Escribe Marc Dourojeanni[1]
Revisitar áreas naturales para las que se trabajó y que se vieron por última vez décadas antes, en este caso hace 33 años, siempre es preocupante. Revisitar Pampa Galeras, Lachay, Paracas o Huascarán, por ejemplo, no me brindó la satisfacción de ver progreso significativo, al contrario. En los casos mencionados es evidente el impacto humano sobre la fauna que en muchos casos es más rara, sobre la flora que está más degradada y sobre el paisaje actualmente más poluído. Por eso, aunque revisitar el Manu era un deseo anhelado, comencé el viaje con aprehensión. Pero, en esta ocasión no hubo frustración.
En pocas palabras, en términos de su flora, fauna y paisajes, el Parque Nacional del Manu está igual o mejor que antes. En ausencia de madereros, ahora se ven más y más bellos cedros y más ejemplares de otros árboles de madera noble bien en la ribera del río. Uno de cada tres visitantes ahora observa jaguares y todos pueden ver lobos de río, tortugas, lagartos y otros animales. Aves y monos en abundancia completan el espectáculo desde el río o en las trochas. Hay, sin duda, más fauna que antes o, quizá, es más fácil observarla pues ya no es perseguida. Los paisajes únicos del Manu están tan intocados y espectaculares en la actualidad como eran décadas atrás. Y eso se refiere tanto a su límite sureste, desde Acjanaco y hasta el río Alto Madre de Dios inclusive, como obviamente al propio río Manu. No hay invasores ni deforestación en el Manu, ni madereros o mineros que degraden el bosque y, si hay cazadores, esos deben ser muy pocos y limitados al perímetro andino.
Pero hay otros aspectos que explican por qué visitar el Manu fue tan gratificante. En primer lugar porque, atinadamente, el Parque Nacional del Manu fue complementado con el Parque Nacional Alto Purús y con el Santuario Nacional Otishi, todos contiguos, formando un bloque de bosque estrictamente protegido de más de 4,5 millones de hectáreas. Y eso es sin contar la concesión de conservación Los Amigos, las extensas reservas territoriales para indígenas en aislamiento voluntario, ni otras reservas particulares en las zonas de amortiguamiento, todas directamente contiguas al Parque. Es poco probable que exista en el planeta otro lugar igual a ese, considerando su tamaño y su carácter tan natural así como el buen nivel de su protección.
“El Parque Nacional del Manu está igual o mejor que antes. En ausencia de madereros, ahora se ven más y más bellos cedros y más ejemplares de otros árboles de madera noble bien en la ribera del río.”
También fue animador ver que la visión de los gestores iniciales del Parque Nacional del Manu, en el sentido de promover desarrollo regional en base al turismo, se ha materializado en gran medida a pesar de las dificultades impuestas por la falta de un aeropuerto en la localidad de Boca Manu, la mala calidad de la carretera entre Paucartambo y el sector navegable del Alto Madre de Dios, la burocracia infernal que traba cualquier emprendimiento y por diversos conflictos locales. Son docenas los alberques e instalaciones turísticas, muchos de muy buena calidad, que existen fuera de los límites del Parque y hay, asimismo, campamentos bien montados dentro de la zona de uso designada para ese fin dentro del Parque. El turismo en el Manu es una realidad. Impresiona ver que la marca “Manu” está siendo muy usada en Cusco y en toda la región y, por eso, debería hacerse una investigación económica para demostrar el impacto positivo del Parque sobre la economía y el desarrollo regional, ya que todavía algunos dudan.
De otra parte, el Parque cuenta con personal profesional y de guardaparques entusiasta y que claramente gusta de trabajar allí. También, aunque podría estar mucho mejor cuidada, el Parque dispone de una infraestructura bastante adecuada. Obviamente, falta más personal, equipamiento e insumos para el manejo. Faltan más trochas para visitantes y, creo yo, deberían autorizarse campamentos para visitantes en las playas, con la debida infraestructura. También fue alentador ver que el demasiado exiguo presupuesto destinado por el Sernanp al Parque es suplementado y hasta cuadruplicado por varias otras instituciones que hacen lo que, en verdad, debería ser responsabilidad del gobierno peruano.
Me refiero al apoyo de la Sociedad Zoológica de Frankfurt, que trabaja muy seriamente con la población de Matsiguenkas, inclusive en temas de educación, y que hace mucho esfuerzo para mejorar las relaciones del Parque con los pobladores vecinos, además de realizar investigación científica aplicada a la gestión y al planeamiento de largo plazo. También es destacable al apoyo brindado por la Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica que, además de investigación en diversos pisos ecológicos, hace un trabajo importante para fomentar el desarrollo sostenible en las comunidades aledañas al Parque. Otro tanto realiza la Asociación para la Investigación y el Desarrollo Integral. Y, por cierto, no puedo dejar de mencionar el trabajo que se realiza a partir de la Estaciona Biológica de Cocha Cashu, hoy mantenida en convenio con el San Diego Zoo Global Perú, que realiza investigación y capacitación de gran provecho para el Parque, para el Perú y para el avance de la ciencia. Todas esas entidades, y no son las únicas, trabajan con el Parque y para el Parque en buena armonía.
Obviamente no todo es color de rosa, menos aún para el futuro del Parque. Los problemas y las amenazas son grandes y crecientes y se agrupan en internos y externos. El mayor problema interno está representado por la población de Matsiguenkas, que al momento de establecer el Parque era muy pequeña y concentrada en Tayakome pero que, ahora, se ha multiplicado y ha tenido varias divisiones, ocupando ahora dos centros poblados y otros tres locales. También se ha dado un proceso bastante acentuado de cambio cultural, con una evidente influencia de la sierra en los hábitos. Aunque todavía insuficientes, estos habitantes ya poseen facilidades modernas, con agua potabilizada, locales escolares y puesto de salud, embarcaciones a motor, comunicación, etc. Y, como es obvio, esa mayor población con más demandas tiene impacto creciente aunque todavía limitado en el ambiente.
Urge encontrar opciones de convivencia entre esa población creciente y cada día menos integrada a la naturaleza. Hay opciones disponibles, pero aplicarlas tiene costos que el presupuesto público no parece dispuesto a cubrir. Una de ellas, que el Sernanp sí aplica, es ofrecer empleos a los jóvenes Matsiguenkas, siendo ya elevado el porcentaje de ellos entre los guardaparques y entre los funcionarios de las organizaciones no gubernamentales. Pero mucho más debe ser hecho.
Otro problema interno es la cada vez más frecuente presencia de indígenas no contactados o en aislamiento voluntario en las zonas de uso público y recreativo y de uso especial del Parque. Esto ocurrió desde siempre pero antes esos eventos eran esporádicos. Últimamente se están haciendo comunes, lo que parece ser el resultado del accionar de madereros y mineros especialmente en la cuenca del río de Las Piedras, quienes estarían presionando un grupo étnico sobre otro, empujándolos hacía el río Manu. Este es un tema delicado cuyo abordaje es urgente y que está en manos de las autoridades pertinentes.
Los problemas externos son los usuales en cualquier área protegida del Perú pero aún están bajo control. Por ejemplo, la Sociedad Zoológica de Frankfurt está estudiando cómo resolver el conflicto de los campesinos del sector noroeste del Parque con los osos que, al parecer, depredan en los maizales y en otros cultivos y que, eventualmente, habrían matado animales domésticos, inclusive alguna vaca. La explotación ilegal de madera y de oro está cerca de los límites del Parque pero aún no ha incursionado dentro. Es necesario mantener la atención pues eso puede ocurrir en cualquier momento habida cuenta del descontrol que prima en ese tema. Ya la apertura ilegal de la carretera a Boca Manu en plena zona de amortiguamiento del Parque y de la Reserva Comunal Amarakaeri es un grave problema. Durante la visita se flagraron inúmeros camiones retirando madera de la Reserva, a vista y paciencia de todos.
En el río Madre de Dios el problema ya no es madera pues ya sacaron todo lo que valía la pena. El problema es la escandalosa extracción ilegal de oro, que destruye cualquier intención de promover un turismo de calidad, además del enorme impacto que el movimiento de tierras y el uso de mercurio tiene en la población humana y en la biota acuática. Felizmente, hasta ahora, los mineros ilegales se han abstenido de entrar al Parque Nacional.
Y hablando de amenazas, continúa vigente la del Ministerio de Transportes y Comunicaciones que contra toda lógica y en flagrante violación de la legislación nacional, mantiene en sus mapas oficiales el trazado de la carretera 5S, antes llamada Marginal de la Selva, en medio del Parque Nacional.
Pero, a pesar de eso, habiendo transcurrido ya más de 50 años desde que se planeó crear un parque nacional en la cuenca del Manu, 49 años desde que por primera vez el lugar fue visitado por conservacionistas profesionales, 48 años desde que se reservó la zona y comenzó a ser cuidada y 43 años desde que el Parque fue efectivamente establecido, puede decirse sin restricción que se está frente a un gran éxito peruano. En conclusión, el Parque Nacional del Manu continua siendo “la joya de la corona” de las áreas naturales protegidas del Perú.
*****************************
[1] Ingeniero Agrónomo, Ingeniero Forestal, Doctor en Ciencias. Profesor Emérito de la Universidad Nacional Agraria, La Molina
Comments are closed here.