Escribe: Ernesto Ortiz Del Águila / Dirección de Economía y Financiamiento Ambiental del MINAM
En respuesta al problema del uso y deshecho de bolsas de plástico livianas, se han realizado estudios que indican que las sanciones y cargas económicas pueden reducir el consumo, pero sólo son efectivas a corto plazo. Para el impacto a largo plazo, las motivaciones intrínsecas de los consumidores deben ser exploradas. Imaginen cuál sería la respuesta de las personas si en caja nos dijeran: “¿Seguro que desea bolsa? Llevarla contamina el medio ambiente y a las personas”.
Los productos plásticos y específicamente las bolsas plásticas, ha generado efectos negativos en el ambiente y la población, tanto en un contexto local como a nivel mundial debido a su potencial contaminante y uso indiscriminado. Las bolsas están hechas de etileno, producto derivado de recursos no renovables como el gas y el petróleo, tardan por lo menos 400 años en degradarse y suelen contener aditivos que contaminan el suelo y el agua que los rodea[1]. El tiempo de uso es menos de una hora en promedio, y se calcula que sólo el 1% se recicla. Una bolsa tiene el potencial de matar a un animal cada tres meses debido a la ingesta o inhalación involuntaria; se estima que en 2050 el 99% de las aves marinas habrá ingerido plástico.
Este impacto negativo en el ambiente es alto en países como Perú, donde los residuos sólidos llegan con gran facilidad a los ríos y al mar debido a su inadecuado manejo. La ciudad de Lima y Callao representan la generación del 56% de residuos de bolsas plásticas en el país, con un aproximado de 3 mil millones de unidades al año; y teniendo en cuenta su proximidad a la línea costera, la afectación a animales marinos es más directa, y de las personas al alimentarse de ellos.
Según una reconocida tienda por departamento, esta expende (regala) más de 159 millones de unidades de bolsas plásticas desechables al año (Ministerio del Ambiente, 2016). Adicionalmente, establecimientos como bodegas, panaderías, de abarrotes y puestos de fruta entregaron un aproximado de 450 millones de unidades en el distrito de San Juan de Lurigancho y 30 millones en el distrito de San Borja (Ministerio de Ambiente, 2012).
Recibir las bolsas plásticas puede ser explicado desde el punto de vista del comportamiento del consumidor. Richard Thaler, Premio Nobel de Ciencias Económicas 2017, obtuvo este galardón por la incorporación de la psicología a la economía. Mediante sus investigaciones demuestra que las decisiones de las personas no siempre obedecen a criterios racionales, sino que también se presentan variables psicológicas que las desvían de un comportamiento económico racional. Además se presentan situaciones donde las personas no tienen buen acceso a la información ni tampoco son capaces de analizar toda la información que se les presenta; resultando en un comportamiento no racional.
«Una bolsa tiene el potencial de matar a un animal cada tres meses debido a la ingesta o inhalación involuntaria; se estima que en 2050 el 99% de las aves marinas habrá ingerido plástico.»
Respecto a este tema, el Banco Mundial (2015)[2] explica que las personas cuentan con tres principios de pensamiento para la toma de decisiones: el primero es el automático, el cual se divide en el Sistema de Pensamiento 1 (toma en cuenta lo que viene a la mente de manera automática – decisión intuitiva) y el Sistema de Pensamiento 2 (toma en cuenta un amplio conjunto de factores pertinentes – decisión razonada); el segundo es el social, donde las personas cooperan en la medida que otros hagan lo mismo y son influenciadas por las preferencias del entorno; y finalmente un pensamiento basado en modelos mentales extraídos de la sociedad y de una historia compartida.
La decisión de obtener o no una bolsa plástica se considera como una decisión personal que rompe con el supuesto en el que las personas toman en cuenta todo el universo de información para tomar una decisión de forma meditada; y por el contrario, una gran cantidad de decisiones del día a día son tomadas de una manera intuitiva. Por ello, este tipo de decisiones se puede analizar a partir de la teoría del pensamiento automático, específicamente del sistema de pensamiento 1, donde tendemos a confiar en atajos mentales sin contemplar las consecuencias.
Teniendo en cuenta que la bolsa plástica es la opción por defecto, es decir que las personas deben rechazarla para que no les sea entregada, dificulta aún más la posibilidad de utilizar el pensamiento deliberativo (sistema de pensamiento 2).
Iniciativas Internacionales
En muchos países del mundo ha existido una eliminación gradual del uso de bolsas de plástico de un solo uso. La Unión Europea implementó en el año 2015 la directiva de reducción del consumo de bolsas de plástico ligeras (Directiva 2015/720) donde los países tienen la potestad de elegir entre asumir objetivos de reducción del uso de las bolsas, u obligar a que los comercios cobren por ellas a los clientes. Los países que han aplicado medidas incluyen a Irlanda, Francia, Italia, Grecia y España.
En Latinoamérica, se presenta casos como Colombia, donde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (Minambiente) creó el Impuesto Nacional al Consumo de Bolsas Plásticas, que se genera al entregar una unidad con una dimensión mínima de 30×30 cm cuya finalidad sea cargar o llevar productos vendidos por el establecimiento comercial que la entregue. Este impuesto entró en vigor el 1 de julio del 2017 con un monto de 0.01 dólares por cada unidad por el primer año de vigencia, a incrementarse en 0.005 centavos de dólar por cada año hasta el 2020. Previo a ello se realizó una campaña de sensibilización con mensajes alusivos al reciclaje y al cuidado del ambiente.
De la misma manera, en varias provincias de Argentina se ha prohibido la entrega de bolsas plásticas en comercios y se realizaron campañas informativas sobre sus daños ambientales. Un estudio de Jakovecevic et al. (2014) concluye que si bien un recargo en el precio de las bolsas tiene un efecto positivo en promover el uso de bolsas propias reutilizables, un cambio en el comportamiento de los consumidores es apreciado en mayor medida cuando se apela a motivaciones intrínsecas, como la preocupación por los impactos nocivos sobre el ambiente.
El resultado de este tipo de políticas, por ejemplo en el caso de Colombia, ha sido la reducción de un 30% del consumo de bolsas plásticas (alrededor de 400 millones de unidades) y una recaudación por parte del Estado de más de $50 millones de dólares. Aunque se presenta un efecto económico que repercute en la industria y finalmente en el país colombiano, donde la facturación de las empresas se vio reducida en un 25%, dependiendo si las empresas son productoras de bolsas únicamente o presentan otros productos, y la reducción de personal (Acoplásticos, 2017).
Para el caso peruano, se han presentado iniciativas legislativas para reducir el consumo de bolsas plásticas desde el año 2009, como la prohibición, el cobro y la promoción de bolsas biodegradables; aunque no se ha logrado aprobar ninguna hasta la fecha. Algunos sectores de la industria plantean continuar con el mismo consumo, pero con un componente de acopio para su reciclaje; lo cual se presenta como inviable, teniendo en cuenta el bajo nivel de reciclaje de residuos sólidos que presenta el país.
Otros sectores plantean la promoción de bolsas biodegradables que pueden ser hechas a partir de materiales vegetales (consideradas muy caras) o las oxobiodegradables que únicamente se diferencian de las normales por presentar un aditivo que aumenta su fragmentación; mas no su descomposición. Lo anterior supone un alto riesgo ambiental al generarse microplásticos que son ingeridos con mayor facilidad por las personas y animales, a la vez que demoran el mismo tiempo en descomponerse que un plástico normal.
Por todo lo expuesto, y para el caso peruano, es posible generar cambios en el comportamiento de los consumidores de tomar una decisión basado en un atajo mental (sistema 1), hacia una decisión reflexiva (sistema 2); mediante la aplicación de políticas con bases innovadoras y que ya se vienen aplicando en varios países de Latinoamérica. Así, se puede lograr mediante la aplicación de un impuesto, que sin duda mediante el bolsillo se llega más rápido al pensamiento; y a la vez con una educación ambiental. Ambas medidas permitirán interiorizar los costos ambientales.
______________________________________________
[1] Muthu, Li, Hu & Mok, 2011; Teuten et al., 2009; Thompson, Moore, von Saal & Swan, 2009.
[2] Informe sobre desarrollo mundial 2015: Mente, sociedad y conducta.
Comments are closed here.