- En medio de una serie de incendios forestales, ¿qué tanto está preparado el Perú? ¿Cuáles son los focos que se deben atender? Este artículo responde a estas interrogantes y plantea algunas recomendaciones.
Por: Francisco Meléndez / Conservamos por Naturaleza
Durante el 2020 fui parte de un centro de monitoreo climático que identificaba incendios. Era alarmante cómo el número de incendios no cesaba de escalar día tras día. Las condiciones especialmente secas de aquel año crearon el entorno ideal para que una quema rápidamente se propague, devenga en incontrolable y se convierta en un incendio forestal como el que puso en riesgo al Santuario Histórico de Machupicchu. A fines de agosto de ese año llegamos a identificar más de 700 incendios diarios en todo el país.
Las regiones más afectadas eran las andinoamazónicas de San Martín, Huánuco y Amazonas. Aquellas de selva baja como Madre de Dios, Ucayali y Loreto figuraban también con un alto número de registros. Regiones con una alta presión sobre la tierra impulsadas por las quemas agrícolas y el deseo de ampliar la extensión de campos de cultivo y pastizales para ganadería. Sin brigadas antiincendios de respuesta rápida o recursos en las estaciones de bomberos locales, es casi imposible controlar un incendio forestal que rápidamente se extiende por los vientos.
Tres años después el escenario no ha cambiado. Enormes humaredas y olas de fuego se reportan a diario desde todo el país. Cientos de bomberos y personal antiincendios se despliegan principalmente en espacios de la transición andino amazónica: una región altamente accidentada y en esta época del año árida y con ausencia de precipitaciones.
Y es que según los expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) existe una clara tendencia a que cada año mayores extensiones de vegetación estén secas y que la incidencia de sequías en la época de estiaje sea mayor. El aumento de la temperatura cataliza la aridez de la vegetación: las plantas para regular su temperatura con la más elevada del ambiente liberan agua de sus hojas y tallos mediante transpiración, dejándolas más secas. A su vez, las alteraciones de los patrones atmosféricos generan amplias sequías o “veranillos”: la crisis climática ha desordenado las temporadas de lluvias, tan importantes para la agricultura tradicional y de secano.
En el Perú estos siniestros afectan principalmente áreas periféricas de centros poblados y urbes. Y es que en nuestro país hablar de incendios significa casi en su totalidad hablar de eventos ocasionados por humanos: según estimaciones del Ministerio del Ambiente (Minam), el 98 % de los incendios son generados por actividades humanas. De esta manera, espacios con un invaluable significado cultural o de biodiversidad son afectados. Entre ellos están por ejemplo el Santuario Histórico de Machupicchu o el Valle del Utcubamba en Amazonas. Este último un espacio colmado de endemismos y que figura dentro del Hotspot Andes Tropicales: una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo.
Al respecto, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) cuenta con el Plan de Prevención y Reducción de Riesgos de Incendios Forestales para el período 2019-2022. En este se reconoce la importancia de la capacitación y difusión de medidas preventivas, como el monitoreo para la prevención de incendios y la adecuación del marco legal acorde a las necesidades nacionales de los siniestros. Sin embargo, los recursos y metas del plan están en disonancia. Solo en el ámbito comunitario por ejemplo es un verdadero desafío capacitar y formar brigadas antincendios en las 3866 comunidades campesinas y 2159 comunidades nativas con las que cuenta nuestro país y donde los incendios y quemas son recurrentes. Brigadas que además deben estar en constante entrenamiento y bien dotadas de recursos.
¿Dónde centrar los esfuerzos como país?
La evidencia muestra que existen dos áreas en donde se deben fortalecer esfuerzos. El primero de ellos es la previsión y monitoreo en tiempo real de los incendios. Este proceso inicia con la identificación de la susceptibilidad de incendios en el territorio. Al respecto, el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred) elaboró un Escenario de Riesgo por Incendios Forestales, el cual continúa vigente y permitió identificar los espacios del país donde los esfuerzos de prevención deben focalizarse. Paralelamente, Serfor cuenta con el geovisor GEOSERFOR donde se monitorean en tiempo real los incendios. Sin embargo, sería clave descentralizar el manejo de estos centros de monitoreo así como la gestión de la información de escenarios de riesgos en los gobiernos locales. Estos centros de monitoreo deben nutrirse también de monitoreos a menor escala con el uso de drones, iniciativa que se está implementando con éxito en Chile, con el soporte de España.
Por otro lado, se encuentra el enfoque comunitario y de respuesta rápida ante incendios. Nuestro país solo cuenta con un equipo de respuesta rápida para mitigar incendios gestionado por Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) en la región Cusco. No existe una brigada especializada y equipada para atender emergencias de este tipo en el país. Y, si bien hay esfuerzos de parte de organizaciones de la sociedad civil para conformar brigadas locales antincendios, aún estamos lejos de que reciban un entrenamiento constante, cuenten con recursos, y estén articuladas con instituciones claves para atender incendios forestales como el Cuerpo General de Bomberos o el Ejército.
Un problema global
La intensidad y número de incendios están rebasando los esfuerzos y recursos de gran parte de los gobiernos. En Canadá, los incendios de este año no solo han agotado los fondos para combatirlos, sino que incluso tuvieron que recurrir a bomberos de Francia y Estados Unidos para colaborar con su extinción. En España en la primera mitad del año más de 65 mil hectáreas se quemaron. La zona ecuatorial de África que incluye a países como Tanzania, Congo, y Kenia registra cifras récord de incendios en visores de la NASA. Y en Hawaii hay más de 1100 desaparecidos tras los incendios forestales que arrasaron la isla de Maui, dejando con su paso más de $ 6000 millones en pérdidas en la ciudad.
¿Qué podemos hacer como ciudadanía activa?
Según el último informe del IPCC, el número e intensidad de fuegos se está elevando en todo el globo por el aumento de temperaturas ocasionadas por el calentamiento -o ebullición- global. Poblaciones, riqueza histórica y natural y la subsistencia de millones de personas y seres vivos está en grave riesgo. Y para evitar que este círculo vicioso nos empuje a vivir entre humaredas y destrucción necesitamos medidas globales y locales de similar intensidad. A continuación compartimos algunas medidas que como individuos y parte de comunidades podemos implementar para frenar el avance del fuego:
- Evitar cocinar al aire libre y si realizas fogatas cerciórate de apagarlas bien antes de retirarte.
- No realices quemas ni emplees fuego cerca a vegetación, especialmente si está seca. Antes de quemar materia vegetal, aprovéchala en generar compost.
- Ante un incendio forestal avisa a las autoridades y brigadas locales (de ser el caso) y ubícate en un lugar seguro.
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