Escribe Pedro Solano / Director ejecutivo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental
@PedroPsolano
Madre de Dios debe ser el lugar con el nombre más imponente, poético y mágico en el universo. Qué otra cosa podría evocar lo más sagrado y hermoso sino la propia madre del creador. Resulta entonces muy simbólico que una región con ese nombre reciba este 2018 por primera vez al Papa, al representante de Dios en la tierra según la Iglesia Católica. Este lugar especial queda en la Amazonía del Perú y es efectivamente mágico, glorioso y exuberante. Allí coexisten las áreas protegidas más emblemáticas como Tambopata y el Manu con culturas indígenas milenarias como los Harambuk, Mashiguengas y Ese’eja. Algunos de estos pueblos indígenas viven en aislamiento voluntario o contacto inicial y el Estado peruano los protege legalmente a través de reservas Indígenas.
Madre de Dios es, sin embargo, una tierra de contrastes donde conviven pobreza y abundancia, injusticia y recompensa, misterio y realidad, violencia y remanso.
La visita del Papa de este 19 de enero a Madre de Dios está muy motivada por su interés en la Amazonía y en los pueblos indígenas. El Papa sabe que la Amazonía y los pueblos indígenas que la habitan sufren, y lo ha expresado así en su encíclica Laudato Si’. En su reflexión, nos invoca a proteger nuestra casa común y a enfrentar con decisión el cambio climático, la cultura del consumo y la degradación ambiental.
El Papa sabe de los problemas de Madre de Dios, de sus 50000 has. deforestadas por la minería ilegal, de la trata de personas especialmente en niñas, de la violencia y el sicariato, de la contaminación de aguas y peces, del mercurio en la sangre de la gente, del abuso y la impunidad.
En este contexto, cobra total sentido el Pacto de Madre de Dios para la Justicia Ambiental en el Perú. Este compromiso –que es fruto del esfuerzo común de distintas instituciones del Estado, encabezadas por el Poder Judicial, y varias organizaciones civiles- busca generar acciones concretas para avanzar en la agenda de Justicia Ambiental. Esto incluye completar una adecuada normatividad, fortalecer las instituciones públicas y privadas, garantizar el acceso a la información, participación y justicia, generar transparencia y fortalecer capacidades para el ejercicio de los derechos ciudadanos y la defensa de los mismos.
El Pacto ya cuenta con más de un centenar de adhesiones y los compromisos han empezado a implementarse. Por ejemplo, el Poder Judicial ha anunciado que Madre de Dios será sede del Primer Juzgado Ambiental Especializado en materia ambiental en el 2018. Asimimo, en noviembre último se realizó el Primer Congreso Internacional de Justicia Ambiental en Puerto Maldonado y cientos de jueces y fiscales del Perú, Brasil, Colombia, Ecuador y Chile acudieron a la cita. Allí quedó en claro la altísima necesidad de impulsar esta agenda.
Avanzar en la agenda de justicia ambiental debe ser un objetivo de todos: gobierno y sociedad civil, sector privado y medios de comunicación. La precariedad de nuestra institucionalidad nos deja claro que las leyes por sí solas no transforman la sociedad.
El Papa, bajo el lema unidos por la esperanza, nos llama a juntar esfuerzos para construir un futuro mejor y resolver las contradicciones enormes que se viven en este rincón del Perú. No es lógico pensar que la tendencia actual de degradación ambiental y humana en Madre de Dios pueda conducirnos a ese futuro mejor, al menos no para quienes aspiran vivir allí. Que el legado de la visita del Papa sirva para que cada uno de nosotros ayude a revertir esa tendencia. Fortalecer la justicia ambiental significa procurar la promoción del desarrollo dentro de la interculturalidad, la gobernanza y la legalidad. Es decir: trabajar sobre los temas de fondo del país.
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