Como parte del segundo día de actividades en el III Congreso de Áreas Protegidas de Latinoamérica y el Caribe se realizó la conferencia “Parques Nacionales, ¿cómo vamos?”, donde se presentó una iniciativa que busca monitorear el desarrollo de los parques nacionales en Colombia y la posibilidad de proyectar la figura en otras áreas protegidas de América Latina.
El evento sirvió también para desarrollar el panel “El papel de la sociedad civil en la conservación”, que contó con la participación de tres exministros de Ambiente: Manuel Pulgar-Vidal (Perú), Yolanda Kakabadse (Ecuador) y Manuel Rodríguez (Colombia), además de Jorge Caillaux (presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental – SPDA), Gustavo Suárez de Freitas (Earth Innovation Institute), Carmen Miranda (Savia, Bolivia) y Julia Miranda (Parques Nacionales Naturales de Colombia).
Cómo ha evolucionado el rol de la sociedad civil en la gestión de áreas protegidas
Manuel Pulgar-Vidal, exministro del Ambiente del Perú, indicó que la sociedad civil ha sido un pilar fundamental en la creación y consolidación de las áreas protegidas, e hizo un recuento de 5 momentos de la importancia de su participación:
1.- La creación de áreas protegidas a finales del siglo XIX en los Estados Unidos tuvo un fuerte impulso de individuos. Cuando se creó Yosemite o Yellowstone, había personas que empezaron a entender el rol de los ecosistemas en el abastecimiento de recursos, como las fuentes de agua en California. Este fue un gran primer momento: más individuos que entendían la vinculación del ecosistema con la provisión de servicios.
2.- La idea de áreas protegidas llegó a las Américas, donde se empezó a crear las primeras áreas protegidas sin ninguna base legal, fruto de la emergencia positiva de algunas entidades del Estado y también del rol de algunas personas y universidades en el Perú, como la Universidad Agraria, que tuvo un rol fundamental en la creación de las primeras áreas naturales protegidas. En este segundo momento el rol de la sociedad civil se dio fuertemente a través de las universidades.
3.- Luego entramos a un tema de legislación, que se empieza a dar en los años 70 en Colombia con el Código de los Recursos Naturales y en el caso del Perú con la Ley Forestal que crea las unidades de conservación. Hay una fuerte incidencia en empezar a regular positivamente y darle un marco a las áreas naturales protegidas, que no lo habían tenido previamente. Fue un proceso largo. Positivizar el sistema de áreas implicó la participación de organizaciones nacientes. En el Perú se dio en los años 70 y 90, con el Código del Medio Ambiente.
4.- Luego pasamos a un momento de defensa. Una vez que se había regulado y legislado las áreas naturales protegidas, empiezan a verse las primeras amenazas al sistema, que se relaciona fuertemente con la evolución económica del continente y el desarrollo de nuevas inversiones en petróleo, minería, bosques, que representaron una fuerte amenaza. Muchas organizaciones empezaron a desarrollar mecanismos para establecer la defensa de estos marcos legales que recientemente se habían creado.
5.- El quinto momento es de integración de lo indígena en la gestión de las áreas protegidas, que no se había dado previamente. En las Américas fue fundamental reconocer que había habitantes en los parques y que había que hacer una gestión compartida y muchas organizaciones de la sociedad civil empezaron a sumarse a la lógica de conservación reconociendo la importancia de esta integración. El siguiente momento es un tema de la integración en la gestión, reconocer que estas poblaciones podrían realizar un co-manejo de las áreas naturales protegidas de una manera activa.
La población cercana a los parques no entiende bien cuál es el valor del bosque en pie
Jorge Caillaux, presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), identificó dos temas centrales en el tema analizado: el intento de buscar una narrativa y la conectividad.
“Es evidente que muchas poblaciones cercanas a los parques y los empresarios en general que aprovechan el bosque no entienden bien cuál es el valor, para ellos y para sus familias, del bosque en pie o de los parques generando servicios ecosistémicos. Ahí hay un problema tremendo de narrativa porque (estos espacios) aparecen percibidos como islas. Cómo hacemos para integrar y conectar los parques con la vida real de las poblaciones para que se apropien y los sientan suyos, como parte del desarrollo, e incorporen en sus análisis y actividades objetivos de conservación de estos parques para hacer un uso razonable y sostenible de los beneficios que generan”, indicó Caillaux.
Sin desarrollo, la ciudadanía no va a defender las áreas protegidas
Gustavo Suárez de Freitas enfocó su exposición en cuestionar a quiénes denominamos sociedad civil y en la necesidad de integrar conceptos de prosperidad y distribución equitativa no solo dentro de las áreas protegidas sino también fuera. Señaló que si bien se trata de historias de éxito en Colombia como en Perú, las áreas protegidas son una parte sustantivamente menor del paisaje y deben ser vistos desde esa perspectiva.
“Cuando hablamos de sociedad civil, ¿de quién estamos hablando? ¿ONG de conservación? ¿Ciudadanos? ¿Ciudadanos que viven cerca o dentro del parque, o los que viven en las ciudades? Hay una distancia enorme entre las áreas protegidas y la ciudadanía de a pie. Creo que hay que tomar en cuenta eso”, indicó.
“Si hablamos de la relación de las áreas protegidas con la gente, no solo hay que ver el tema del beneficio, prosperidad y distribución equitativa dentro de las áreas protegidas, sino que hay que verlo fuera. Si no tenemos desarrollo fuera de las áreas protegidas, las áreas protegidas van muertas. Creo que ese es un mensaje fundamental. La ciudadanía defenderá las áreas protegidas cuando haya desarrollo. Cuando la gente tenga hambre se va a comer el parque o cualquier otra cosa. Yo amo las áreas protegidas, pero soy sumamente consciente de que son totalmente insuficientes si no manejamos el paisaje de manera integral, generando beneficios y riqueza fuera de las áreas protegidas también. No es desde dentro de los parques como se van a resolver los problemas y la presión que existe sobre ellos”, concluyó Suárez de Freitas.
Retos de la participación de la sociedad civil
Finalmente, Manuel Pulgar-Vidal identificó y agrupó en 4 los principales retos que afrontan las áreas protegidas de cara al futuro:
1.- Integrar el tema de las áreas naturales protegidas más fuertemente al tema climático, integrando clima y naturaleza.
2.- Seguir trabajando para que las áreas protegidas sean entendidas como herramientas económicas, de desarrollo, de crecimiento, y eliminar la idea de que son un obstáculo para el crecimiento o el desarrollo. Seguir incidiendo en la vinculación de economía, áreas protegidas y desarrollo.
3.- Vinculado al tema del monitoreo: poder establecer una vinculación de la sociedad civil en el cómo estamos a través de herramientas objetivas. A través del uso de indicadores que permitan entender cómo estamos, esa objetividad genera una credibilidad que puede llevar a que se convierta en una herramienta de creación de nuevos marcos políticos.
4.- Traer los temas de conservación más fuertemente a la planeación interna, planeación doméstica, a la planeación del desarrollo, porque seguimos fuertemente divorciados de ella. Actualmente tenemos una falta de marcos políticos que reconozcan a las áreas protegidas como un pilar fundamental. La sociedad civil debe presionar para que las políticas reconozcan estos sistemas como elementos de la planeación del desarrollo.
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