La sexta extinción
lunes 12 de octubre, 2009
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Escribe Claudia Cisneros / periodista
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“Nosotros somos el meteorito destructor”. Según el científico Edward O. Wilson, entomólogo e investigador de la Universidad de Harvard, en el transcurso de los últimos 450 millones de años ha habido grandes extinciones, la más familiar, la de los dinosaurios hace 65 millones de años, debido a un meteorito gigante, según consenso científico actual. La más grande, sin embargo, se cree sucedió durante el periodo Pérmico hace cientos de millones de años, muy probablemente también por un meteorito. “La vida se expande continuamente, y luego se elimina en gran parte”. Wilson señala que esto sucede cada 100 millones de años aproximadamente, tras lo cual, toma otros 10 millones de años restaurar una diversidad biológica.
Para el hombre de ciencia, los Homo Sapiens-Sapiens somos el siguiente gran meteorito camino a la eliminación de los seres vivientes en el planeta. Tenemos apenas 150 mil años de existencia y ya nos la hemos arreglado para poner en juego nuestra propia calidad de vida y supervivencia. Estamos, en opinión de Wilson, en las primeras etapas de la sexta extinción y somos los seres humanos los protagonistas y responsables de este cuello de botella, expresión que usa Wilson para describir nuestra “habilidad” para súper-poblar la tierra y destruir gran parte del entorno natural que nos mantiene. Una de las razones más poderosas, es que pensamos a corto plazo, en una o dos próximas generaciones, a lo sumo.
Pero las mismas armas que la especie humana usa para depredar, le han servido también para inventar, crear, construir, conocer, analizar, sopesar. Las mismas herramientas que le han valido al Homo Sapiens para hacerse un lugar privilegiado en la cadena alimenticia del orbe, superando sus debilidades físicas comparadas con astutos, feroces, veloces animales que otrora los amenazaba, esas mismas facultades: la del pensamiento, conciencia, códigos morales, organización social, el lenguaje y la comunicación, el deseo de supervivencia del grupo, tanto como la irrenunciable individualidad, nos han servido también para conocer lo que puede esperarnos en un futuro no muy lejano, si no aplicamos nuestras capacidades de análisis, reflexión, conocimiento y proyección futura para detener la contaminación del agua y aire, deforestación de los bosques tropicales, envenenamiento de la materia orgánica, la ambición por explotar recursos naturales y metales preciosos a cualquier costo.
Y es que como dice el filósofo naturalista, Daniel Dennett, somos el sistema nervioso del planeta. Por primera vez en millones de años de historia, la Tierra tiene “centinelas con la posibilidad y capacidad, única en el reino, no sólo de” anticipar peligros y problemas sino sobre todo, de prevenirlos, de hacer algo para evitarlos o por lo menos atenuarlos.
Durante años, los ecologistas fueron tildados de radicales, payasos y hasta terroristas. Sin embargo, fueron los primeros humanos organizados alrededor de la llamada “biofilia”, teoría que aduce que tenemos una disposición natural de dirigirnos hacia y de disfrutar nuestro entorno y por tanto de defenderlo.
Hoy en día, en un mundo regido por la economía como principal ideología sistémica, la ecología y el cuidado del medio ambiente han comenzado a ser tomadas en serio cuando los líderes mundiales han tomada conciencia de su impacto económico en las sociedades. Todos los días se destruyen bosques, se contaminan las tierras, escasea el agua, se raciona la electricidad, se envenena el aire que respiramos y esa destrucción le cuesta al mundo, un estimado de 33 trillones de dólares, según un equipo de biólogos y economistas que intentaron calcular hace algunos años el valor del mundo natural que destruimos cada año.
Sea por “biofilia” o “econofilia”, el objetivo debería ser el mismo para quienes caminamos de la mano de eros: que no nos convirtamos en el siguiente tanático meteorito que termine con esta especie que hizo tanto, y a la vez, tan poco.
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Fotografías: Thomas Muller / SPDA
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