[Opinión] Cusco y la conservación en su territorio / Por Marc Dourojeanni
martes 7 de agosto, 2018
Escribe Marc Dourojeanni[1]
Que Cusco es una región cuya naturaleza es tan espectacular como su pasado histórico eso lo sabe, literalmente, todo el mundo. Basta pensar en Machu Picchu, el Valle Sagrado de los Incas, el mirador de Tres Cruces y, más recientemente, en la Montaña de Siete Colores. Pero esas maravillas naturales son apenas una pequeña muestra de todo lo que ofrece esa tierra tan privilegiada que, quizá también por eso, fue escogida como sede del mayor imperio que existió en América del Sur. Ahora debe sumársele lugares ya reconocidos, como el Santuario Nacional Megantoni, la Reserva Comunal Machiguenga y las áreas de conservación regional Tres Cañones y Choquequirao, además de parte del Parque Nacional Manu. Más, otra vez, eso es poco en relación con lo que realmente hay. Por eso el Gobierno Regional del Cusco tiene un ambicioso plan para ampliar su sistema regional de áreas protegidas con 16 áreas adicionales que protegerían verdaderos tesoros naturales casi siempre asociados con otros tantos arqueológicos o culturales.
La finalidad de ese ambicioso plan es, por cierto, preservar paisajes únicos, así como la diversidad biológica que esas áreas contienen, al mismo tiempo contribuir a cuidar mejor el patrimonio arqueológico y, en algunos casos, también las peculiaridades tradicionales y culturales de los diversos pueblos que ocupan ese territorio. Obviamente, siendo el turismo una de las actividades principales de la región, un objetivo del plan es aumentar la oferta de atractivos para el turismo internacional y nacional. Eso permitiría aumentar la permanencia de los visitantes, lo que repercute directamente en más ingresos y empleos y, lo que es fundamental, beneficiando a pobladores de zonas más alejadas y desconcentrando las visitas que por ahora está muy focalizada en la ciudad de Cusco y alrededores, en el Valle Sagrado y en Machu Picchu. No menos importante es el hecho de que varias de esas áreas son fundamentales como reguladoras del régimen hídrico y de la calidad del agua que llega a las ciudades, villorrios y campos de cultivo.
Las áreas de conservación regional ya establecidas, Choquequirao y Tres Cañones, revelan la importancia y la dimensión de la tarea que el gobierno regional ha emprendido. Choquequirao, establecida en 2010, cubre 103 814 hectáreas en las provincias de La Convención y Anta. Además de conservar el entorno de las ruinas del mismo nombre, incluye ecosistemas radicalmente diferentes que se desarrollan entre los 1800 y los 6000 m.s.n.m., coronados por los nevados Sacsarayoc, Qoriwayrachina, Abuela y Padreyoc, y la vertiente occidental del nevado Salkantay. Esta área posee, pues, una enorme y aún poco conocida diversidad biológica. Ya recibe visitantes atraídos principalmente por las ruinas y por los paisajes absolutamente extraordinarios que el área ofrece. Tres Cañones[2], establecida en 2017 sobre casi 40.000 hectáreas, no se queda atrás. Ubicada en los distritos de Coporaque y Suykutambo de la provincia de Espinar, entre 3500 y casi 5000 m.s.n.m., aunque famoso por sus fenómenos geológicos espectaculares, contiene una excelente muestra de la flora (incluyendo Puya raimondii) y fauna propia de esas altitudes (vicuñas y tarucas incluidas). En ella se localiza un complejo arqueológico que, se cree, fue la capital de la nación K’ana. Pero hay muchas otras huellas del rico pasado de la zona. Los visitantes son unánimes en afirmar que es un lugar maravilloso.
El plan del gobierno regional considera declarar áreas de conservación regional en los siguientes sitios: Corredor Biológico Marcapata – Camanti (Quispicanchi), Ausangate (Canchis y Quispicanchi), Bosques de Polylepis de la Cordillera del Vilcanota, Humedal Lucre – Huacarpay, Bosques de Polylepis de la Cordillera de Vilcabamba, Rodales de Puya raimondii de Lares, Comunidad Villa Virgen, Nación Queros, Huachipaeri, Chuyapi, Pachatusan, Cuatro Lagunas (Pomacanchi), Cañón del Apurímac (Pacaypata), Urusayhua (La Convención), Lacco-Yavero y Pomancanchi (Sector Pumawasi). Los estudios y procesos para establecerlas están en estadios diferentes. Tres de esas áreas se encuentran en estado más avanzado: Marcapata – Camanti (cuya parte principal está en el distrito de Camanti o Quince Mil), Urusayhua y Ausangate. Las dos primeras, Kosñipata y Urusayhua, se encuentran típicamente en la Selva Alta y, en cambio, Ausangate, como su nombre lo indica, se encuentra en los altos Andes abarcando el nevado el mismo nombre y sus alrededores.
El esfuerzo de la Gerencia Regional de Recursos Naturales y Gestión del Medio Ambiente del Gobierno Regional del Cusco para materializar ese propósito, ha sido y es enorme. Los procesos para proteger formalmente esos patrimonios son largos y engorrosos y, por tanto, muy costosos. Además de los trabajos de campo que incluyen aspectos técnicos y propuestas de límites, así como los estudios de tenencia de la tierra, es preciso seguir paso a paso las exigencias de la consulta pública. Como se sabe, existe una razonable suspicacia por parte de los campesinos frente a las propuestas gubernamentales, aunque ellas les favorezcan. Por eso es preciso un gran esfuerzo para explicar a las comunidades el objetivo y los beneficios potenciales de establecer esas áreas protegidas. Es frecuente que, en el momento decisivo, en la misma asamblea final, se revelen intereses políticos o personales que alteran la buena marcha de la propuesta y que terminan mutilándola[3]. Entonces hay que reajustarla antes de someterla de nuevo y llevarla a Lima, donde el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) y el Ministerio del Ambiente (Minam) deben dar el visto bueno final que permitirá emitir el decreto supremo respectivo, lo que raramente hacen con la celeridad esperada. La Gerencia Regional dispone de personal calificado para hacer ese trabajo. Pero, como en el caso de todos los gobiernos regionales en estos tiempos de crisis, carece de presupuesto suficiente para encarar la inmensa tarea que se ha impuesto. Cuenta, por supuesto, con alguna asistencia técnica para algunas de las áreas, pero esta es siempre modesta. Por eso, los procesos demoran aún más que lo previsto en condiciones de financiamiento adecuado.
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Y después, como siempre, viene el aún más difícil y costoso tema del manejo del área. Se requieren nuevos estudios para el plan de manejo, e inversiones para las infraestructuras necesarias para su cuidado y en especial para la visitación. Es en esta etapa en que la participación de las poblaciones beneficiadas es esencial ya que mucho del esfuerzo de manejo efectivo puede, en realidad, reposar sobre ellas si es que los beneficios anunciados son reales. Por eso, los estudios económicos basados en visitación o turismo deben ser muy bien hechos, es decir, ser muy realistas. Además, deben incluir el análisis económico de los servicios ambientales, como la provisión de agua regular y limpia, para esas mismas poblaciones y otras aledañas. Nada nuevo en eso… pero raramente se hace.
Hay que reconocer que el gobierno regional no es el único en percibir la importancia de preservar muestras de la naturaleza cusqueña. El sector privado tanto como el comunal también lo han entendido. Por eso, el Cusco ya posee unas 20 áreas de conservación privada, algunas de las que ya son bien conocidas, estimulando la actividad turística a diversificarse, además de contribuir a la protección de espacios de belleza y biodiversidad especiales, complementando los sistemas nacional y regional de áreas naturales protegidas.
Todo indica, entonces, que en pocos años más y contando con el concurso de sus ciudadanos, el Cusco tendrá unos de los mejores y más tractivos sistemas de áreas naturales protegidas del Perú.
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