[Crónica] El valle del Sondondo: Refugio de cóndores (II)
lunes 3 de septiembre, 2018
Texto y fotos: Enrique Angulo Pratolongo
Regresé al valle ayacuchano del Sondondo. Esta vez tomé otra ruta. Me fui por avión a Huamanga, para de ahí enrumbar por carretera hacia Cangallo y a Querobamba (en la parte alta del valle) y luego a Andamarca (en la parte baja). Pude conocer así una zona realmente hermosa e interesante del departamento de Ayacucho y recogí, en la parte alta, impresiones de gente que también interactúa con el cóndor andino (Vultur gryphus) del valle del Sondondo. Con ello, ya cuento con dos miradas distintas en torno su conservación en esta magnífica parte del país.
[Lee aquí la crónica anterior]
Pude volver a este valle interandino gracias al apoyo del Programa de Desarrollo Económico Sostenible y Gestión Estratégica de los Recursos Naturales en las regiones de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica, Junín y Pasco (PRODERN). Esta vez hice el viaje con Doris Rodríguez, especialista del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), con Emilio Cruzado, especialista de PRODERN y con William Ayala, director de la Dirección Forestal y de Fauna Silvestre del Gobierno Regional de Ayacucho.
Tras aterrizar en Huamanga, nos fuimos al zoológico La Totorilla de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. La idea era ver cómo le iba a un ejemplar de cóndor andino hembra joven que estaba allí en cuarentena, dado que fue rescatado a mediados de junio, justamente cerca del anexo de Mayobamba, en el distrito de Chipao, donde realizamos el primer taller para la conservación de esta ave. El ejemplar fue encontrado aturdido a orillas del río Mayobamba y fue puesto a buen recaudo por pobladores locales.
En un inicio se pensó que había sido envenenado, pero luego se determinó que se habría estrellado contra los cables de media tensión que están en el valle en la zona del mirador. Felizmente, el ave goza de buena salud y debería ser liberada pronto. En el zoológico ha recibido una muy buena atención y tal como vi, ya está esperando el momento de regresar con los suyos. Aprovechamos para recorrer este recinto ayacuchano que alberga también en cuarentena a diversos especímenes de nuestra fauna silvestre que han sido decomisados por tenencia ilegal.
“(…) se reconoce la presencia del cóndor, se sabe que podría ser una opción mediata para el turismo, que es importante biológicamente y que es una especie emblemática y ancestral.”
Esos loros, búhos, zorros, pumas, halcones, monos y otros ejemplares nos muestran que el tráfico ilegal de fauna silvestre atenta contra nuestra diversidad biológica y que los zoológicos cumplen un rol importante en la gestión de fauna silvestre, pues, entre otros y con su escaso presupuesto, permiten albergar animales hasta que se decida su suerte. Muchos de ellos (por no decir, casi todos) no podrán regresar a su hábitat natural. Algunos tal vez se queden ahí y el resto se irá a centros de rescate, zoocriaderos u otros. Verlos en ese momento y saber que han sido extraídos de su entorno natural nos recuerda el siguiente mensaje: no compres ni vendas animales silvestres de origen ilegal, no seas cómplice de su extinción.
El bosque seco del valle del río Pampas
Dejamos Huamanga y salimos en dirección a Cangallo, una ciudad ubicada a 2570 metros de altitud y capital de la provincia ayacuchana del mismo nombre, asentada a orillas del río Pampas que es a su vez la frontera natural con la provincia de Víctor Fajardo y que desemboca en el río Apurímac. De Cangallo seguimos hacia el distrito de Querobamba —capital de la provincia ayacuchana de Sucre— ubicado a 3500 m de altitud. Durante el camino estuvimos bastante tiempo acompañados por este río que forma una muy interesante porción de bosque seco que me hacía recordar al bosque seco del Marañón entre los departamentos de Amazonas y Cajamarca.
Esta zona entre Cangallo y Querobamba en la provincia de Víctor Fajardo y luego en la de Sucre es bastante accidentada y destaca por sus cultivos agrícolas y por su actividad ganadera. En la parte alta se cría camélidos sudamericanos y el comercio es bastante activo con el departamento fronterizo de Apurímac y con ciudades como Chalhuanca, Abancay, Andahuaylas y otras. Así, tras unas siete horas de haber salido de Huamanga llegamos a Querobamba para pasar la noche. Es necesario anotar dos cosas: la zona forma parte de la cuenca amazónica y en cada pueblo que atravesábamos no faltaba su plaza de toros.
Querobamba City
Al día siguiente realizamos el taller sobre el cóndor andino en el Instituto de Educación Superior Tecnológico Público Santo Domingo de Guzmán con estudiantes, profesores y autoridades académicas y ediles. Nos quedó claro que su mirada sobre el cóndor andino es otra con respecto a aquella de la parte baja del valle de Sondondo. Y es que en la parte alta del valle, los cóndores solo están de pasada y usan estos espacios de tránsito o para alimentarse. Es decir, no los utilizan para anidar, dormir o como lugar de residencia. A propósito, recordemos que en mayo de 2018 y muy cerca de allí, se reportó la muerte de seis ejemplares de cóndor andino que fueron envenenados porque se les “acusó” de ser los responsables de la muerte de ganado en la zona.
“Es imperante insistir con la reubicación de los cables de media tensión en la parte baja del valle del Sondondo para evitar más accidentes aéreos y realzar la belleza paisajística del mirador de cóndores.”
No obstante, se determinó que el veneno habría tenido otro destino: pumas. Pero como se sabe, este felino, en base a su traumática necesidad de tener que convivir con los humanos y de saber de sus torpes acciones, es bastante hábil para no regresar al mismo lugar a cazar, por lo menos, por un buen tiempo. Así que los cóndores bajaron a comer ganado envenenado que nadie solicitaba y se fueron a la otra. Se podría inferir entonces que en esta zona, los cóndores serían vistos como una amenaza y que estarían expuestos a ser capturados para ser usados en el conocido Yawar Fiesta. Y si bien nos contaron que se habría reducido bastante el uso de esta ave para tal fin “cultural”, aún no se puede cantar victoria porque todavía es bastante usual y arraigada esta práctica en diversos poblados, principalmente, del departamento de Apurímac.
Por otro lado, dialogar con los querobambinos nos permitió saber que, por ejemplo, en esta región no se percibe al turismo como una opción inmediata de desarrollo, por lo que no hay mucha ilusión al respecto, a diferencia de la parte baja del valle. En una primera y rápida impresión, esta zona es más dinámica y “comercial” que la parte baja. Y en cuanto a la presencia del cóndor andino en el colectivo local, por ejemplo, en la Plaza de Armas de Querobamba el cóndor andino tiene su estatua y aparece bastante seguido en iconografía y en manifestaciones de todo tipo.
Entonces, se reconoce la presencia del cóndor, se sabe que podría ser una opción mediata para el turismo, que es importante biológicamente y que es una especie emblemática y ancestral. Sin embargo, aún falta bastante para lograr armonizar la convivencia entre el hombre y estas aves. Muchos de estos problemas entre ambos actores se deben a la expansión humana, es decir, a la necesidad de “colonizar” nuevos espacios, de trabajarlos (agricultura, ganadería, previa tala de la cobertura vegetal original), de satisfacer demandas (minería); también al desconocimiento de su naturaleza (envenenamiento), a malas prácticas ambientales (basura, contaminación) y culturales (celebraciones, artesanía), entre otros aspectos. A eso se suma la falta de información sobre esta ave y diversos factores (perros asilvestrados, por ejemplo) que amenazan a los cóndores andinos y a nuestro patrimonio natural.
De esta manera, en Querobamba pudimos también conocer pinceladas sobre la dinámica económica y cultural de esta pujante parte del valle. Sin duda, las ganas de salir adelante están ahí. Esperemos que sea así y que el cóndor andino acompañe a toda la región y se quede por siempre en todos los espacios incluidos dentro de su rango de distribución por estos lares.
Cerrando el círculo
Tras la incursión en Querobamba, regresamos a la parte baja para reunirnos en Andamarca con pobladores y autoridades, a fin de pactar la ejecución de actividades que ayudarán a la gestión sostenible de la población del cóndor andino en el valle. Antes de ello recorrimos otra porción de esta interesante y accidentada región ayacuchana. Tras cruzar el río Sondondo y disfrutar de hermosos paisajes, llegamos al pintoresco pueblo de Aucará con su hermosa laguna, para luego pasar por Cabana Sur y llegar a nuestro destino.
Después de estas dos incursiones al valle, concluyo que hay todavía mucho por hacer. Es imperante insistir con la reubicación de los cables de media tensión en la parte baja del valle del Sondondo para evitar más accidentes aéreos y realzar la belleza paisajística del mirador de cóndores. Asimismo, es necesario seguir apostando por un desarrollo turístico ordenado, de tal manera que esta actividad genere oportunidades de mejora en la calidad de vida de sus pobladores sin que se tenga que sacrificar la identidad cultural local y sin caer en improvisaciones ni en el desorden. Sin duda, el camino es complicado, pero ahí está el reto: hacer que el valle se convierta en un polo magnético para el turismo.
Las distancias no ayudan y la infraestructura todavía no alza vuelo. Así también, falta promocionar más este destino que debería empezar a estar en la agenda de más peruanos y extranjeros. Esperemos que esto suceda. Por eso, regresaré una vez más al valle a dejar algo de información para apoyar, mediante la conservación del cóndor andino, la consolidación de una apuesta de desarrollo que debe ser integral; es decir, unir los aspectos sociales, culturales, ambientales y hasta políticos para hacerlos caminar y que converjan en un mismo fin.
Se conserva lo que se conoce, se entiende, se valora y se usa para mejorar y ofrecer un mejor futuro. Por eso, lo que sí sé es que este valle no puede alzar vuelo sin el acompañamiento y permanencia del ser alado que domina estos territorios: el cóndor andino.
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P.D. Agradezco a Andrés Medina, conductor de vehículos de PRODERN, con quien viajé las dos veces que estuve por allá, por el aplomo y la profesionalidad de su trabajo.
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