Conoce siete formas de restaurar tierras, detener la desertificación y combatir la sequía

Foto: Naciones Unidas

  • Según Naciones Unidas, hasta el 40 % de las zonas terrestres del planeta están degradadas, lo que afecta directamente a la mitad de la población mundial.

 

El pasado 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) centró la fecha en la restauración de tierras, la desertificación y la resiliencia a la sequía bajo el lema “Nuestras tierras. Nuestro futuro. Somos la #GeneraciónRestauración”.

Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, hasta el 40 % de las zonas terrestres del planeta están degradadas, lo que afecta directamente a la mitad de la población mundial. El número y la duración de los períodos de sequía han aumentado un 29 % desde el año 2000 y, si no se toman medidas urgentes, las sequías podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial en 2050.

Por ello, la ONU considera que la restauración del suelo es un pilar fundamental del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), que constituye un llamado a la protección y la revitalización de los ecosistemas en todo el mundo, un aspecto fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En este contexto, la ONU presentó siete maneras de participar en la restauración de ecosistemas, y a continuación las detallamos.

  1. Hacer sostenible la agricultura

En todo el mundo, al menos 2 mil millones de personas, sobre todo de las zonas rurales y más pobres, dependen de la agricultura para su subsistencia. Sin embargo, nuestros sistemas alimentarios actuales son insostenibles y uno de los principales motores de la degradación del suelo. Ante ello, la ONU señala que, para solucionar este problema, los gobiernos y el sector financiero pueden promover la agricultura regenerativa para aumentar la producción de alimentos preservando al mismo tiempo los ecosistemas.

“En la actualidad, los productores agrícolas reciben 540 mil millones de dólares al año en ayudas financieras de los países. Alrededor del 87 % de estas subvenciones distorsionan los precios o perjudican la naturaleza y la salud humana. Teniendo esto en cuenta, los gobiernos podrían reorientar las subvenciones agrícolas hacia prácticas sostenibles y pequeños agricultores”, indica Naciones Unidas.

“Las empresas agrícolas pueden desarrollar cultivos resistentes al clima, aprovechar los conocimientos indígenas para desarrollar métodos agrícolas sostenibles y gestionar mejor el uso de pesticidas y fertilizantes para evitar dañar la salud del suelo. Los consumidores pueden adoptar dietas regionales, estacionales y ricas en plantas, e incluir más alimentos respetuosos con el suelo en las comidas, como alubias, lentejas, garbanzos y guisantes”, agrega.

Foto: Sernanp

  1. Salvar los suelos

El suelo es el hábitat más biodiverso del planeta. Casi el 60 % de todas las especies viven en el suelo y el 95 % de los alimentos que comemos proceden de él. Un suelo sano actúa como sumidero de carbono, ya que retiene los gases de efecto invernadero que de otro modo entrarían en la atmósfera, desempeñando un papel decisivo en la mitigación del cambio climático.

La ONU explica que, para mantener el suelo sano y productivo, los gobiernos y el sector financiero pueden apoyar la agricultura ecológica y respetuosa con el suelo. “Las empresas agrícolas pueden practicar la labranza cero, una técnica que consiste en cultivar sin perturbar el suelo mediante la labranza para mantener la cubierta orgánica del suelo. Podrían añadirse al suelo compost y materiales orgánicos para mejorar su fertilidad. Podrían utilizarse técnicas de riego, como el riego por goteo o el acolchado, para ayudar a mantener los niveles de humedad del suelo y evitar el estrés por sequía. Los particulares podrían hacer compost con los restos de fruta y verdura para utilizarlo en sus jardines y macetas de balcón”, señala el organismo internacional.

Foto: AFP / Yuri Kadobnov

  1. Proteger los polinizadores

Según datos de la ONU, tres de cada cuatro cultivos que producen frutos y semillas dependen de los polinizadores. Las abejas son los polinizadores más prolíficos, pero reciben mucha ayuda de murciélagos, insectos, mariposas, pájaros y escarabajos. De hecho, sin los murciélagos, podemos despedirnos de los plátanos, los aguacates y los mangos. A pesar de su importancia, todos los polinizadores están en grave declive, especialmente las abejas.

Por ello, para protegerlos, la ONU resalta que la gente debe reducir la contaminación atmosférica, minimizar el impacto adverso de los pesticidas y fertilizantes, y conservar las praderas, bosques y humedales donde prosperan los polinizadores. “Las autoridades y los particulares podrían segar menos espacios verdes en las ciudades e introducir más estanques favorables a los polinizadores para permitir el retorno de la naturaleza. Plantar una variedad diversa de flores autóctonas en los jardines urbanos y domésticos también atraerá a pájaros, mariposas y abejas”, recomienda.

Foto: SPDA

  1. Restaurar los ecosistemas de agua dulce

Los ecosistemas de agua dulce sostienen los ciclos del agua que mantienen fértil la tierra. Suministran alimentos y agua a miles de millones de personas, nos protegen de sequías e inundaciones y sirven de hábitat a innumerables plantas y animales. Sin embargo, están desapareciendo a un ritmo alarmante debido a la contaminación, el cambio climático, la sobrepesca y la sobreexplotación.

“La gente puede poner fin a esta situación mejorando la calidad del agua, identificando las fuentes de contaminación y vigilando la salud de los ecosistemas de agua dulce. Los países pueden unirse al Desafío del Agua Dulce para acelerar la restauración de los ríos y humedales degradados antes de 2030. Se podrían eliminar las especies invasoras de los hábitats de agua dulce degradados y replantar la vegetación autóctona. Las ciudades podrían abogar por una innovación en materia de aguas residuales que aborde la gestión de las aguas residuales, la escorrentía de las aguas pluviales y las inundaciones urbanas”, indica la ONU.

Foto: Yuri Hooker

  1. Renovar las zonas costeras y marinas

Los océanos y los mares proporcionan a la humanidad oxígeno, alimentos y agua, al tiempo que mitigan el cambio climático y ayudan a las comunidades a adaptarse a condiciones meteorológicas extremas. Más de 3 mil millones de personas, principalmente en los países en desarrollo, dependen de la biodiversidad marina y costera para su subsistencia.

Para asegurar este precioso activo para las generaciones venideras, la ONU señala que los gobiernos pueden acelerar la aplicación del Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal. Los países pueden restaurar los ecosistemas azules -incluidos los manglares, las marismas saladas, los bosques de algas y los arrecifes de coral- al tiempo que aplican una normativa estricta sobre la contaminación, el exceso de nutrientes, las escorrentías agrícolas, los vertidos industriales y los residuos plásticos para evitar que se filtren en las zonas costeras.

Asimismo, el organismo agrega que los países podrían adoptar un enfoque basado en el ciclo de vida para rediseñar los productos plásticos de modo que puedan reutilizarse, reutilizarse, repararse, reciclarse y, en última instancia, mantenerse alejados del océano. Las empresas pueden invertir en recuperar los nutrientes de las aguas residuales y los residuos ganaderos para utilizarlos como fertilizantes.

Foto: Andina

  1. Devolver la naturaleza a las ciudades

Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Para 2050, se prevé que dos de cada tres personas vivan en un centro urbano. Las ciudades consumen el 75 % de los recursos del planeta, producen más de la mitad de sus residuos globales y generan al menos el 60 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. A medida que crecen, las ciudades transforman el mundo natural que las rodea, pudiendo provocar sequías y degradación del suelo.

Según la ONU, las ciudades no tienen por qué ser selvas de hormigón. Los bosques urbanos pueden mejorar la calidad del aire, dar más sombra y reducir la necesidad de refrigeración mecánica. Asimismo, conservar los canales, estanques y otras masas de agua de las ciudades puede aliviar las olas de calor y aumentar la biodiversidad. Instalar más tejados y jardines verticales en nuestros edificios puede proporcionar hábitats para pájaros, insectos y plantas.

Foto: Serfor

  1. Generar financiación para la restauración

Finalmente, la ONU indica que las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza deben más que duplicarse hasta alcanzar los 542 mil millones de dólares en 2030 para cumplir los objetivos mundiales en materia de clima, biodiversidad y restauración de ecosistemas.

El organismo explica que, para cerrar la brecha financiera existente, los gobiernos podrían invertir en sistemas de alerta temprana para prevenir los peores impactos de la sequía, así como financiar actividades de restauración de tierras y soluciones basadas en la naturaleza. El sector privado podría integrar la restauración de los ecosistemas en sus modelos de negocio, aplicar prácticas eficientes de gestión de residuos e invertir en empresas sociales centradas en la agricultura sostenible, el ecoturismo y la tecnología verde.

“Los particulares pueden trasladar sus cuentas bancarias a institutos financieros que inviertan en empresas sostenibles, hacer donaciones para la restauración o recurrir al crowdfunding para innovaciones que ayuden a salvar el planeta”, concluye.



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