Dourojeanni Opina

[Artículo] De perros y ancianos: polémica sobre el excremento de los canes y su recojo

Escribe Marc Dourojeanni[1]

 

¿Qué relación hay entre perros y ancianos? A primera vista ninguna, excepto que ambos son mamíferos y que los perros, como los humanos, envejecen. En una segunda aproximación lo que más hay de común entre ellos es la profunda amistad que se establece entre viejos solitarios y sus mascotas caninas. Por eso fue sorprendente descubrir, en un intercambio de esos del Facebook, que para muchas y muchos dueños de perros es preferible exterminar los ancianos a siquiera considerar la posibilidad de reducir el número de perros falderos. El argumento esgrimido es que los viejos son inútiles, más inútiles que los perros. En esta nota se hace una breve discusión sobre el caso.

Unas semanas atrás comenté en el Facebook, en apenas nueve líneas, lo absurdo que es recoger excremento de perros en bolsas de plástico pues, además de aumentar el consumo de ese material, eso demora la descomposición del residuo. En las últimas dos líneas, apuntando a una solución, sugería tener menos perros inútiles que además son ecológica y económicamente costosos y mencionaba la idea de cobrar un derecho o impuesto por animal doméstico, como se hace en muchos países.

Pues, ese comentario breve, casi casual y francamente banal, recibió varias veces más reacciones que otros sobre temas realmente importantes, como la tragedia que representa la contaminación de ríos y lagos por empresas mineras y mineros ilegales, la sobrepesca en el mar peruano, la tala de árboles en La Molina e, inclusive, la deforestación de los bosques amazónicos. Pero, lo más importante a ser mencionado, es el tipo de respuestas que eso generó. En efecto, en lugar de refutar la propuesta y, por ejemplo, demostrar su carácter inadecuado, inviable o injusto, la mayor parte de las y los respondientes usaron la nota para expresar ideas fuera de contexto o francamente extravagantes, casi siempre mezcladas con ataques personales.

Algunos ejemplos de esas respuestas se dan a continuación: “Este hombre plantea desaparecer a los perros” o “Los ancianos como usted que no piensan y solo estorban, son los seres inútiles. Solo dan más problemas y refieren solo comentarios amargos de la vida como el suyo”. Otro escribió: “Una eminencia que descalifica a un ser vivo como inútil, incluso que vaya contra sus principios de amar la naturaleza”. Pero la cosa llegó a peores. Finalmente, un pensador un poco más universal y dramático escribió: “Sería mejor que 7000 millones de inútiles y ruidosos seres humanos dejen de reproducirse y dejar que lo hagan los restantes 500 millones que quizás, alguna utilidad tenga. Humano, ¿no te has puesto a pensar que tú eres la verdadera plaga del planeta?”. Pero lo anterior es apenas una muestra de las críticas. Hubo muchas más y peores.

También hubo varios que hicieron comentarios útiles o aceptables, como por ejemplo la sensata propuesta de usar bolsas de plástico biodegradable o de papel o, que elaboraron críticas filosóficamente interesantes o divertidas y, claro, tampoco faltó quien estuviese de acuerdo con el planteamiento general y que propusiera, ya mismo, cobrar impuestos por perros y gatos urbanos. Pero las reacciones de esas categorías fueron una abrumadora minoría.

Antes de hacer comentarios sobre el tema debo aclarar, por si fuera necesario, que: (i) sí soy viejo, (ii) jamás escribí, ni pensé ni pienso, que los animales son inútiles, (iii) nunca dije o escribí que perros y gatos no sirven para nada, más aún porque yo mismo aproveché y gusto muchísimo de esos compañeros antiguos del ser humano; (iv) no “descalifiqué” -sea lo que sea que eso quiera decir- ningún ser vivo y, (v) no creo haber ido nunca contra mis principios de “amor a la naturaleza”. Ahora, otra cosa es que yo sea un viejo inútil, más inútil que un perro faldero en este caso. De hecho, así me siento muchas veces. Y, entre otras cosas, me informaron que soy un viejo lesbiano… eso, realmente, es novedad.

Lo primero que puede deducirse de las aproximadamente doscientas reacciones a mi nota es que, para muchos usuarios del Facebook, la destrucción de la naturaleza o del ambiente es mucho menos importante que el asunto de los animales de estimación, o sea, principalmente perros y gatos. Eso puede entenderse, pues, la relación humana con esos animales domésticos es atávica y toca sentimientos muy profundos. Ellos se convierten en parte y, a veces, parte fundamental de la familia. Por eso, la simple mención de controlar el número de esos animales domésticos genera reacciones mucho más fuertes que la extinción de elefantes o rinocerontes o, para hablar de especies nuestras, la matanza de vicuñas o jaguares. También permea de las respuestas la confusión sobre lo que es, realmente, medio ambiente y el significado ecológico y ético de la extinción, riesgo del que perros y gatos domésticos están absolutamente preservados. No es el caso del lobo de crin ni del perro de monte, que si son rarísimos.

La mayor parte de las reacciones y las más violenta giran en torno a la palabra inútil que, en efecto, utilicé en el comentario. No retiro esa palabra por cuanto la utilicé en el sentido literal de utilitario. En efecto, los perros domésticos urbanos -no se mencionaron los perros en áreas rurales- casi no tienen más la oportunidad de cuidar o defender a sus dueños ni al ganado y, los gatos ya no cazan ratas. Tienen, claro, otras funciones muy importantes y valorizadas, como guiar ciegos, acompañar enfermos, participar en rescates, detectar drogas y artefactos explosivos, reconocer enfermedades, etc., etc. Pero hay que reconocer que esas son tareas que el medio urbano no corresponden a lo que hacen la inmensa mayoría de perros. Salvo excepciones, como la de perros guardianes en casas grandes, la utilidad de estos, en el medio urbano, es principalmente acompañar incondicionalmente a sus dueños, función cada día más importante, hasta fundamental, debido a la soledad que domina la sociedad actual. Es decir que, en cierta forma, ellos son muy útiles siendo “inútiles”. Eso no se discute y reconozco que eso pudo quedar más claro en mi nota sobre embolsado plástico de heces de perros. El Facebook no es un lugar para explicaciones detalladas, largas o complejas.

Este fue el post que generó la polémica:

Llama la atención la atribución al autor de afirmaciones que no están escritas en su texto y que, bajo ningún criterio, pueden desprenderse de este. En efecto, lo escrito fue “¿No sería mejor tener menos perros inútiles, ruidosos y ecológica y económicamente costosos?”. Se habla claramente de “menos perros” y no de no tener perros y menos exterminarlos. Da, pues, la impresión de que las y los críticos no entendieron lo que leyeron o, que a partir de la lectura expresaron lo que pasó por sus mentes, independientemente del texto.

Otro aspecto un tanto asustador es la enorme dosis de odio que se siente en muchos de los comentarios. El texto puede no agradar o francamente disgustar, pero no contiene nada que dé lugar a reacciones violentas, expresadas en comentarios insultantes salpicadas de palabras soeces de todo tipo. ¿Cuál es la relación entre el tema expuesto y decidir que el autor es “un viejo lesbiano” o que deba “meterse un tapón en el trasero”? Y hay expresiones aún más sucias y fuera de lugar.

Otro punto destacado es la falta de respeto por los mayores. Parece que, en la sociedad limeña actual, existe miedo, asco y horror o quizá envidia por los ancianos. No fue un solo caso. Fueron varias y varios los que sin ningún pudor propusieron exterminar los viejos o cerrar los asilos y la acusación contra ellos es que serían más inútiles que los perros. Es una inferencia absurda y asustadora. Es francamente increíble que el tema del recojo de heces de perros en calles y jardines derive en una treintena de ataques violentos a los ancianos, inclusive propuestas casi nazistas de eliminarlos en forma sistemática. Las y los que proponen eso olvidan que inexorablemente también serán viejos y, contradictoriamente, que los viejos por razones obvias son precisamente los mayores usuarios y protectores de perros y gatos, lo que en ellos es perfectamente justificable. Toca a los sociólogos averiguar la causa de la creciente aversión a los ancianos, pero varias son bastante obvias: el número y la proporción de ellos aumenta, la ley les otorga privilegios irritantes, pueden ser un peso económico para los más jóvenes, asimismo muchos viejos tienen más recursos -vivienda y pensiones, por ejemplo- que los jóvenes que a veces ni consiguen empleo, etc. De otra parte, es verdad que el rol tradicional de los ancianos que es cuidar y educar a los nietos se ha perdido en la sociedad moderna. Este es, sin embargo, un tema que no tiene nada a ver con los perros domésticos y sus residuos.

Las conclusiones generales son, de una parte, que en algunos segmentos de la sociedad limeña existe una pasión exacerbada por los perros domésticos, sobre los que cualquier comentario se transforma en terreno minado, altamente peligroso. De otra, se confirma que no existe educación cívica, siendo cualquier desacuerdo real o supuesto transformado en conflicto personal acompañado de insultos. No hay debate ni esfuerzo por comprender el punto de vista del otro. Se pasa directamente al ataque sin siquiera haber comprendido cabalmente el concepto emitido. Tampoco hay respeto alguno por las formas, sin hablar de las inúmeras faltas de ortografía elemental. A medida que los comentarios se acumulan, como es usual, los participantes van atacándose los unos a los otros, el tema original se diluye completamente y, en verdad, después de un par de días ya nadie sabe de qué se está hablando.

Otra conclusión obvia es que la mayoría de los intervinientes no tiene ideas claras sobre el concepto de ambiente. No solamente consideran que el ambiente es un tema secundario, sino que para ellos perros y gatos son parte de la fauna y por eso merecen igual, en realidad mucha más atención, que la fauna silvestre nativa. No saben, por ejemplo, que perros -excepto el perro peruano- y gatos son animales exóticos y que son, per se, un problema ambientalmente serio. Aunque el concepto de ambiente es discutible y que, por lo tanto, incluirlos en el concepto con el mismo valor que otras especies sea una teoría aceptable, creer en ella no cambia el hecho de que, por muchas razones, la fauna silvestre debe tener prioridad pues está en muchos casos al borde de la extinción. Y como se sabe, perros y gatos son amenazas muy serias para muchas especies silvestres[2]. Otra vez, no se trata de exterminar perros y gatos, pero sí de controlar mejor su población y sus impactos, como se hace con vacunos, porcinos y tantos otros animales domesticados, así como con las mal llamadas plagas, sean ratas o cucarachas.

Finalmente, la Internet brinda muchísima información valiosa a bajo costo, con gran facilidad y rapidez. Es literalmente una maravilla. Quien siempre usó bibliotecas para preparar escritos puede dar fe de una de las grandes ventajas. En los últimos 20 años, a pesar de escribir diariamente, nunca más entré a una biblioteca. Ya las redes sociales merecen una evaluación bien menos entusiasta. No hay duda de que proporcionan información que también es útil, valiosa y oportuna que, no siempre, el usuario puede leer, ver o escuchar en otros medios, bien sea porque es de la especialidad del grupo, por ser bastante local, relativamente confidencial o porque se refiere a hechos en curso que, por ende, no son difundidos en otros medios. También porque anticipa informaciones relevantes, por ejemplo, anunciando ideas, proyectos, leyes, comentarios, nuevas publicaciones, etc. Nadie pierde tiempo dedicando una hora diaria a revisar el Facebook, Twitter o Instagram, entre otros.

Pero, como lo dijo Asimov, cada día es más común la noción de que democracia significa que “mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”. Y alguien complementó escribiendo “las redes sociales permiten que millones opinen sobre lo que no saben”. En efecto, esas herramientas también son una trampa peligrosa. Las redes sociales se caracterizan por: (i) la polarización política y de ideas, así como otras formas de radicalización que crean conflictos entre usuarios, (ii) la marginalización de la discusión como herramienta de conciliaciones y acuerdos, (iii) la formación de “bolas de nieve” con temas insignificantes o triviales; (iv) el empoderamiento de la ignorancia sobre el conocimiento, (v), la propagación y aceptación gradual de mentiras o medias verdades y… por cierto, (vi) la construcción y mantenimiento de egos. Y, de hecho, pueden arrastrar al usuario desprevenido a un universo de conflictos innecesarios y no procurados. Un poco de todo eso apareció en mi experiencia a partir de los excrementos caninos.

Parece que los asiduos a los instrumentos de las redes sociales simplifican todo, eliminando la moderación, el punto medio. Todo lo que se escribe o expresa vira extremista, polarizado, a la derecha o a la izquierda del tema, nunca al centro. Ocurre que esos instrumentos (Facebook, Instagram, Twitter, etc.) no permiten una buena discusión. Las discusiones requieren pensar, entender lo que los demás quieren decir realmente, revisar y muchas veces reeditar los pensamientos. En verdad, la discusión requiere que los debatientes estén cara a cara o usar mucho papel y tinta… y en ese caso, saber leer y escribir. Hoy la gente no quiere ver el negro sobre el blanco, quiere ser vista negra o blanca.

De otra parte, las redes sociales son fábricas de mentiras, de exageraciones y de “no problemas” o sea de trivialidades. Muchas veces, como en el caso aquí comentado, son precisamente estas últimas las que tienen la mayor repercusión y las más ardorosas discusiones. Pero, otra vez, mentiras, exageraciones y trivialidades conducen todas a una extrema y simplista polarización. Y, además, las mentiras repetidas al infinito pueden convertirse en “verdades”.

Para concluir, si yo tuviese que preparar una tesis para graduarme, analizaría casos como el descrito. Lanzaría una o varias sugerencias sobre el tema que se quiera investigar, serias y ponderadas pero provocativas, y haría el seguimiento y el análisis de las reacciones. No dudo de que se conseguiría rápidamente muchísimo material para procurar respuestas a toda suerte de hipótesis.

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*La sección “Debate Abierto” es un espacio de Actualidad Ambiental donde diversos especialistas publican artículos o columnas de opinión. Las opiniones son enteramente responsabilidad de los y las columnistas.

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[1] Ingeniero agrónomo, ingeniero forestal, doctor en ciencias. Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, Perú.

[2] Y no sólo silvestres. Mientras se escribía esta nota salió la noticia de un ataque de una jauría de perros ferales o asilvestrados a ovejas, con decenas de ellas muertas. Eso ocurrió en el Cusco, pero es un problema crecientemente grave en todos los Andes.



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