Áreas marinas protegidas combaten espiral de muerte
lunes 20 de septiembre, 2010
Los pescadores de Belice, que en 1996 objetaron la creación de un área protegida que prohibía pescar en aguas del Parque Nacional Laughing Bird Caye, se benefician ahora de la abundancia de peces y del auge del turismo que provocó esa medida.
Los múltiples beneficios de declarar áreas marinas protegidas son puestos de relieve en una serie de informes presentados este miércoles por la organización Conservation International (CI).
«El océano está en crisis, pero no podemos verlo con nuestros propios ojos, así que no somos conscientes de lo que está ocurriendo», dijo Leah Bunce Karrer, coautora y directora del Programa de Áreas Marinas Protegidas en CI.
«Las áreas marinas (protegidas) ofrecen una solución que puede reducir de modo significativo la degradación oceánica, mientras beneficia a las comunidades locales», dijo Karrer a IPS.
Un tercio de todas las especies de tiburones, rayas y corales corren el riesgo de extinguirse.
«La mayor parte de la gente no se da cuenta de eso. A medida que las especies desaparecen, ecosistemas enteros se ven alterados», dijo Gregory Stone, científico oceánico que trabaja para CI.
Apenas una fracción de uno por ciento de los océanos está efectivamente protegida, aunque cada vez hay más consenso científico sobre la necesidad de proteger por lo menos 20 por ciento de los mares.
En un esfuerzo por mostrar que proteger partes de los océanos tiene sentido social, económico y ecológico, CI analizó estudios de 23 países, principalmente pobres, y concluyó que las áreas marinas protegidas logran aumentar la población de peces y mejorar los medios de sustento, dijo Karrer.
Las áreas marinas protegidas se definen como zonas océanicas de múltiples usos que rodean áreas más pequeñas, entre ellas zonas donde está prohibida la pesca, áreas donde se restringen determinadas actividades u otras que se dedican a usos específicos, como el ecoturismo, la pesca comercial o la recreación.
Cuando se protegen zonas de arrecifes y manglares se brinda a las comunidades costeras protección contra las tormentas. Estas áreas también juegan un rol importante en la regulación climática, dado que los manglares y los pastos marinos absorben grandes volúmenes de dióxido de carbono de la atmósfera, dijo Karrer.
Sin embargo, cada vez que se sugiere alguna restricción a la pesca hay hostilidad y resistencia, en parte debido a la errónea creencia de que la prodigalidad de los mares es infinita y a la precepción de que esas restricciones harán que alguien más se quede con los peces. Esas actitudes han llevado a la situación actual, en que la sobrepesca está vaciando los océanos y destruyendo ecosistemas marinos, matando así a la gallina de los huevos de oro.
El adecuado manejo de las reservas pesqueras podría haber impedido la desnutrición de casi 20 millones de personas en países pobres, y generado hasta 36.000 millones de dólares más por concepto de productos comerciados, según una nueva serie de estudios económicos recopilados en los últimos tres años y publicados esta semana en una edición especial del Journal of Bioeconomics.
Estas estimaciones reflejan que la sobrepesca causa una espiral de muerte en la que cada vez hay menos peces. Para ofrecer una nueva perspectiva, el economista Rashid Sumaila, del Centro de Pesca de la canadiense Universidad de Columbia Británica, y sus colegas, decidieron investigar cuál podría ser el máximo rendimiento de los océanos en caso de implementarse un manejo sostenible de sus recursos pesqueros.
Los investigadores analizaron las capturas mundiales en el año 2000 y calcularon que, sin sobrepesca, 20 millones de personas desnutridas podrían haber ingerido la proteínas vitales que necesitaban.
También determinaron que los peces capturados en mar abierto aportan entre 225.000 millones y 240.000 millones de dólares anuales a la economía mundial.
El uso que hacen de los ecosistemas oceánicos los buzos, así como los observadores de ballenas y quienes se dedican a la pesca recreativa, contribuye cada año con 47.000 millones de dólares a las economías nacionales en todo el mundo, y genera casi 1,1 millones de puestos laborales.
Estas actividades de impacto relativamente bajo son las de más rápido crecimiento. Por ejemplo, el turismo dedicado al avistamiento de ballenas aumentó 10 por ciento anual en los últimos años.
Cada año los gobiernos pagan unos 27.000 millones de dólares en subsidios a la pesca. La mayor parte de esa suma –16.000 millones de dólares– conduce directamente a la sobrepesca, según los estudios. «Estos subsidios son malos para las existencias pesqueras, malos para la economía, malos para la seguridad alimentaria y malos para el negocio pesquero a largo plazo», dijo Sumaila.
Sin embargo, eso significa que en el sistema hay dinero que podría destinarse a manejar las reservas pesqueras de modo sostenible. Mantener los bancos pesqueros sanos es bueno para la economía, pero la sobrepesca «simplemente es un mal negocio», agregó.
Las comunidades locales son las que más se benefician de un adecuado manejo de sus recursos marinos costeros, concluyeron los científicos de CI en sus estudios, que se centraron en Belice, Brasil, Fiji, Panamá y Ecuador.
Otro hallazgo de las investigaciones es que las áreas marinas protegidas pueden ayudar a las pesquerías agotadas y los ecosistemas degradados a recuperarse.
Los corales de las islas Phoenix y Line, en el océano Pacífico, padecieron una severa decoloración entre 1997 y 1998. Los científicos descubrieron que las islas que estaban mejor protegidas crearon un entorno que permitió que los arrecifes se regeneraran «con un vigor extraordinario», según el informe.
«Así que el mensaje para las comunidades costeras es: si quieren acceder a estos recursos mañana, tienen que cuidar su patio trasero hoy», dijo Stone, de CI.
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