundo; al reino vegetal con el árbol de la quina, por su valor histórico e importancia medicinal; y al reino mineral con la cornucopia derramando monedas. Este escudo fue aprobado por Simón Bolívar, quien en ese entonces era el máximo mandatario de nuestro país.
Después de esta nueva versión, nuestro escudo no sufrió más que ligeros cambios, pero solo en el diseño para facilitar la acuñación de monedas.
Entonces, desde 1825, a la vicuña nadie más la movió del escudo, pero los cazadores continuaron depredándola. De los aproximadamente 2 millones de ejemplares que existían en el Tahuantinsuyo, según Antonio Brack, el número se redujo dramáticamente hasta los primeros años de nuestra Independencia. Esto llamó la atención de Bolívar, quien tomó medidas al respecto y 1825 emitió dos decretos, uno para prohibir su caza y otro para ofrecer compensaciones a quienes “domesticaban rebaños” para proteger a estos camélidos.
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Salvadas de la extinción
De acuerdo al Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), a mediados de la década de 1960, en el Perú existían solo unas 5 mil vicuñas. La depredación de esta especie nunca se detuvo pese a los esfuerzos para protegerlas y a las normas para castigar a los cazadores.
Según Marc Dourojeanni, esta alerta de disminución dramática de dicha especie motivó a un grupo de profesionales a elaborar un plan para salvar a la vicuña de la extinción.
Para recuperar a esta especie se eligió Pampa Galeras porque en 1964 era el lugar con más vicuñas (unas mil) en todo el Perú. “La iniciativa [para la creación del área] fue de Flavio Bazán, director del Servicio Forestal y fue recogida por Paul Pierret, experto de la FAO y por mi persona, su contraparte nacional (Universidad Nacional Agraria, La Molina). La protección en el campo comenzó ya en 1965, con personal y además con un primer curso de guardaparques”, cuenta Dourojeanni.
Como en décadas pasadas, el principal enemigo de las vicuñas era la caza ilegal que extraía su piel y lana. Sin embargo, agrega Dourojeanni, también sufrían el “contagio del ganado auquénido, falta de acceso al agua por las cercas y escasez de pastos (por competencia con ganado o por sequías o por cercas)”.
El establecimiento de Pampa Galeras no fue tarea fácil. Dourojeanni explica que el principal problema “fue convencer a los dueños de la tierra, la Comunidad de Lucanas y otras, a ceder un espacio libre para la vicuña. Aceptaron pero nunca cumplieron. Hasta ahora la vicuña debe disputar el espacio con vacas, ovejas, llamas y alpacas. El segundo problema fue explicar que la vicuña, por ser un animal salvaje, debe ser manejada como tal y con cosechas realizadas mediante el sacrificio de excedentes poblacionales. Así se maneja la fauna en el mundo entero”.
Otro de los problemas, agrega el ingeniero forestal, fue la falta de presupuesto destinado para este fin. Asimismo, existió una campaña de activistas que se opusieron al sacrificio de excedentes poblacionales. “Atacaron mucho al proyecto de ‘Uso y Conservación de la Vicuña’ que, con apoyo de la cooperación técnica alemana, dirigían Rudolf Hofmann y Antonio Brack”, explica el ingeniero forestal.
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Luego de diversos estudios y acuerdos con las comunidades, finalmente, el 17 de mayo de 1967, a través de la Resolución Suprema 157-A, se estableció la Reserva Nacional Pampa Galeras, con una extensión de 6500 hectáreas dentro del distrito y provincia de Lucanas (Ayacucho). El objetivo principal de esta área protegida es conservar a la vicuña y promover el aprovechamiento sostenible de su lana para beneficiar a las comunidades campesinas que viven en la zona de influencia.
En 1993 se le agregó el nombre de Bárbara D’Achille, en homenaje a la periodista especializada en temas ecológicos que fue asesinada por Sendero Luminoso precisamente cuando se dirigía a este lugar para investigar sobre la conservación de la vicuña.
Otra medida que ayudó a salvar a este camélido fue su inclusión en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), en la década de 1970, que implicó la prohibición del comercio internacional –en todos los países donde habita el animal– de sus productos y subproductos, y promovió el desarrollo de políticas y normas de protección de la especie. Ya en 1987, se decidió pasar a las vicuñas de Junín, Puno y Ayacucho al Apéndice II de CITES, para que las comunidades campesinas puedan aprovechar su fibra. Recién en 1994 todas las vicuñas del país pasaron al Apéndice II.
Asimismo, la firma del Convenio de la Vicuña también fue muy importante. Este acuerdo internacional que firmaron, Bolivia, Chile, Ecuador, Argentina y Perú, en 1979 (en 1988 se sumó Argentina), tiene como fin proteger a este camélido y aprovecharlo de manera sostenible bajo control del Estado, aplicando técnicas de manejo de la fauna silvestre que determinen los organismos competentes de cada Gobierno.
En 1994 se realizó el primer censo nacional de vicuñas y se contabilizó 65 mil ejemplares. Un año después, se promulgó la Ley 26496, norma que reguló el régimen de propiedad, comercialización y sanciones por la caza de la vicuña, guanaco y sus híbridos. Asimismo, se declaró a dichos camélidos como especies de fauna silvestre sujeta a protección por el Estado.
Finalmente, para sensibilizar a la población sobre la conservación de esta especie y la necesidad de protegerla de la caza, en el 2017, a través de la Resolución Ministerial 0458-2017-Minagri, se estableció que cada 15 de noviembre se celebrará el “Día Nacional de la Vicuña”.
Vicuñas en la actualidad
Según el último censo de vicuñas realizado en el 2012, existen 208 899 en todo el país. Además, ya no figura en la Lista Roja de la UICN como “Especie vulnerable” sino como “Preocupación menor”, desde 2008. Sin embargo, en el país, según Decreto Supremo 004-2014-Minagri, está considerada como especie “Casi amenazada”.
El especialista en camélidos del Serfor, José Luis Verano, detalla que Ayacucho aún es la región con mayor población de vicuñas con 62 133 ejemplares. Le siguen Puno (38 673), Huancavelica (23 616), Junín (21 325), Cusco (17 833), Arequipa (15 213), Apurímac (11 434) y Lima (9515).
Si bien lo ideal es hacer un censo cada 4 o 5 años, explica el ingeniero, esto no se ha realizado con dicha regularidad debido a lo complejo y caro que resulta, ya que el conteo se debe desarrollar en 16 departamentos del país. El censo implica la contratación de personal, capacitación, uso vehículos, adquisición de equipos, coordinaciones con los gobiernos regionales y locales, entre otros. Sin embargo, en marzo de este año, el Serfor informó que se realizará un nuevo censo para el Bicentenario. La fecha elegida sería entre setiembre y octubre de 2021.
Aunque las cifras parecen alentadoras, Marc Dourojeanni considera que la vicuña aún no está 100 % protegida. “Hay recrudecimiento de la caza y ahora falta más dinero que nunca antes. El otro problema es que se intenta usar la vicuña como si fuera alpaca o llama, con cercos, ocasionando serios problemas de trasmisión de enfermedades y hambruna. Además, los chaccus maltratan mucho a los animales y, peor, como no se eliminan a los viejos, los lisiados y los enfermos, las enfermedades se trasmiten con virulencia. Hay mucha mortalidad”, resalta el ingeniero forestal.
Por su parte, José Luis Verano también concuerda en que si bien ya se ha superado la etapa crítica de la vicuña, esta aún requiere medidas de protección. Sobre las actuales amenazas que enfrenta este camélido, resalta que, efectivamente, la caza es la principal causa de mortalidad.
Como se recuerda, pese al estado de emergencia por la pandemia del COVID-2019, se registró la matanza de decenas de estos individuos. Verano indica que los cazadores, además de elegir zonas casi inaccesibles, aprovechan fechas claves donde aparentemente hay menos vigilancia, como las fiestas patronales, Navidad, Fiestas Patrias o sucesos extraordinarios como la pandemia.
Sin embargo, la vicuña también tiene que enfrentar otros males como la caspa o la sarna que puede ser mortal. En el caso de la sarna, una vicuña con este mal no puede ser aprovechada debido a la afectación de su piel y, además, es un foco de infección para otros individuos. Con el fin de enfrentar el impacto de esta enfermedad, Verano Quinteros afirma que se ha suscrito un convenio entre los organismos del Ministerio de Cultura, Senasa, INIA, Serfor y Sernanp, con el fin de construir un protocolo de sanidad que permita controlar y combatir esta enfermedad que también ataca a otros camélidos como la alpaca o la llama.
Otras amenazas, agrega el ingeniero, son el atropello en carretera, la minería, la quema de pastizales, las sequías prolongadas, entre otras.
Beneficio para las comunidades
En la Reserva Nacional Pampa Galeras Barbara D’Achille, según Santiago Paredes, jefe del área natural protegida (ANP), no hay registro de caza furtiva desde hace dos décadas y esto se logró gracias a la labor articulada entre el Estado y las comunidades campesinas.
“Actualmente, el Sernanp cuenta con tres guardaparques oficiales que realizan vigilancia y control en los diversos sectores del área protegida y en su zona de amortiguamiento. Estos son acompañados además por dos vigilantes de la comunidad campesina de Lucanas, asignados para el ANP”, explica.
Esta protección permite que las comunidades logren un beneficio económico al aprovechar la lana de este camélido. “Conservando a las poblaciones de vicuña se logra vender su fibra, la cual genera beneficios económicos a la población local. Asimismo, se tiene en proyección la generación de puestos de trabajo y mayores beneficios promoviendo la actividad turística en el ANP”, agrega el jefe de la reserva.
Según José Luis Verano, un kilo de fibra de vicuña actualmente se vende hasta en 280 dólares el kilo, aunque hasta el año pasado se vendía hasta en 320 dólares. Para un kilo de fibra se trasquila hasta seis vicuñas que pasan por esta práctica una vez al año.
Los datos del Serfor indican que Italia es el principal importador de esta materia prima. Las comunidades beneficiadas se encuentran en Junín, Apurímac, Ayacucho, Puno y Huancavelica. Actualmente 434 organizaciones en todo el país cuentan con Declaraciones de Manejo de Vicuñas. Esto beneficia a más de 90 mil familias. De estas comunidades, 278 realizan actividades de captura y esquila.
Pero las comunidades no solo se benefician o pueden beneficiar a través de la venta de fibra, sino también a través del turismo. El año pasado, por ejemplo, las regiones Ayacucho y Huancavelica empezaron a promocionar una corredor turístico que va desde la costa de Ica hasta Huanacopampa, en Huancavelica, donde se desarrolla el tradicional chaccu. En este trayecto se pueden observar ruinas preíncas, incas, disfrutar de la gastronomía, el hermoso paisaje de los Andes, apreciar el folklore (danza de tijeras y danza de las vicuñas) y conocer a las personas que aún visten con prendas típicas y conservan sus costumbres ancestrales.
Al igual que en Pitumarca (Cusco), donde los tejidos hacen recordar al Vinicunca o Montaña de Siete Colores, varios distritos de otras regiones también ofrecen productos hechos con lana de vicuña y otros camélidos, tejidos que día a día cobran mayor reconocimiento a medida que más personas reconocen que el valor no solo está en la fibra sino también en la técnica heredada de los antiguos peruanos.
Por ahora la vicuña está a salvo y nuestra obligación es mantenerla airosa, esbelta y firme, tal como luce en el Escudo Nacional. Una manera de apoyar su conservación es visitando las áreas protegidas donde habita, consumiendo los tejidos de la población que aprovecha su lana y conociendo más sobre ella y sus “primos” camélidos.
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