Escribe Marc Dourojeanni / Profesor Emérito de la Universidad Agraria La Molina
Muchas de las lagunas albuferas son originadas por actividades antrópicas. La albufera Paraíso, cerca de Huacho, es una de ellas. Pero, contrariamente a lo que puede suponerse con impactos humanos, esa laguna como otras similares se ha convertido en un emporio de naturaleza exuberante, destacando las aves. Como casi siempre ocurre en el Perú, este lugar también exhibe un vestigio arqueológico muy importante, además de bellos paisajes costeros. Pero, como también es frecuente en el Perú, el lugar está abandonado por la autoridad y está siendo maltratado.
Las albuferas en el Perú y en Lima
Las lagunas albuferas son cuerpos de agua que se forman muy próximas al mar, al que en general están ligadas por un canal. Sus aguas pueden ser saladas, salobres o inclusive dulces, dependiendo del origen de la muestra. En general, cada una de ellas presenta diversos grados de salinidad. Pese a que pueden ser naturales, como en el caso de la bien conocida albufera de Medio Mundo -también localizada en el departamento de Lima- es muy común que sean total o parcialmente consecuencia de actividades humanas representadas, en el caso de la costa peruana, por los drenajes superficiales o subterráneos de la irrigación de zonas desérticas cuyas aguas se mezclan con las del mar adyacente. Hay muchas albuferas a lo largo de toda la costa y tan solo en el departamento de Lima hay varias bien conocidas, como la ya citada Medio Mundo, Villa, Puerto Viejo y Végeta, entre otras menores localizadas en Cañete, Huaral y Chancay.
Cada una tiene características propias pero todas son puntos de acogida de aves migratorias, además de residencia para muchas especies nativas y otros animales, en especial peces. Su vegetación terrestre y acuática, así como su plancton, son suficientemente variados y abundantes como para soportar una cadena trófica importante. Y, asimismo, todas ellas en mayor o menor grado contribuyen a la economía local produciendo material de construcción, alimento para animales y, obviamente, pescado. También son atractivos turísticos y áreas para caza deportiva o de subsistencia.
Las albuferas han sido estudiadas por muchos científicos. Entre los trabajos más antiguos y detallados están los de Augusto Tovar en la albufera de Medio Mundo, pero es considerable el número de estudios que han sido realizados más recientemente en esa laguna y en otras como las de Villa y Paraíso por científicos como Aponte, Castro, Ortiz, Ramírez, Pacheco, Salvador, González, Córdova, Iannacone, Cruz, Kunth y Burger, entre otros. Además de describirlas minuciosamente, todos esos trabajos confirman la gran importancia ecológica de esos espacios, particularmente para facilitar las migraciones de aves, para el turismo sostenible y para la economía local dada su alta productividad biológica. Y todos coinciden en las evidencias de mal uso de ese patrimonio por diversas actividades dentro o alrededor de ellas.
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La albufera de Paraíso
A fines de la década de 1950 y comienzo de la de 1960, quien escribe esta nota solía acampar en la playa de Paraíso, exactamente donde ahora se ha abierto la comunicación entre el sector sur de la laguna y el mar, pues, ese es uno de los pocos lugares más o menos protegido contra el fuerte viento dominante. Por entonces no existía la laguna que hoy es tan conspicua. Esta se formó a consecuencia del desarrollo de la irrigación Santa Rosa y comenzó a ser visible a mediados de los años 1970. Hoy cubre 440 hectáreas abarcando dos espejos de agua y una zona húmeda entre ellas. En su extremo norte colinda con el sitio arqueológico Bandurria, que ha sido parcialmente restaurado y que fue descubierto precisamente debido a que las aguas sobrantes de la irrigación “lavaron” parte de sus cementerios. Se trata de un vestigio cultural muy valioso y antiguo, asociado a Caral.
La laguna ya está considerablemente colonizada por vegetación y alberga posiblemente tantas como 125 especies de aves -el número varía con los autores- de las que un 60% son residentes siendo las demás migratorias. Según los ornitólogos el lugar da refugio temporal a especies migratorias muy importantes, que justifican reiteradas visitas de “bird watchers” tanto nativos como extranjeros. Allí se han visto hasta 400 flamencos en una sola visita. Su valor para el ecoturismo es enorme pues se encuentra muy cerca de Lima y su visita se asocia a la de la Reserva Nacional de Lachay, a las playas de Paraíso que, aunque ventosas, son muy bellas y; evidentemente, al sitio arqueológico de Bandurria. Este conjunto de atractivos permite disfrutar de un día de visita plena y variada que compensa bien la dificultad que impone el transito diabólico de la salida y entrada de Lima.
Dos recorridos sucesivos en Paraíso, en 2016 y 2018, revelan cambios muy negativos. En el primero era posible acercarse a las aves sin que estas se espanten. En el último, las aves, especialmente los patos, tomaban vuelo apenas veían presencia humana a gran distancia, demostrando que la presión de caza es alta. Además, las Fuerzas Armadas realizan ejercicios de tiro en el desierto aledaño. Mientras que en 2016 se pudo dar la vuelta casi completa a la laguna, en 2018 se constató que tractores habían removido la laguna sobre decenas de hectáreas construyendo zanjas y, además, que se instalaron una serie de cercas, alambrados y portones con candados, que prueban que hay quienes se están adueñando del espacio dentro y alrededor de la laguna, a pesar de que por ley vigente, ese es reservado al Estado. A eso, obviamente, hay que sumar la extracción de vegetales, la pesca, la agricultura y los residuos de las granjas y otras actividades próximas. Es decir que la laguna y la rica vida natural que contiene están siendo gravemente amenazadas.
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¿Qué debe o puede hacerse?
Ya hay lagunas albuferas protegidas en la costa peruana. La albufera Medio Mundo es un área de conservación regional del Departamento de Lima (2007), lo mismo que la de Ventanilla (2006). Los pantanos de Villa son un refugio de vida silvestre (2006) y, en Arequipa, la laguna de Mejía es un santuario nacional (1984). Estos dos últimos son categorías que dependen del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Serfor). Llama la atención la diversidad de categorías para patrimonios naturales que esencialmente son equivalentes, pero eso responde a los periodos y circunstancias en que fueron establecidos.
Lo que es evidente es que Paraíso, por lo descrito, merece protección oficial no inferior a la que tienen otras albuferas de menor tamaño e importancia relativa. Pero, habida cuenta que existen lagunas albuferas en otros departamentos costeros, formando una cadena o sistema de áreas importantes para las aves migratorias, el Sernanp y el Serfor -principal ente responsable por la fauna silvestre- deben tomar una decisión sobre este asunto, posiblemente creando un sistema de lagunas albuferas como el que fue establecido para las islas y puntas guaneras. Al hacerlo deberán llevar en cuenta cumplir a cabalidad dos acuerdos internacionales refrendados por el Perú: la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres, también conocida como el Convenio de Bonn, refrendado en 1997; y la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, conocida como convención de Ramsar, refrendada en 1992.
En el caso de la convención Ramsar, el Perú ha reconocido 13 sitios de los que ocho dependen del Sernanp, entre los que están las albuferas Mejía y Pantanos de Villa. Pero es evidente que las demás lagunas albuferas deben ser incluidas. Y, como siempre, no será suficiente apenas declararlas oficialmente protegidas. También deberá dotarse cada área o grupo de ellas de recursos presupuestales y de personal calificado para asegurar su protección y uso sostenible.
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