Tipishca: la comunidad yine que apuesta por la potencialidad de sus tierras

Comunidad nativa Tipishca del pueblo indígena yine. Diego Pérez / SPDA

  • Luego de nueve años la comunidad logró la titulación de sus tierras. Pero este es el primer paso en la cadena de la gestión territorial para garantizar mejores condiciones de vida de sus poblaciones.

 

Partimos desde la ciudad de Puerto Maldonado, Madre de Dios, rumbo a la comunidad yine de Tipishca a las 8:50 a. m. En la ruta se nos une el profesor de la escuela de la comunidad, Hermógenes Mamani Huarcaya, un hombre risueño quien nos ofrece un atajo a través de un terreno privado administrado por él y su familia. Tras un recorrido de 40 minutos llegamos a la comunidad de Sabaluyoc, que funciona también como puerto, para continuar nuestro recorrido por el río Las Piedras.

Nos embarcamos en un bote con motor fuera de borda y Hermógenes nos comenta que el recorrido usualmente dura una hora. Sin embargo, durante el recorrido la ‘palizada’, o troncos caídos en el río, dificultan el avance del bote. Nos dicen que esto ocurre en esta temporada del año por las constantes lluvias, así que el viaje de una hora se convierte en un recorrido de dos horas. Finalmente, y con el cielo despejado, llegamos a la comunidad al mediodía. 

Javier Fernández, presidente de la comunidad nativa Tipishca. Foto: Diego Pérez / SPDA

Hermógenes nos comenta que la comunidad no cuenta con internet, por lo que tuvo que ir a la ciudad de Puerto Maldonado a enviar unos documentos antes que las clases inicien. Él es de Puno, pero trabaja en la comunidad desde hace tres años y cree en la potencialidad de la misma. Nos sentamos a esperar al presidente de la comunidad indígena, Javier Fernández, pero el profesor explica que en la madrugada salió solo de Puerto Maldonado en un bote y se va a demorar porque viene remando. “Así es él”, se ríe Hermógenes.

La comunidad solo cuenta con niveles inicial y primaria. Para estudiar secundaria deben trasladarse a las comunidades más cercanas o a Puerto Maldonado. Foto: Diego Pérez

Al llegar, la comunidad te recibe en silencio, no hay niños jugando, ni personas alrededor. Nos comentan que la mayoría está afuera de la comunidad trabajando en las concesiones madereras, otros en el castañal, y por eso la comunidad se ve tan vacía. Tipishca es una comunidad joven, fundada hace 20 años y recién titulada en el 2021. 

El vicepresidente, René Sebastián Gaspar, cuenta que cuando llegó a esa zona ya se encontraban las familias Saavedra, Fernández y los García. Actualmente son 25 familias las que conforman la comunidad. “Yo nací en Ucayali, en Bufeo Pozo de Sepahua, es la comunidad yine más grande del país. Estudié hasta ser técnico forestal y luego viajé a  Puerto Maldonado a trabajar, ahí me dijeron que se estaban agrupando aquí, así que me agrupé con ellos”, nos cuenta René. 

La comunidad, sin embargo, estaba rodeada de concesiones y se asentó sobre un terreno donde existían diversos petitorios en curso para concesiones de ecoturismo, por lo que era necesario demostrar que la comunidad se estableció en el lugar antes que las concesiones. Lograr aquello llevó nueve años, liderado por Noemí Sebastián, ex lideresa de la comunidad quien fue la que asumió las acciones de incidencia y llevó incluso a la comunidad a sostener protestas con el fin de mantener el proceso en la agenda regional. 

Tras la georreferenciación de la comunidad por 2536 hectáreas, se les abrió una puerta de oportunidades para acceder a programas de conservación y beneficios que ofrece el Estado. Asimismo, detalla René, por primera vez en la historia de la comunidad se podrá prevenir el avance de los taladores ilegales, invasores en la cuenca del río Piedras, una zona amenazada también por la invasión de cocaleros. 

El territorio de la comunidad abarca 2536 hectáreas. Foto: Diego Pérez / SPDA

«La titulación de este territorio marca un hito histórico para la población de la comunidad de Tipishca ya que ha demandado un gran esfuerzo de sus lideres y lideresas. Demuestra, a la vez, que trabajando articuladamente las comunidades nativas y sus organizaciones representativas como lo es Fenamad (Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes) se pueden facilitar procesos de resolución de controversias por superposición de derechos sobre territorios indígenas para que la autoridad competente pueda concluir estos procesos con mayor facilidad», detalla Eddy Peña, especialista en pueblos indígenas de la Oficina Regional de Madre de Dios de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA).

De acuerdo al especialista, el reto para las comunidades no termina con la titulación. «Es evidente que la seguridad jurídica es de vital importancia; sin embargo, es un primer gran paso en la cadena de la gestión territorial para garantizar mejores condiciones de vida de sus poblaciones. Para las comunidades está el reto de continuar conservando, pero garantizando ingresos sostenidos para su población, lo cual mucho tiene que ver la potencialidad de cada comunidad y el hecho de que no todas tienen los mismos objetivos socioculturales«, precisa.

La región de Madre de Dios cuenta con siete pueblos indígenas de los 55 reportados en el país por el Ministerio de Cultura. Existen comunidades cuya principal actividad económica es la extracción forestal, turismo, artesanía, agricultura, aprovechamiento de la castaña, entre otros.

«El rol de FENAMAD no solo implica brindar asesoría técnica, también se encargan de conseguir proyectos que garanticen la adecuada gestión territorial más allá de la titulación. Es una ardua tarea que realizan sus líderes y equipo técnico y corresponde al Estado encaminar estos procesos para cerrar la brecha de titulación e implementar proyectos que favorezcan la conservación de los bosques de las comunidades como lo es el programa de conservación de bosques, implementación de proyectos productivos y desarrollo de capacidades en las comunidades considerando los objetivos de sus planes de vida», asegura Peña.

A través del “Seguridad jurídica de los Territorios Indígenas: reivindicando los derechos ancestrales en el Perú”, mediante el apoyo del Tenury Facility y la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), a la fecha ha logrado fortalecer la seguridad jurídica de 3 510 697 hectáreas de territorios indígenas a nivel nacional, entre ellas la comunidad nativa Tipishca en el 2021.

Cocha o laguna ubicada dentro del territorio de la comunidad. Foto: Diego Pérez / SPDA.

Un paraíso por descubrir

Iniciamos el recorrido a la cocha o laguna a las 8:30 am. Luego de caminar diez minutos, la laguna se abre frente a uno. No la han medido, pero no se observan sus límites. En medio existe una formación que se asemeja a una isla oculta por la hierba. Tienen planes de armar un espacio donde poder utilizar sus conocimientos ancestrales. “Queremos ofrecer esa alternativa a los turistas, utilizar plantas como el Yochicle que sirve para purgarse. También en la cocha hay Ojé; la Itininga que es muy útil para las picaduras de víboras; el Piri piri, controla los malestares del mal aire o cuando te cortas con el machete; la Caña caña; Mucura; y otras más”, comenta un sonriente Javier. 

Javier y René abriendo camino, presidente y vicepresidente de la comunidad, respectivamente. Foto: Diego Pérez / SPDA

A unos diez minutos caminando llegamos a uno de sus aguajales, cuentan con tres. “No tenemos calculada su extensión, pero estimamos que tienen diez hectáreas a más. Tampoco están censados”, detalla René. Sus frutos sólo son usados para consumo de la comunidad, pero esperan en un futuro que se vuelva en una actividad económica.

“Queremos censar, pero nos falta financiamiento. Lo bueno es que ahora ya podemos hacerlo porque ya tenemos título de propiedad”, comenta el vicepresidente mientras observa el aguajal. 

La mañana del tercer día partimos de la comunidad rumbo al castañal, nos cuentan que el recorrido lo hacen usualmente en una hora. En el camino se observa la diversidad de especies de madera que alberga su bosque. Observamos la castaña, azúcar huayo, mochonaste, manchinga, copaiba, así como diferentes tipos de shihuahuaco, entre ellos, el amarillo y el colorado. 

Débora Peña, natural de la comunidad nativa Yomibato vive en la comunidad desde su fundación. Foto: Diego Pérez / SPDA.

En un momento la líder del grupo, Débora Peña, natural de la comunidad nativa Yomibato y esposa del hermano de Javier, se detiene alrededor de una palmera ungurabi. Nos cuenta que ahí vive el gusano suri. “Se puede comer asado, con yuca, patarashca, frito o crudo”, cuenta mientras hunde su machete en la madera. La dejamos a ella y un grupo y continuamos el camino hasta llegar al castañal. Hasta la fecha han registrado huanganas, una especie de chanchos que andan en manadas, el sajino, venados y monos maquisapa y machín. 

“No tenemos claro cuánto recolectamos, pero hemos calculado que unas treinta barricas en toda la temporada, de diciembre a marzo. Eso serían seis latas, como unos 330 soles por barrica y 52 soles por lata, más o menos. Eso fue este año, pero otros años nos ha ido mejor”, nos cuenta René mientras abre camino con su machete. 

Observamos que el bosque ofrece también especies maderables con un alto valor en el mercado. En lo que quedaba del recorrido pudimos ver cedro, ishpingo, lupuna, wimba, pashaco, huacamayo, muena. Así como madera dura que sirve para construcciones de casas como la quinilla, horcones, pumaquiro, estoraque, entre otras. 

La comunidad cuenta con un castañal. Actualmente el aprovechamiento es para consumo local, pero esperan convertirlo en una actividad económica en el futuro. Foto: Diego Pérez / SPDA

Actualmente, cuentan con una iniciativa que es la creación de una asociación conformada por 13 personas de la comunidad donde el presidente es René. La finalidad es acceder a un préstamo de AgroBanco; el primer paso que era conseguir la titulación, ya se logró; ahora es avanzar con los demás pedidos. 

“Empezamos en diciembre los trámites, ahora tenemos que sacar un RUC pero antes teníamos que saldar nuestras deudas electorales, no sabíamos que teníamos deudas. Ya pagamos. Pero qué es lo que pasa, ahora ha caducado mi DNI. Hice mi trámite en RENIEC y me dicen que tengo que esperar dos meses. Por eso estamos demorando, queremos pedir préstamos”, detalla el vicepresidente de la comunidad. 

Uno de los proyectos en curso es la plantación de cacao. Esperan que con el tiempo más comuneros se sumen a esa iniciativa. Foto: Diego Pérez / SPDA

Asegura que una vez obtenido el préstamo enfocarán sus esfuerzos en las chacras. “Después vendrá la cocha, el aguajal. En unos años me gustaría ver a Tipishca modernizada, con su escuela, con su posta médica y con más casas. Con turismo, agricultura y todas esas cosas que nos generan trabajo para permanecer aquí, en la comunidad y no tener que salir a buscar oportunidades afuera. Creo que Tipishka tiene todo lo necesario”, finaliza René.

 



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