Entrevista de Otto Alegre / Actualidad Ambiental
Justo Bancayán Pingo es pescador en la caleta La Islilla, en Paita (Piura), además uno de sus principales defensores de los recursos marinos frente a la amenaza que representa la pesca ilegal en la zona.
Justo es uno de los líderes de la zona y promueve no solo la pesca sostenible, sino además el turismo vivencial, la protección de la biodiversidad y, con ello, busca el desarrollo de su comunidad que aún no cuenta, por ejemplo, con servicios básicos como agua potable y desagüe.
Conversamos con Justo sobre su trabajo, su relación con el mar y su visión de desarrollo sostenible.
¿Qué tipo de pesca se hace en La Islilla?
Nuestra caleta es de pescadores netamente artesanales. Por eso, todo nuestro sistema corresponde al de la pesca artesanal. Es decir, usamos anzuelo, nylon y plomo. Algunos por ahí utilizan también la red, pero con una malla que no es depredadora. Acá lamentablemente el Estado no ha tenido mucha presencia, ni nos ha apoyado. Todo es en base a nuestro esfuerzo. Hay algunos que ya tienen sus pequeñas empresas, sus flotas. Otros están incursionando en otras actividades. Pero todo se debe al esfuerzo del pescador.
¿Qué tipo de pescados encontramos en La Islilla?
La cabrilla, mayormente, pero también otras especies como la cachema, el suco, la cojinova, el calamar, el bonito, la caballa o el congrio. Hay variedad de especies. Eso se debe a que nosotros nos esforzamos y defendemos el recurso, incluso exponiendo nuestras vidas. Nos defendemos de la depredación ocasionada por las embarcaciones bolicheras y las arrastreras que trabajan por este lugar. Este es un problema que tenemos desde muchos años pero que, últimamente, se ha incrementado. Todo esto debido a que hay un control mínimo por parte de las entidades encargadas.
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¿Usted siempre trabajó en esta caleta?
En algún momento tuve la oportunidad de emigrar y trabajar en la pesca industrial. Allí vi cómo se llegaban a adquirir flotas de cuatrocientas a seiscientas toneladas. Noté cómo la sardina, que antes tenía un buen tamaño, después se conseguían en tallas más pequeñas. Esa experiencia me ayudó. Gracias a eso, ahora puedo luchar y poner en debate las cosas que he visto. Por eso regresé a la pesca artesanal, la que practiqué desde mis inicios. Esa pesca que me llena de orgullo y es la base de la alimentación de un país.
¿Cómo se sintió al volver a La Islilla luego de trabajar tantos años fuera?
Al regresar, justamente, había adquirido una pequeña embarcación, una chalanita. Venía navegando con uno de mis hermanos, que ya ha fallecido. Justo cuando doblaba en dirección a la caleta se escuchaba una canción criolla: “Todos vuelven”. Ese es el sentimiento que nos dio al regresar nuevamente a mi lugar de origen. Me enorgullece ser de La Islilla.
¿Qué proyectos específicos han trabajado en relación a la pesca artesanal?
Acá no tenemos ninguna embarcación bolichera, ni de arrastre. Todo es pesca artesanal. Así estamos demostrando que este tipo de pesca es rentable económicamente, y puede ayudar a que el recurso sea sostenible.
Quizá el Estado no ve el aporte directo de nuestro trabajo, pero este trabajo es importante porque somos el sustento de un país. El pescado llega a todos los mercados, a nivel nacional: gracias a pescadores artesanales del norte y sur del país. Pero la mayor concentración de la pesca artesanal para consumo surge justamente de las zonas norteñas: de Piura y Tumbes. Ahí tenemos el setenta por ciento de biodiversidad de especies hidrobiológicas.
Con nosotros hay posibilidad de una pesca sostenible. Si agarramos un pez pequeño, ese pez tiene la opción de que vuelva a caer al mar y siga creciendo. Eso no sucede con las bolicheras y las arrastreras, porque todo lo pequeño o se va a procesar a la harina de pescado o lo terminan, aunque muerto, tirando al mar.
¿Cómo se inicia su relación con el mar?
Desde muy chico, mis padres me inculcaron la pesca. Se puede decir que la heredamos, como actividad. De niños practicamos en las rocas, posteriormente en balsas chiquitas y, así, hasta hacer nuestro ingreso al mar. Recién cuando teníamos 14 o 16 años tomábamos algunas de las enseñanzas de nuestros padres y hacíamos nuestro trabajo en el mar.
¿Tiene algún recuerdo particular de cuando empezó a pescar?
Bueno recuerdos hay muchos, pero a veces pescar algo grande también es sensacional. Acá, la mayor satisfacción que alguien puede tener es por haber pescado un mero. Eso es algo que no se da todos los días. Tener la oportunidad de cazar un mero es lo máximo.
¿Cuál es tu relación con el mar ahora?
Nuestra relación con el mar es bastante fuerte porque es nuestra fuente de recursos, tanto para nuestra alimentación como para la sostenibilidad económica de nuestras familias. Por eso es que nuestra responsabilidad con el mar es grande, tratamos de preservar los recursos que ayudan no sólo a nuestras familias, sino que son el alimento de toda la población, de todo un país.
¿Cómo describiría a la Isla Foca?
Para mí, la Isla Foca es lo máximo. Es como una bendición de Dios. Una maravilla natural, de verdad. Ahí encontramos toda la variedad de la fauna marina. Tenemos aves, lobos marinos, pingüinos. En el caso del turismo, hay personas que hacen buceo, y disfrutan observando la naturaleza bajo del mar. Toda una maravilla. Si lo que todos buscamos es un mar sostenible, a su parecer: ¿qué actores deberían estar involucrados en este cambio?
La ley dice que la pesca artesanal está protegida por el Estado dentro de las cinco millas, mientras que el boliche debería estar fuera de ellas. Pero esta ley no se cumple. Por eso nosotros proponemos hacer comités de vigilancia locales. Nosotros estamos dispuestos a apoyar.
El sistema debería ser más transparente.
Sí. Se debe actuar dentro de la legalidad. Porque hay leyes, pero no se actúa.
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