Pobre Museo II

domingo 28 de noviembre, 2010

Escribe Marc Dourojeanni / Ingeniero agrónomo, ingeniero forestal, doctor en ciencias y profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, Lima. Ha dedicado la mayor parte de su vida a temas relativos a la Amazonía en Perú y Brasil y a otros bosques tropicales en tres continentes.

El 9 de enero de 1984 publiqué un artículo editorial en el diario La República cuyo título era ¡Pobre Museo! El artículo comenzaba diciendo “Cada vez que visito el Museo de Historia Natural Javier Prado se me estruja el corazón”. Se describía la pobreza de las instalaciones, el descuido de las exhibiciones, el riesgo que corrían las colecciones y la precariedad de los laboratorios. También se mencionaba el enorme valor científico del material acumulado con gran esfuerzo por tantos investigadores peruanos y extranjeros de fama mundial y el desperdicio constante de la posibilidad de educar e informar a la ciudadanía.  Se indicaba que esa situación era consecuencia de los escuálidos 170,000 Soles Oro que la Universidad Nacional Mayor de San Marcos destinaba anualmente para mantener el Museo.

En aquella ocasión, en lugar de apoyar mi comentario como si lo hizo el propio director del Museo, otro profesor de esa Universidad repleto de orgullo fatuo respondió públicamente que el Museo estaba “muy bien” y que no necesitaba nada. Obviamente, cuando más tarde ese mismo profesor fue también director del Museo, el deterioro de esa institución aumentó muchísimo. Hoy, cualquier visitante se espanta de la pobreza, de la suciedad, del polvo y de la fealdad que se observa en lo que debería ser un muestrario ejemplar de la diversidad biológica del Perú. En realidad, la culpa no es principalmente de los responsables directos del Museo. La responsabilidad de esa situación lamentable es de las autoridades de la Universidad que ni siquiera en sus momentos de relativa bonanza económica han destinado siquiera una fracción de lo que era indispensable para que el Museo merezca ese título y cumpla sus funciones.

Demostrando su desprecio por el tema, las autoridades actuales de la Universidad  habrían decidido eliminar el Museo y sustituirlo por un edificio “multiuso” que, entre otras funciones, albergaría una escuela de postgrado. Nadie discute la necesidad de elevar el nivel de la formación profesional pero, hacer eso despreciando casi un siglo (el Museo fue creado en 1918) de enormes esfuerzos que son el soporte científico para los estudios avanzados sobre la realidad peruana, es francamente escandaloso y, peor, es deprimente tener que escribir esta nota pues eso revela el bajo nivel profesional y asimismo la falta de seriedad de algunos de los que deberían ser ejemplos para los jóvenes.

Espero que se recapacite y que, al contrario, esta sea la oportunidad para que el Museo de Historia Natural Javier Prado, el único museo de este tipo en la capital del Perú, reciba el respaldo que merece de una nación que se ufana de poseer uno de los ambientes biológicamente más diversos del mundo. El apoyo incluye brindarle edificios dignos, renovar su equipamiento, más investigadores mejor pagados y, más recursos para completar las colecciones y aprovecharlas.

No hay duda que este asunto y el apoyo requerido comprometen personalmente al Dr. Antonio Brack, el Ministro del Ambiente, quien es un biólogo destacado que personal y profesionalmente conoce bien ese Museo, del que depende la calidad del trabajo de su sector para conservar la diversidad natural del Perú y posibilitar evaluaciones de impacto ambiental serias. El Museo de Historia Natural, además de ser el repositorio del patrimonio natural del país y de enseñar, educar e informar a la ciudadanía, es la principal base de datos para continuar la investigación científica. En verdad, no se comprende por qué no existen museos nacionales de historia natural, como los que hay para nuestro patrimonio arqueológico y cultural. A ese punto, como mencionado, debe insistirse en que la responsabilidad sobre este asunto en muchas formas supera la de la Universidad que, acertadamente, creó el Museo. El Estado peruano, como la mayoría de los países del mundo, debería construir y mantener su propio sistema de museos para la preservación ex – situ de su patrimonio natural.

Ojalá que predomine la sensatez y que este episodio triste se convierta en la llamada de atención que resuelva, de una vez por todas, el abandono y las amenazas al Museo y que nunca más se tenga que escribir notas como ésta.

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Foto usuario -Din-, en Flickr

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