El aguaje: un fruto con historia y potencial comercial
miércoles 11 de diciembre, 2024
- El aguaje es uno de los frutos más consumidos en la Amazonía. Actualmente, diversas comunidades de la región Loreto recolectan el fruto para incrementar sus ingresos económicos familiares, pero se enfrentan con diversos obstáculos para el aprovechamiento sostenible de este recurso debido a dificultades para acceder a un mercado formal.
El uso tradicional del aguaje data de mucho tiempo en la Amazonía. Diversos pueblos indígenas de Colombia, Ecuador y Perú han consumido este fruto crudo, cocido o fermentado, destacando que el contenido de proteína es parecido al del maíz. Por ello, este fruto forma parte importante del consumo de proteínas de muchas poblaciones amazónicas y es una alternativa para la seguridad alimentaria. Sin embargo, a pesar de su alta demanda, la comercialización del aguaje enfrenta varios desafíos que afectan tanto la economía de las comunidades recolectoras como la sostenibilidad del recurso.
En Perú, los aguajales conforman al menos el 14 % del territorio del departamento de Loreto. Estos ecosistemas que brindan importantes servicios ambientales albergan a la palmera de aguaje (Mauritia flexuosa), de la cual se extrae el fruto del mismo nombre. Diversas comunidades de Loreto realizan esta labor, en donde parte del aguaje extraído es para el autoconsumo de las familias, y otra se destina para la venta.
Los meses de junio, julio, agosto y septiembre son los de mayor producción de aguaje y por tanto los de mayor venta de este fruto. Sin embargo, desde hace algunos años las comunidades recolectan y venden el aguaje inmaduro y con distintos tamaños en pequeñas cantidades durante todo el año. ¿La razón? Se estima que la creciente necesidad económica de las familias los lleva a vender los frutos incluso si no han crecido o madurado lo suficiente.
El camino del aguaje
Luego de que el aguaje es cosechado, los sacos son llevados a las comunidades para su maduración. Para venderlos, primero deben ser transportados por vía fluvial a la ciudad de Nauta o Iquitos. La distancia de estas comunidades nativas hacia la ciudad de Nauta, por ejemplo, es en promedio seis horas, a las que se debe agregar además el tiempo promedio de desplazamiento desde las comunidades hacia los aguajales, que es de aproximadamente una hora.
Las comunidades venden el aguaje como fruto fresco en sacos de entre 30 a 40 kilos. En algunas zonas el fruto es demandado por un acopiador local o por uno que trabaja directamente con un vendedor mayorista. En ciertas comunidades, la venta se realiza directamente con el mayorista, quien al recibir el fruto verde lo distribuye a comercializadores del fruto, vendedores de masa y transformadores artesanales, tanto formales como informales, que elaboran productos derivados no tradicionales como yogures, mermeladas y compotas, entre otros.
De cada palmera se obtienen aproximadamente 290 kilos de aguaje al año, con lo que se estima que en un sistema natural de aguaje cada hectárea puede tener un rendimiento de 6.1 toneladas en el mismo periodo. Una buena oportunidad de generar ingresos para las familias de estas comunidades nativas pertenecientes al pueblo originario de los kukama kukamiria, a las que el aguaje aporta como sustento económico. Sin embargo, la venta del aguaje se realiza en condiciones precarias debido a la falta de un mercado estructurado que no les permite obtener precios justos por este superalimento.
Al ser los rematistas o mayoristas quienes asumen los costos de transporte para trasladar el aguaje por vía fluvial, también son ellos quienes fijan el precio de compra del producto. Como resultado, los recolectores de las comunidades nativas reciben precios bajos por su trabajo, mientras que los intermediarios o rematistas revenden el fruto con márgenes mucho más altos en los centros urbanos. Esto perpetúa un ciclo de pobreza en las comunidades y ejerce una presión constante sobre los ecosistemas, ya que muchas veces el aguaje se obtiene mediante la tala de las palmeras.
Un camino hacia el futuro más sostenible es posible
La falta de acceso a mercados formales y la ausencia de asociaciones o cooperativas constituidas ha llevado a las comunidades nativas a recurrir a la venta individual del aguaje. Esto les ha impedido obtener contratos estables que les permitan negociar precios justos por su trabajo, limitando su capacidad para aprovechar el aguaje y su potencial como fuente de desarrollo económico y de conservación ambiental. Sin esta conexión, resulta difícil mantener la motivación para un uso responsable del recurso.
Para revertir esta situación y convertir al aguaje en un verdadero motor de desarrollo económico, el país cuenta con instrumentos que permiten formalizar el aprovechamiento, como los permisos forestales para comunidades nativas o campesinas, que constituyen un derecho que se le otorga a la comunidad para que a través de una Declaración de Manejo (DEMA) se pueda planificar el aprovechamiento sostenible de recursos de baja intensidad en actividades comunitarias, en el marco de la Ley Forestal y de Fauna Silvestre y sus reglamentos. No obstante, las comunidades evidencian que es necesario mejorar la herramienta para hacerla acorde a la realidad y simplificar los trámites para contar con un permiso de aprovechamiento
“El contenido de las DEMA debe permitir que las comunidades puedan llenarlas y proyectar sus actividades de aprovechamiento bajo un enfoque de gobernanza comunitaria, simplificación, interculturalidad y costo-efectivo. Por ejemplo, la norma solicita que los puntos que delimitan la unidad de manejo forestal, deben ser georreferenciados, sin embargo, esto es complicado para muchas comunidades que no necesariamente cuentan con equipos o capacidades”, señala Luis Zari, especialista legal del Programa Bosques y Servicios Ecosistémicos de la SPDA.
Aunque bajo lo establecido en la DEMA la extracción de aguaje se realiza de forma manual, respetando los ciclos de regeneración de la especie, es necesario además implementar mejoras para formalizar la cadena productiva y acceder a mercados diferenciados que valoren los productos amazónicos y el esfuerzo de la gestión sostenible. La sostenibilidad económica del aguaje depende de la capacidad de las comunidades para acceder a mercados formales. Con estas medidas, la viabilidad del manejo sostenible sería más probable.
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