Escribe: Fernando León* / Ingeniero forestal y docente de la PUCP
En tiempos de incertidumbre tenemos que pensar creativamente, pero capitalizando las lecciones que nos ha dejado la historia. En 1933, Estados Unidos estaba sumido en la mayor crisis económica de su historia, pero la reforestación fue una parte importante de la respuesta para crear empleos y reactivarla. En efecto, el presidente Franklin D. Roosevelt implementó el llamado “nuevo pacto” o new deal que consistía en programa con un paquete de medidas, entre las que destacan la promulgación de la Ley de apoyo a la reforestación y la creación del Cuerpo para la Conservación Civil.
El programa fue tan exitoso que hasta 1942 había dado empleo a más de 2.5 millones de jóvenes –aproximadamente el 5% de la población masculina de ese país–, quienes bajo la supervisión del Servicio Forestal, del Servicio de Parques Nacionales, y del Departamento del Interior, trabajaron en el control de incendios forestales, reforestación, control de la erosión del suelo, limpieza y mantenimiento de caminos en los parques nacionales, construcción de puentes, reservorios de agua, centros para la cría de peces, refugios de vida silvestre, revegetación de tierras de pastoreo y habilitación de espacios para el esparcimiento público.
En el Perú ahora estamos haciendo esfuerzos para enfrentar la crisis sanitaria y recuperar la economía y, como sucedió en 1933, el sector forestal en general y la reforestación en particular puede ser una respuesta efectiva como parte de los paquetes de estímulo del Gobierno, más aún si consideramos las 6.3 millones de hectáreas con alta prioridad para la restauración, en donde la reforestación constituye buena parte de la solución, no solo para devolver la funcionalidad a los ecosistemas afectados, sino también para disminuir la vulnerabilidad de la población frente a eventos climáticos extremos, y generar empleo rural para reactivar la economía en aquellas zonas que más lo necesitan.
Pero la recuperación debe gestionarse con una visión de largo plazo, pensando en los desafíos que van más allá de la pandemia. Afortunadamente, el sector forestal tiene también un rol protagónico en la respuesta a esos desafíos y un potencial enorme para apoyar un crecimiento económico de largo plazo. Es claro que el gran desafío de este siglo es el cambio climático, asimismo, conocemos que uno de los grandes retos para nuestra economía es sumar nuevos sectores para ampliarla y hacerla más competitiva.
Para enfrentar el desafío climático, el sector forestal juega un papel central, debido a que los bosques que son el activo más importante para la lucha contra este fenómeno en el Perú. Por un lado, la conservación de bosques mediante iniciativas REDD+ como las que se implementan con éxito en algunas áreas naturales protegidas pueden canalizar financiamiento para apoyar metas climáticas, y por otro, reducir la pérdida de 150 mil hectáreas de bosques al año ayudaría a eliminar la fuente del 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que evita la destrucción de los medios de vida de 51 pueblos indígenas u originarios de la Amazonía, la erosión de un capital natural que sostiene buena parte del turismo de naturaleza y del comercio de productos forestales no maderables, además de ayudar a cumplir de la manera más costo efectiva con las contribuciones nacionales determinadas en el marco del Acuerdo de París.
Asimismo, el sector forestal tiene el potencial para sumar una nueva industria a la economía y de ese modo apoyar un crecimiento económico de largo plazo. Chile lo ha logrado sobre la base de plantaciones forestales instaladas en 2.4 millones de hectáreas, con las que manufacturan productos que reditúan exportaciones por más de $ 5 mil millones cada año. En el Perú tenemos 10.5 millones de hectáreas de tierras disponibles para este fin, que se pueden poner en valor mediante la implementación de un programa público de incentivos que cofinancie la inversión inicial del sector privado, estimule un modelo de negocio de valor compartido con las comunidades, y establezca un fondo de garantía para la inversión privada en tierras comunales con aptitud forestal en los andes. Un programa de esta naturaleza podría impulsar la instalación de 2.5 millones de hectáreas de plantaciones forestales al 2030, creando más de 1.2 millones de empleos verdes, y sumando más de US$ 4 mil millones en exportaciones diez años después.
Por otro lado, el sector forestal debe valorarse de forma integral, y no solo por el marginal aporte que por ahora tiene a la economía nacional medido como porcentaje del producto bruto interno en términos de contribución al PBI. En ese sentido, cabe señalar que los ecosistemas forestales que cubren el 60% del territorio nacional, suministran servicios ecosistémicos que tienen un estrecho vínculo con importantes actividades económicas, como la agricultura, la generación de energía hidroeléctrica, el turismo de naturaleza, y con los medios de vida de pueblos indígenas originarios en la Amazonía.
[Ver además ► Recuperan cerca de 15 mil hectáreas de bosques y bofedales en Lima y Cajamarca]
Asimismo, la riqueza del bosque amazónico ofrece la posibilidad de incrementar las exportaciones en el segmento de las maderas de alto valor comercial, que hoy apenas alcanzan los US$ 124 millones anuales. Para lograrlo, se debería lanzar pronto una segunda generación de concesiones forestales, con un modelo renovado que integre los servicios ecosistémicos al tradicional enfoque solo maderable, establezca mejores estándares para la selección de los concesionarios, estimule la participación de la inversión privada nacional e internacional, y la implementación de nuevas tecnologías, como el blockchain, para asegurar la trazabilidad y legalidad de la madera en toda la cadena de suministro.
Además, los ecosistemas forestales del Perú tienen un potencial enorme para desarrollar nuevos productos con aplicaciones en diferentes industrias, a partir de los bionegocios. En este sentido, el estado debería facilitar y promover la participación del sector privado para ampliar y escalar experiencias exitosas, como la de Aje Group, empresa peruana que ha diversificado su línea de productos mediante el lanzamiento de dos nuevas bebidas a base de dos super frutos amazónicos, como son el aguaje y el camu camu.
El sector forestal puede contribuir con la recuperación económica, la generación de nuevos empleos y la lucha contra el desafío más importante de este siglo.
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