- Víctor Rojas Quispe fue reconocido este año como “Guardaparque Ilustre” por el Premio Carlos Ponce del Prado. Su vocación de servicio y su inquietud por la investigación lo han llevado a escribir el libro Memorias de un Guardaparque, que espera pronto publicar.
Por Jaime Tranca / jtranca@spda.org.pe
Ser guardaparque en el Perú es una tarea sacrificada, no solo por el peligro que a veces conlleva esta actividad sino también porque implica, en algunas ocasiones, alejarse de la familia y de los amigos por un buen tiempo. Sin embargo, también es una labor que trae muchas satisfacciones, según nos cuenta Víctor Rojas Quispe, quien hace poco fue reconocido como “Guardaparque Ilustre” por el Premio Carlos Ponce del Prado.
Hace 28 años, don Víctor decidió ejercer esta labor en el departamento de Junín. Su paso por diversas áreas protegidas le han permitido ver los cambios positivos en la zona, aunque para ello ha tenido que pasar por muchos obstáculos: la falta de comunicación con la población local, la poca participación de la ciudadanía, las actividades ilegales y hasta el terrorismo. Ahora el panorama es distinto y esto se logró gracias a personas que, como él, nunca dejaron de creer que el cambio era posible.
En el Día del Guardaparque, conversamos con este ilustre protector de la naturaleza para que nos cuente cómo fue su acercamiento a esta actividad que considera su vocación, qué labores realiza en las áreas protegidas de Junín, cuáles han sido las mayores satisfacciones que ha tenido protegiendo nuestra biodiversidad y, finalmente, para hablar sobre su libro Memorias de un Guardaparque, una obra donde ha plasmado sus vivencias y sus hallazgos de investigación a lo largo de las últimas tres décadas.
¿Cómo y cuándo inició su labor de guardaparque?
Antes de ser guardaparque yo trabajaba como jefe de Logística en la autoridad forestal, desde 1984. Ya en el año 1992, cuando hubo reducción de personal, pasé a ser guardaparque de la Reserva Nacional de Junín, el Santuario Nacional de Huayllay y el Santuario Histórico de Chacamarca.
Yo me incliné para guardaparque porque tengo formación militar y también estudios de Educación. Mi prioridad fue ser guardaparque pero no pensé en los obstáculos que iba a tener al administrar estas tres áreas. Por ejemplo, para trabajar en el lago de Junín tenía que estudiar la extensa diversidad biológica por mi cuenta. Cuando me pasan a Huayllay, igual, tenía que estudiar geología. Lo mismo sucedió cuando llegué a Chacamarca, donde tuve que estudiar sobre la Batalla de Junín, así como la flora y fauna silvestre de la zona.
¿Cómo encontró estas áreas cuando llegó como guardaparque?
Eran una calamidad. Estoy hablando de 1992. Tuve que trabajar bastante para concientizar a la gente sobre los trabajos que iba a realizar, pero no fue nada fácil. Toda esa historia lo relato en mi libro Memorias de un Guardaparque, que terminé de escribirlo en agosto, en plena pandemia, luego de diez años.
Tuvo que estudiar para poder conservar mejor estas áreas protegidas. ¿Realizó estos estudios por su cuenta o recibió algún tipo de apoyo?
Las áreas que te menciono son lugares alejados, donde no hay universidades o colegios. Entonces, yo tenía que comprarme libros, folletos, todos los manuales posibles. Estos estudios los hice por mi propia cuenta debido a la desolación del lugar. La investigación fue por inquietud personal. A mí como guardaparque no me exigían hacer investigación, fue iniciativa propia.
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Según su experiencia, ¿cuáles son las características que debe tener un guardaparque?
Primeramente, un guardaparque debe tener mística, responsabilidad y disciplina. Debería gustarle el trabajo que realiza en campo, porque yo conozco a muchos amigos guardaparques que únicamente viene por inercia, de repente por tener un trabajo, y no sienten esta labor como se debe. Por ejemplo, desde que yo inicié trabajo en un 98% en campo y solo 2% me dedico a bajar mis datos en la computadora. Por eso, hay que tener mística, dedicación y amor a la naturaleza, tienes que convivir con la naturaleza. Si no convives con la naturaleza, no puedes trabajar de verdad, no puedes enseñar y ni siquiera puedes ser un guardaparque.
¿Qué necesidades tiene un guardaparque actualmente?
Si hablamos del Estado, no hay que confiar en que siempre te va a proporcionar equipos, buenos uniformes o una logística para poder trabajar. Nosotros nos adaptamos al momento y a la realidad, a veces hasta poniendo de nuestros peculios. Yo no espero mucho del Estado. Por ejemplo, para escribir mi libro he tenido que comprar mi propia cámara fotográfica y con ello he podido investigar y trabajar.
Se habla mucho de la creación de una Escuela de Guardaparques, ¿qué opina sobre ello?
Bueno, la Escuela de Guardaparques tiene como diez años en proyecto, pero no se concretiza y tal vez en los siguientes años tampoco se va a concretizar. Todo ha quedado en papeleo, en idea nada más. Sería muy bueno tener esa escuela porque con ella se capacitaría a los guardaparques sobre su trabajo y la naturaleza. Muchos llegan sin esos conocimientos. Hace cuatro o cinco años teníamos capacitación constante, dos veces al año, pero ahora carecemos de ello. Necesitamos conocer además sobre nuevas tecnologías.
¿Cuál es la diferencia más resaltante que encuentra entre ser guardaparque en la época en que usted ingresó y en la actualidad?
Entre 1984 y 1996, los guardaparques permanecíamos bastante en nuestro puesto de control, trabajando físicamente con la naturaleza, sin la tecnología de ahora como los celulares o las computadoras, solo una máquina de escribir. Nuestra labor era al 100% campo. Teníamos capacitación, concientización de la población. Ahora a veces se ve que el mismo guardaparque no va a campo y se quedan en las computadoras. Ha cambiado bastante el trabajo de campo.
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En los últimos años se ha reportado amenazas y agresiones a guardaparques. ¿Usted lo ha sufrido también?
Cuando yo empecé en las tres áreas protegidas que menciono he sufrido bastante porque las comunidades no me querían ver para trabajar en conjunto. Mi táctica ha sido convivir con ellos en las comunidades, día y noche. Solo así, cuando se acostumbraron a mi presencia y veían que yo no era un estorbo sino que iba a enseñarles, recién me aceptaron. Al principio me querían echar, me decían que no querían a gente del Estado, que nunca habían trabajado con guardaparques. Sin embargo, hasta ahora tenemos problemas con algunas personas que no nos valoran, piensan que somos un estorbo para ellos. A veces no somos muy bien vistos por la población, ni por los usufructuarios, a veces nos toman como enemigos, pero no lo somos, somos todo lo contrario. Pero algunos no entienden eso.
Cuando empezó como guardaparque, ¿tuvo problemas con grupos como Sendero Luminoso?
Por supuesto. Cuando llego a laborar a la Reserva Nacional de Junín había mucho terrorismo en la zona. Incluso me topé con muertos en diversos lugares, pero no me amilané. Yo soy militar, yo iba a trabajar con mi armamento. Una vez me tocaron la puerta, me preguntaron por qué vivía solo y si no tenía miedo morir, y les dije que no, que no tenía miedo. Yo he trabajado con ese entorno.
El guardaparque muchas veces permanece buen tiempo alejado de sus seres queridos. En su caso, ¿qué opina su familia de su labor?
Bueno, la verdad yo he descuidado mucho a mis hijos. Pero no es que los haya abandonado, sino que físicamente, presencialmente, tuve bastante descuido. Hasta perdí mi hogar con la primera esposa que tuve, justamente por ser guardaparque. Mi pecado ha sido ser guardaparque. Yo más he estado en el campo, con las capacitaciones, con las comunidades y poco iba a mi casa. Sin embargo, a mis hijos siempre les he correspondido, les he dado mi apoyo hasta ahora, aunque ya son todos profesionales.
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¿Cuál es la mayor satisfacción que ha encontrado como guardaparque?
Actualmente, mi satisfacción es que he cumplido con identificar todas las especies de mi jurisdicción y he podido enseñarlo a la población. Todo ello lo he plasmado en un pequeño libro. Yo tengo identificado todas las especies tanto en Junín como en Cerro de Pasco. Esto fue por mi propia inquietud para investigar a las especies de todo tipo, como insectos, mamíferos, flora, aves, todo lo relacionado a biodiversidad. ¿Con qué fin? Bueno, yo me dedico a la Educación Ambiental por más de 25 años en las tres áreas protegidas, y quería tener un libro para poder enseñar todo ello a los más jóvenes, tanto en escuelas como universidades e institutos que tenemos en Junín y Pasco. Esto no lo hice por recibir algún premio, pero quizás por ello también me reconocieron con el Carlos Ponce.
¿Dónde se puede conseguir su libro?
Aún no he tenido la capacidad económica para poder imprimirlo. Por ahora solo lo comparto por correo electrónico, CD o USB, entre amigos y conocidos. En el libro está toda mi vida escrita, cómo estaban las áreas protegidas antes y cómo están en la actualidad.
¿Qué consejo les daría a las personas que quieren ser guardaparques o que recién han empezado en esta actividad?
Yo les diría que se dediquen bastante a la conservación de la biodiversidad, a enseñar a la población, a los jóvenes, niños y adultos. Les diría también que no se queden como un simple guardaparque, sino que investiguen porque hay mucho que investigar, mucho por hacer en la naturaleza, en el campo. Que investiguen, que enseñen y que conserven nuestras áreas protegidas para beneficio de toda la humanidad y de las próximas generaciones.
Dato:
- Actualmente, don Víctor Rojas necesita contar con los recursos económicos para poder imprimir su libro Memorias de un Guardaparque. Para cualquier tipo de apoyo, lo pueden contactar a través del teléfono: 964437775.
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