Reflexiones de un peruano en la cuarentena de París: ¿el planeta nos quiere decir algo?
jueves 26 de marzo, 2020
Francia ya tiene más de 25 mil infectados por el coronavirus y 1333 muertos hasta la fecha. Al igual que en diversos países europeos, se han tomado diversas medidas para mitigar los efectos de esta enfermedad. Sin embargo, estas disposiciones no son tan drásticas como en Perú, según nos comenta Jack Lo, periodista peruano que radica en París desde diciembre del año pasado.
En el siguiente texto, Jack Lo, periodista especializado en temas sociales y ambientales, nos cuenta cómo –al igual que miles de peruanos que radican en Francia por razones laborales o por estudios– está afrontando esta enfermedad contagiosa que se inició en China. Asimismo, hace una reflexión sobre otros males que no son tomados en cuenta y sobre los daños que le hemos hecho al planeta antes y, probablemente, también después de la pandemia.
Cuarentena en 30 metros cuadrados
Escribe Jack Lo Lau
Desde fines de diciembre estamos en París con mi esposa e hijo recién nacido. Prácticamente desde que llegamos, hemos escuchado sobre el coronavirus. Leíamos noticias y pensábamos que nunca iba a llegar aquí, a pesar de que la capital francesa está llena de turistas chinos. Pero nos equivocamos. Ese virus tomó varios aviones, barcos y todo lo que pudo, y se repartió rápidamente por el mundo, antes de que yo aprendiera a pedir correctamente un baguette. Sin embargo, mientras me lavo las manos por cuarta vez en la última hora, me pregunto: ¿es necesario tenerle miedo a este virus?
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A inicios de marzo de este año había en el año 22 muertos y más de 12 mil infectados por dengue en Perú. Un día cualquiera del año, mueren más de 20 mil personas en el mundo por hambre. Este 2020 ya hay más de 228 mil muertos por malaria en menos países de los que se encuentra el coronavirus. ¿Por qué se habla tanto de esta enfermedad que está volando como un fantasma por todo el planeta? ¿Por qué no nos preocupamos también por esos otros problemas?
Lo que nos está sucediendo con el coronavirus y otras enfermedades, es una representación de una selección natural en su modo más inhumano. Hay mucha gente sacándole el ancho a este mundo y hace rato nos está queriendo decir algo, pero ahora se ha puesto más fuerte. Tal vez no podemos hacer todo lo que queramos en este planeta. Tal vez tengamos que cambiar (¿O acaso no has visto las lindas fotos de distintas ciudades del mundo sin contaminación?). Tal vez sea hora de dejar de poner excusas para seguir matándonos. Destruimos bosques para hacer anillos y colgantes de oro. Contaminamos ríos y matamos animales para hacer funcionar carros que nos llevan a hacer las compras al supermercado. Cortamos ríos para tener prendido el televisor todo el día. Llenamos de basura el mar porque nos dio flojera lavar. Repletamos el closet de zapatos y ropa que nunca vamos a usar porque lo podemos pagar. Buscamos acumular sin pensar el futuro de ese montón de cosas inútiles. Y pasamos por esta vida sin preguntarnos: ¿cómo vivir mejor en el poco tiempo que estoy aquí?
No puedo negar que, a pesar de que trato de mantener la calma, estoy un poco preocupado. Por eso evito pensar mucho en el coronavirus. Sin embargo, no puedo. Está por todos lados, en mis grupos de WhatsApp, en el correo electrónico, en los periódicos de Perú, de Francia, de Inglaterra, de Argentina, de China; en las redes sociales, en todos lados. Desayuno, almuerzo y ceno hablando de eso con mi esposa. Siento que me persigue. Vivimos en un departamento de 30 metros cuadrados y estamos todo el día, mi esposa, mi hijo y mi perro, metidos en una sola habitación. Y en nuestros minutos libres, limpiamos el piso, las manijas de las puertas, los celulares, las computadoras, las suelas de las sandalias que usamos en casa, todo. Todo lo desinfectamos (varias veces al día) para que evitar en lo posible que nadie en esta casa se enferme. ¿Pero será para tanto?
Antes de que se diera el cierre de las fronteras, decidimos con mi esposa que lo mejor era quedarnos. Aunque ahora quisiéramos estar en Perú, no queríamos pasar horas en los aeropuertos ni enfermarnos. Mejor nos quedamos acá y resistimos. Ella decidió no salir más y yo pasé a ser el encargado de combatir al impredecible mundo exterior: enfrentarme a las farmacias, a los supermercados, pasear al perro. Cosas de la vida cotidiana que ahora te hacen sentir un héroe de guerra.
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En Francia, a pesar de que ya superaron las 1300 muertes, no están tan estrictos como en Perú. La gente puede salir a la calle, a hacer sus compras, a pasear al perro, a hacer ejercicio. Pero con un salvoconducto que escribes o imprimes en tu casa y donde colocas tu nombre, dirección, motivo por el que estás fuera y la fecha. Si no sales con eso, las multas son de 130 euros. Yo salgo a hacer las compras y a pasear al perro. Lo mínimo posible. Igual la calle está tensa y vacía. Los pocos que van por ahí, evitan caminar al lado del otro y cruzan la pista para evitar la cercanía. Tampoco se paran al lado de otra persona en el semáforo. Y hasta evitan el contacto visual. Claro, ya no sabes cómo te puedes contagiar. Dicen que este virus puede quedarse circulando en una habitación por tres horas, y en otros materiales no desaparece como en tres días. Por eso, cuando regreso de hacer las compras, lavamos todo lo que he metido a casa, hasta mis cachetes. También cuando vuelvo del paseo del perro, le lavo las patas y el hocico. Me demoro más en su limpieza que en la salida misma. Y él debe estar preguntándose qué ha hecho para estar castigado.
Así como todos, estoy cansado de esto. Pero lo que da más incertidumbre es no saber por dónde estará este virus. Puede estar haciéndote cosquillas en la nariz y no te has dado cuenta. En toda Francia hay más de 25 mil infectados confirmados, pero teniendo en cuenta que solo le hacen las pruebas a los que están muy mal, lo más probable es que haya puro zombie comprando croissants como si nada. Por eso, y para que todas estas muertes no se den en Perú, lávate las manos y quédate en tu casa. Aunque te sigas preguntando, así como yo, si todo esto es para tanto.
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