Escribe Marc Dourojeanni[1]
Una publicación de pocos días atrás informa, didácticamente, lo que puede estar ocurriendo en el mundo de los insectos[i]. Y, lo que explica, además de plausible y plenamente confirmador de lo ya intuido por algunos, es tan impresionante como asustador. En esencia, el artículo expone que la biomasa, es decir el peso total de los insectos, independientemente de las especies, se ha reducido drásticamente a nivel regional, nacional y posiblemente mundial en menos de un siglo y que continúa cayendo. Todo mundo ya conoce el caso de las abejas y sus consecuencias. Pero la desaparición masiva de insectos “benéficos”, “dañinos” o “inocuos”[2], todos juntos, es el anuncio de una debacle ecológica y por ende humana, de tal magnitud que ningún economista ni sociólogo podría atreverse a calcular o predecir.
En resumen, el periodista ha revisado informaciones científicas y ha entrevistado especialistas que sustentan que las poblaciones de insectos se están reduciendo en forma alarmante en todo lugar donde se ha estudiado el fenómeno. La prueba más impactante salió de una sociedad de entomólogos de Krefeld (Alemania), cuyos miembros, intrigados por lo que parecía ser una tendencia a la disminución de insectos voladores, decidieron abordar directamente el tema gracias a disponer de registros de colecciones masivas muy antiguas, inclusive centenarias. Constataron, en resumen, que en la actualidad colectaban cantidades de insectos varias veces inferiores, a lo que colectaban décadas antes, exactamente en los mismos lugares y con las mismas técnicas. Otros estudios llegaron a las mismas conclusiones. En el artículo, el autor explica la razón por la cual este fenómeno ha pasado tan desapercibido y, asimismo, pasa revista a sus implicaciones para la humanidad. La conclusión es que, si ese proceso también ocurre en otras regiones del planeta, lo que parece ser el caso, todos los procesos bio-geoquímicos que sustentan la vida en la tierra se verían afectados y, muy posiblemente, eso repercutirá directa y negativamente en el futuro de la humanidad. Una amenaza que estiman pueda ser tan seria como la del cambio climático, a la que quizá esté asociado.
La primera reacción a esta nota puede ser algo así como “¡Qué buena noticia!”. En efecto, es bien sabido que los insectos constituyen el mayor competidor de la humanidad por alimentos, ya que consumen quizá tanto como la mitad de todas las cosechas mundiales, bien sea en el campo o en los almacenes y que, “por culpa” de ellos, se están usando volúmenes masivos de insecticidas[3], todo lo que genera pérdidas billonarias. También es muy conocida la enorme importancia de los insectos como trasmisores o vectores de enfermedades graves como fiebre amarilla, malaria, mal de Chagas, enfermedad del sueño o, para estar más actualizado, dengue, zika y chikunguña. Millones de humanos perecen cada año por enfermedades trasmitidas directa o indirectamente por insectos y miles de millones de dólares se usan para prevenirlas, combatirlas o curarlas. Es decir, si la población de insectos disminuye drásticamente, puede asumirse que habrá más comida para la gente y menos riesgo de contraer enfermedades, ¿será?
Ocurre que, al margen del impacto de los insectos “dañinos” arriba mencionados, debe tenerse en cuenta que una parte considerable de los hexápodos son “benéficos”; es decir, son útiles a la humanidad en muchas formas que casi siempre se desconoce u olvida. La primera función beneficiosa de los insectos para los humanos es mantener a raya a los insectos y otros animales “dañinos” que comen las plantas y los productos que el ser humano quiere y, en gran medida, también a los insectos que son vectores de enfermedades. Es decir que, sin el silencioso, extremadamente variado y eficientísimo ejército de insectos predadores y parásitos, los insectos “dañinos” proliferarían tanto y tan rápido que la humanidad se debatiría entre la hambruna y la muerte por envenenamiento debido al abuso de agrotóxicos… lo que, dicho sea de paso, ya está ocurriendo. Y, preciso es mencionarlo, además de los enemigos naturales, las “plagas” son controladas por otras “plagas” que les quitan o limitan la comida y el espacio, es decir los competidores, que en ese caso se transforman asimismo en “benéficos”. Así es, la ecología es algo muy complicado y dominado por la relatividad.
Otra función poco comprendida de los insectos, en especial esos que a veces se llaman de “inocuos” -apenas por no saber bien para qué sirven- es la de ser los actores iniciales fundamentales de la descomposición de la materia orgánica, lo que es indispensable para completar los ciclos biogeoquímicos. Sin el aporte de los insectos, ese proceso sería extraordinariamente lento, tanto que faltarían los nutrientes críticos para los siguientes nexos de las cadenas tróficas. Es difícil saber exactamente lo que pasaría, pero lo más probable es que sin insectos la velocidad de la vida se reduciría mucho y que pasaría en “cámara lenta”, con implicaciones sobre la productividad de los ecosistemas, incluido la fertilidad de los suelos y el crecimiento de las plantas. De otra parte, los insectos son factores claves de la selección natural y por ende de la evolución. Sin ellos, la vida en la tierra no se parecería a lo que es hoy.
[Ver además ► Cusco y la conservación en su territorio / Por Marc Dourojeanni]
Mejor conocido, por cierto, es el rol de los insectos en la polinización; es decir, de esos que son fácilmente reconocidos como beneficiosos. Pero esa fama existe especialmente en función de las abejas, que son una pequeña fracción del enorme número de especies de insectos polinizadores. Debe recordarse que toda planta que tiene flores debe ser polinizada pues sin ello no hay reproducción, ni frutos o semillas y, finalmente, no habría nuevas plantas. Y eso es trabajo de una multitud de insectos, en especial voladores que, de acuerdo con el artículo que se comenta, son los que más han disminuido. En síntesis, un mundo sin insectos sería un mundo medio muerto.
Es curioso recordar que, siendo los insectos animales exagerados, tanto en diversidad o número de especies[4] como en biomasa, ya que pesan más que todos los vertebrados juntos, hasta se les consideró como una posible futura fuente de alimentos de buena calidad para la humanidad. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO)[ii] y varios especialistas especularon seriamente sobre esa posibilidad[iii]. La reciente revelación de que los insectos están desapareciendo de este mundo atenta directamente contra esa especulación que, pese a su racionalidad, no animó a nadie a cambiar de menú diario.
Asimismo, debido a su monumental diversidad y, en especial, al poco conocimiento y casi ninguna simpatía que por ellos tiene la mayoría de los humanos, los insectos nunca fueron objeto de estudios detallados sobre su situación con respecto a riesgos de extinción. En las famosas listas rojas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) aparecen decenas y en algunos países quizá unas pocas centenas de insectos. Nada ni aproximado a las tristemente interminables listas de especies amenazadas de mamíferos, aves, reptiles y batracios que, sin embargo, todos sumados son unos pocos miles comparados a millones de especies de insectos. Existe, en efecto, más de un millón de especies de insectos identificados, pero hay de 10 a 30 veces más que la ciencia no conoce. Es decir, dado su pequeño tamaño y su especiación -o sea su limitación a determinados hábitats y ecosistemas- muchísimas especies de insectos ya deben haber desaparecido sin siquiera ser conocidos y clasificados debido a la deforestación y a la alteración drástica de ecosistemas en todo el mundo[iv].
No se sabe cuál es la causa del fenómeno constatado ni, por cierto, su magnitud. Obviamente, se especula que sea consecuencia de la contaminación ambiental general y de la destrucción de ecosistemas naturales, así como de la extrema simplificación de los que son antrópicos. En los estudios europeos se enfatiza que, en casi todos los casos, los lugares de recojo de datos están inevitablemente cerca de campos de cultivo en los que se usan pesticidas. Pero no se trata sólo de pesticidas sino de miles de sustancias químicas contaminantes de todo tipo producidos por la actividad humana. También se correlaciona el problema al cambio climático ya que, aparentemente, los insectos tienen más dificultad de adaptación que los vertebrados. Lo más probable es que todas esas causas estén asociadas.
Lo que es importante destacar es que, en todo caso, la desaparición de insectos no será abrupta ni fácilmente percibida por el común de la gente. Es probable, incluso, que las plagas sean mayores, más frecuentes y agresivas y, también, cambiantes, antes de que la falta global de insectos afecte toda la vida en la tierra. En conclusión, el artículo no da ni puede dar certezas. Es tan solo un buen indicador de otra probable amenaza al futuro humano.
[Leer además ► Jair Bolsonaro y el ambiente / Escribe Marc Dourojeanni]
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[1] Profesor Emérito de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, Lima. El autor es doctor en entomología, tema sobre el que tiene decenas de publicaciones. A comienzo de la década de 1970 fue presidente de la prestigiosa Sociedad Entomológica del Perú.
[2] Los insectos no son benéficos, dañinos o inocuos. Esos calificativos apenas representan el punto de vista humano. En realidad, los insectos, como todos los animales y plantas, cumplen una función siempre importante en el ecosistema. Las “plagas” se forman porque los humanos hacen proliferar anormalmente algunas plantas y, en la naturaleza, esa expansión anormal debe ser controlada. No hay insectos buenos y malos.
[3] En verdad la culpa es de las empresas que los fabrican y venden, de los gobiernos que no controlan y de los agricultores que los aplican sin mesura.
[4] Se habla de unos 10 millones de especies, quizá, hasta 30 millones.
[i] Jarvis, Brooke. 2018 The insect apocalypse is here; what does it mean for the rest of life on Earth? New York Times, Nov. 27, 2018 (https://www.nytimes.com/2018/11/27/magazine/insect-apocalypse.html). También traducido al castellano (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=249723).
[ii] FAO. 2013. Edible insects: Future prospects for food and feed security. Food and Agriculture Organization of the United Nations, Rome, FAO Forestry Paper No. 171.
[iii] Dourojeanni, Marc J. 2013. Vamos comer insetos? OEco (08/07/13), Rio de Janeiro (www.oeco.org.br)
[iv] Dourojeanni, Marc J. 1990. Entomology and biodiversity conservation in Latin America.
American Entomologist 36 (2): 88–94, (https://doi.org/10.1093/ae/36.2.88) y; Dourojeanni, Marc J. 2006. La Entomología en el contexto ambiental. Rev. Per. Entomol. 45:11 -17
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