Escribe Alfredo Gálvez / Programa de Conservación de la SPDA
El tráfico y el comercio ilegal de especies a nivel mundial se vienen incrementando debido a la creciente demanda en mercados como el asiático y el europeo. Lo que está en juego no es solo la pérdida de estas especies sino también la destrucción de hábitats y de ecosistemas. Por lo tanto, su reglamentación y protección requiere de grandes esfuerzos por parte de organizaciones y de la cooperación internacional, habida cuenta de que existen especies aún desprotegidas de esta explotación desmedida.
En el año 1975 el Perú firmó la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), cuya finalidad es velar por que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para su supervivencia. La convención CITES busca controlar y regular los flujos comerciales de flora y fauna silvestre de especies amenazadas. Sin embargo, en muchos casos la misma convención se ha convertido en una organización disfuncional que promueve la liberalización comercial y socava sus objetivos sobre conservación. El ejemplo más sobresaliente es el de los elefantes y el mercado mundial de marfil.
Hoy en día las cifras son alarmantes y debemos prestar especial atención al problema. Más de 500 especies de fauna y flora a nivel mundial corren el riesgo de extinción. Solo en el ámbito marino, para el caso de los tiburones y rayas, existe una gran demanda de sus aletas, carne y branquias, de manera que sumado a las pobres medidas de protección que se han venido adoptado hasta el momento, la población mundial de estas especies marinas ha disminuido en más de un 70%. Es por ello que en estos días se viene desarrollando la reunión de las partes de la Convención CITES, que empezó el 24 de septiembre y culminará 5 de octubre en Johannesburgo, Sudáfrica, la cual constituye un punto crucial en la abolición del tráfico y comercio ilegal a nivel internacional, así como en una mayor protección de especies marinas aún no contempladas por la Convención, como el tiburón zorro (Alopias), el tiburón sedoso (Carcharhinus falciformis) y la manta móbula (Mobula).
Lo importante a resaltar de todo esto es que el valor de las especies vivas puede ser mucho mayor que cuando se comercializan en productos y subproductos. Por ejemplo, en lugares como Fiji, el valor estimado que generan los tiburones por concepto de turismo de buceo es de 42.2 millones de dólares por año. Así como este claro ejemplo del gran valor económico del turismo basado en tiburones, tenemos otros modelos de importancia a nivel internacional:
En Johannesburgo el tiempo parece detenerse, como la lenta agonía de estas valiosas especies que son cazadas día a día, mientras se discute su suerte. Si no se logra abolir el tráfico y el mercado ilegal a nivel mundial, así como su incorporación dentro del marco de protección de esta Convención, muy pronto las veremos en los primeros puestos de las listas de la extinción.
<Espacios de conservación marina y su importancia a nivel mundial>
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