Escribe Marc Dourojeanni / Profesor Emérito de la Universidad Nacional Agraria La Molina
¿Quién es Flavio Bazán Peralta? De la legión de ambientalistas, ecologistas y naturalistas y, asimismo, de ecólogos, biólogos, ingenieros forestales y ambientales, geógrafos, abogados y periodistas ambientales entre otros profesionales del ramo, que gracias a Dios hoy existen en el Perú, deben ser muy pocos los que saben quién es ese señor. Ocurre que no es exactamente gracias al Supremo Hacedor que hoy esas vocaciones y profesiones se desarrollan y prosperan. Si cabe atribuir a un hombre la esencia del mérito de ser el originador del movimiento ambiental peruano, ese es incontestablemente Flavio Bazán, que el 10 de mayo de este año ha cumplido, con la discreción acostumbrada y apenas en compañía de su familia, cien años de edad.
Preguntados sobre los grandes iniciadores del ambientalismo peruano muchos dirán: Antonio Brack. Otros citarán a Carlos Ponce o Manuel Ríos y quizá recuerden a Pablo Sánchez o a Salomón Vílchez y hasta puede ser que alguno cite al autor de esta nota. Muchos otros quizá mencionen personalidades de generaciones más recientes como Jorge Caillaux, Mariella Leo, Gustavo Suárez de Freitas, Bárbara d’ Achylle, Manuel Pulgar-Vidal, Pedro Vásquez y hasta puede haber algún mal informado que cite a Felipe Benavides. Pero ninguno de esos personajes, hubieran hecho lo que hicieron si Flavio Bazán no les hubiera abierto y mostrado el camino.
Flavio Bazán nació en Cajamarca un 10 de mayo de 1918. Se graduó como ingeniero agrónomo en la Escuela Nacional de Agricultura de La Molina en 1942 y como magister en forestería en la Universidad de Michigan en 1944. Fue el primer forestal profesional del Perú. Su vida profesional activa duró ininterrumpidamente por seis décadas. No cabe, en este homenaje, entrar en detalles sobre las inúmeras contribuciones de Bazán.
Basta decir que entre sus obras más conocidas está haber sido el promotor de la primera ley forestal peruana (1963), incluyendo en ella la primera legislación sobre áreas naturales protegidas; haber creado el primer servicio forestal del Perú (1961) con mucha autonomía y consiguiendo una gestión eficiente de los recursos forestales mediante distritos forestales; ser el principal promotor así como decano fundador de la primera facultad de Ciencias Forestales del Perú en la Universidad Agraria (1963), donde ya era maestro de muchas generaciones de agrónomos; haber inaugurado el manejo forestal sostenible, especialmente en los bosques nacionales de Iparía y von Humboldt; haber creado y dirigido en los años 1950 el mayor programa de reforestación en la Sierra que ha existido hasta la fecha; haber lanzado y mantenido por décadas el primer gran programa de identificación botánica de la flora amazónica. También impulsó la investigación científica cuando creó el Instituto Nacional de Investigación Forestal y lanzó la Revista Forestal del Perú y cuándo apoyó la construcción de la Estación Ecológica de Cocha Cashu, en el Manu.
Lo anterior es lo grueso. Lo que se sabe menos es que él fue el inspirador y el artífice de la creación y de la protección inicial de la Reserva Nacional de Pampa Galeras y en gran medida del Parque Nacional del Manu, que él sugirió sea protegido y, otra vez, cuando consiguió doblar la oposición del presidente Fernando Belaúnde para su reserva previa. Bajo su gestión se declaró la primera reservación de la hoy Reserva Nacional Pacaya Samiria. El primer curso de guardaparques del Perú y varios subsiguientes se hicieron con recursos provistos por Bazán, quien asistió a la entrega de diplomas. Cuando Bazán y sus colegas establecieron millones de hectáreas de bosques nacionales asimismo sentaron las bases, protegiendo esos lugares, para el establecimiento de muchas de las áreas naturales protegidas de la actualidad. Luego, aunque en la época eso no era moda, él facilitó y apoyó incondicionalmente los trabajos de Paul Pierret y de otros que en esa época planeaban el sistema nacional de áreas protegidas. Y fue Bazán quien empleó a Carlos Ponce en el Servicio Forestal en 1967 y quien desde 1959 dio facilidades a quien escribe para hacer investigación sobre insectos forestales. Pero esos son sólo ejemplos. Una lista de los aportes directos e indirectos de Bazán a la conservación de la naturaleza del Perú llenará muchas páginas.
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En síntesis, Bazán fue el pionero de la forestería y del ambientalismo en el Perú. Se ocupó al mismo tiempo de los aspectos políticos y legales, de la formación de los profesionales y técnicos, de la gestión del recurso que bajo su periodo fue insuperable, de las buenas relaciones entre la industria y el Gobierno para mejor uso del bosque. Él está atrás de absolutamente todo lo que ocurrió en el campo de los recursos naturales renovables en las casi tres décadas transcurridas entre 1944 y 1960 y volvió a intervenir en la década de 1980. En el interludio se desempeñó en otros países, como cotizado experto internacional.
¿Y por qué se le conoce tan poco? Pues porque, aunque siendo tanto un técnico respetado y admirado como jefe eficiente y severo, él que siempre privilegió el trabajo en el campo, también fue una persona extremamente discreta, gentil y, asimismo, generosa, prefiriendo que otros reciban reconocimientos que en esencia le correspondían. Además, Bazán se desempeñó en la época en que no existía la Internet y en que la información era escasa y lenta y, como ejecutivo que era, escribía poco. Y, cabe añadir que los peruanos de los tiempos modernos creen que no tienen nada que aprender del pasado. Por eso, a pesar de la trascendencia de su trayectoria profesional Flavio Bazán es poco conocido. Esta nota sólo pretende recordar el personaje y su importancia para comprender mejor lo que hoy ocurre en el Perú.
Quien escribe, como permea de lo anterior, tiene una deuda de gratitud impagable con ese personaje. No fue el único a quien el autor debe gratitud. También tuvo algunos maestros inolvidables. Pero la deuda con Flavio Bazán no es sólo de quien escribe. Esa deuda es de todos los peruanos que, sin saberlo, viven mejor gracias a los esfuerzos de ese serrano bajito, delgado, modesto pero de voz gruesa aunque poco hablante, cuyas obras tanto como su sonrisa encantadora iluminan hasta ahora.
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