COP 10: un final de fotografía
jueves 4 de noviembre, 2010
Escribe Juan Luis Dammert / Sociedad Peruana de Derecho Ambiental
A pesar de algunas opiniones divididas, hay cierto consenso respecto a que Nagoya fue, en líneas generales, una Conferencia de las Partes (COP) del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) positiva, en tanto se aprobó un protocolo de Acceso a Recursos Genéticos y Distribución de Beneficios (ABS) y un nuevo plan estratégico para los próximos diez años. Además, se fijaron objetivos concretos de conservación y se definieron los montos presupuestales para alcanzar estos objetivos. No ha sido un nuevo Copenhague como se temía y rumoreaba durante toda la conferencia, sino que hay cosas concretas que mostrar.
¿Pudo ser mejor? Claro que sí. Pero sobre todo: pudo ser peor. Estuvimos muy cerca de que los principales acuerdos no sean adoptados, y que efectivamente, estuviéramos ante un nuevo Copenhague. La tarde del viernes 29 de octubre, no había consenso sobre los temas centrales: ABS, plan estratégico, objetivos de conservación y presupuesto. La sesión terminó recién a las 2 y 30 de la madrugada del sábado, con los acuerdos favorables que conocemos, en buena medida gracias a la insistencia de Japón, que no quería que su COP sea recordada como un fracaso. La mañana siguiente, el aeropuerto de Nagoya lucía lleno de negociadores que habían pasado la noche discutiendo aspectos cruciales de la conservación a escala global. Fue un final de fotografía.
Es preciso destacar el alto profesionalismo de delegaciones como las de la Unión Europea, Canadá, Noruega, Australia y Brasil (recordemos que Estados Unidos no ha ratificado el CDB). El caso de Brasil fue impresionante: negociadores diferenciados de acuerdo a temas, que conocían a la perfección los textos a negociar y sus implicancias, y lo que es más importante, tenían claros sus objetivos y las estrategias para alcanzarlos. En el caso del Perú, si bien no había una delegación numerosa, se veía claridad y firmeza en el rol de defensa de los intereses de un país megadiverso. Había, por otra parte, países que más parecían observadores que negociadores.
En la medida en que los acuerdos no se adoptan por votación sino por consenso, las negociaciones más polémicas fueron lentas y tediosas, y en ellas salió a relucir el profesionalismo de las delegaciones. En el caso de los biocombustibles, por ejemplo, la plenaria no pudo llegar a un acuerdo y mandó la discusión a comisión o contact group. Brasil lideraba la posición a favor de los biocombustibles, y en alianza con Colombia y Canadá –quienes co-presidían la comisión-, consiguió debilitar el documento sustantivamente. Luego de sesiones interminables, llenas de presiones brasileñas y de una resistencia conformada por Filipinas, África (unida en un solo bloque para este tema) y Noruega, los aspectos más polémicos quedaron en corchetes para ser discutidos en la sesión plenaria. Entre estos tenemos el reconocimiento de los impactos de los biocombustibles en la tenencia de la tierra y los derechos al agua, el uso de biología sintética para su producción, y desacuerdos respecto al título del documento.
A pesar de sus insistencias, la plenaria no dio la razón a los promotores de los biocombustibles, en ninguno de los puntos en corchetes, sino que optó por mantener la cautela respecto a estos. Sin embargo, el texto original había sido debilitado al punto de que los biocombustibles eran oficialmente promovidos (en un lenguaje de potenciar sus impactos positivos y minimizar los negativos) y el enfoque precautorio se había relegado tan solo al preámbulo del documento.
Esta ha sido la tendencia general en las negociaciones del CDB. Sistemáticamente, durante días, las decisiones se han debilitado para que al final, en plenaria, se presenten como grandes concesiones aspectos que en realidad deberían ser los mínimos exigibles. Como señalamos al inicio, los resultados pudieron ser peores, y como va quedando claro, el profesionalismo en la negociación aparece como un punto central.
Finalmente, hay que destacar que no todo lo ocurrido en la COP giró alrededor de las negociaciones. Hubo un gran despliegue de eventos paralelos, donde destacó el avance de los mecanismos de mercado para la conservación, y la presencia de algunas empresas privadas como flamantes aliados del movimiento ambientalista mundial. El discurso: crear mercados para que se pague el precio que corresponde al valor de la biodiversidad. La ironía: que la negociación de ABS haya estado signada por la escasa disposición de los países industrializados para distribuir los beneficios económicos obtenidos con el uso de recursos genéticos de la biodiversidad.
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Fotos: Juan Luis Dammert / SPDA
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