- Los bosques tienen una relación directa con los océanos y ambos interactúan fuertemente en la lucha contra el cambio climático, sin embargo, existen otras interacciones poderosas poco conocidas de las cuales dependen la vida de las especies que los habitan.
Escribe: Andrea Collantes Biggio / Bióloga del programa Bosques y Servicios Ecosistémicos de la SPDA
Sin duda, los dos principales hogares de la vida en la Tierra son los bosques y los océanos. El concepto de “biodiversidad” es entendida como la variedad y variabilidad de los organismos vivos y ecosistemas en los que viven. En el océano habitan 280 mil especies que representan entre un 50 % y 80 % de la vida en nuestro planeta; por otro lado, los bosques albergan el 80 % de la biodiversidad terrestre. Además, es importante destacar que muchas de estas especies son aún desconocidas, pero tanto la vida terrestre como la oceánica forman vínculos muy poderosos y altamente dependientes.
Las investigaciones en los últimos años nos demuestran que ambos ecosistemas juegan un papel importante en la adaptación de la dinámica del planeta ante los efectos del cambio climático, y son considerados sumideros naturales de CO2 porque almacenan grandes cantidades de este compuesto durante largos periodos, disminuyendo de alguna manera con el impacto del calentamiento global, pero a cambio de poner en peligro sus capacidades de funcionamiento. Este papel se ve duramente comprometido por la deforestación de los bosques y la acidificación de los océanos, dos temas que están en todas las agendas ambientales mundiales.
A menudo la interconexión bosque-océano es aún poco entendida, y para hacerlo, necesitamos ahondar más en las funciones ecosistémicas propias. Sabemos que una de las funciones que desempeñan los bosques como ecosistemas forestales es servir como un filtro, que resulta una ayuda muy importante para equilibrar la carga y la escorrentía nutrimental, así como reducir la entrada de fertilizantes, herbicidas, pesticidas y otros contaminantes dentro de los canales fluviales que conectan bosques con los océanos. Pero, ¿de qué manera lo hacen? Pues a nivel fisiológico, al anclar fuertemente sus raíces al suelo absorben mucho más nutrientes y sedimentos. Las ramas y las raíces pueden almacenar y liberar vapor de agua, lo que controla la lluvia, y las hojas fertilizan los suelos. Es entonces fácil de presumir que cuando los bosques son perturbados y degradados, esta función de filtro deja de funcionar.
Un ejemplo de está interconexión fue estudiada por McCuley en 2012, para entender la relación entre las mantarrayas de las islas Palmyra Atoll del Pacífico con los bosques nativos. Las aves de estas islas toman el nitrógeno del océano y lo concentran anidando en los árboles nativos, el guano fertiliza el suelo y luego por escorrentía es regresado nuevamente al océano traduciéndose como alimento para las mantarrayas, beneficiando también a todas las comunidades que habitan en el camino de la tierra al mar, como el intermareal, los arrecifes y el plancton marino. Esta interconexión se está rompiendo fácilmente debido a la tala de árboles nativos para plantar cocoteros que, a diferencia de los árboles nativos, no forman copas densas y gruesas donde las aves encuentran estabilidad y protección, por lo tanto, esta interconexión se interrumpe.
Entonces, con este ejemplo tenemos muy claro que el enfoque relacionado a la gestión forestal tiene implicaciones directas para nuestros océanos, no solamente con el potencial para absorber CO2 y su capacidad de almacenarlo, sino también como sustento de comunidades que se benefician con los filtros de vías de agua limpias y saludables que escurren hacia los océanos que amortiguan las posibles crisis bióticas.
Se propone entonces que la atención debe apuntar a un cambio en los paradigmas, dejando los modelos centrados solo en el carbono por los roles de interconexión ecosistémica para que sean integrados en la toma de decisiones; por otro lado, la investigación científica proporcionará las bases del conocimiento para mejorar los planes, políticas y acciones de gestión para la gobernanza apuntando a la necesidad de crear alianzas multidisciplinarias entre biólogos marinos y expertos forestales para entender el impacto de la acción humana en estos ecosistemas.
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