Marc Dourojeanni / Profesor Emérito de la Universidad Agraria La Molina
Tanto en el Brasil como en Perú hay quienes, desde la política o desde otras trincheras, relanzaron recientemente la idea de que las funciones de los ministerios del Ambiente deberían estar integradas con las de otros ministerios. De 23 países latinoamericanos hay 17 que tienen ministerios del Ambiente, en los que el ambiente es responsabilidad exclusiva o compartida con temas íntimamente asociados como recursos naturales, desarrollo sostenible o agua. Seis tienen la responsabilidad ambiental como segunda misión. Ninguno, tampoco en los países caribeños, deja de tener una atención de nivel ministerial para el tema ambiental. Brasil y Perú, además de sus complejas problemáticas ambientales, son los países responsables por el 92% de la cuenca amazónica, la región menos intervenida por la agricultura. En esta nota se procura entender por qué, precisamente en esos países, se desea subyugar la política ambiental a los sectores productivos.
El Perú fue uno de los últimos países de América Latina en establecer un Ministerio del Ambiente, posiblemente por oposición del poderoso sector minero y energético, el que más contamina y el que más pasivos ambientales tiene. Quizá también por eso el entonces candidato Pedro Pablo Kuczynski, lanzó en 2015 la propuesta de fusionar los ministerios de Salud y Ambiente en uno solo[1]. Esa propuesta levantó muchas protestas y, sin duda para asegurar votos, la abandonó. Pero, otro personaje formado en la misma línea de pensamiento económico que Kuczynski, acaba de relanzar la posibilidad, esta vez como entonces bajo el disfraz de que en el país “hay demasiados ministros”[2]. En Brasil otro candidato a la presidencia, el diputado ultraderechista Jair Bolsonaro, manifestó su propósito de fusionar los ministerios de Agricultura y Ambiente en uno solo[3]. En este país es notoria la lucha sin cuartel que libra la bancada ruralista del Congreso contra todo lo que sea preservación del ambiente, inclusive contrariando sus propias bases electorales.
¿Coincidencia? Con seguridad que no es coincidencia que los derechistas de cada país propongan casi lo mismo en relación al ambiente. Es decir, subordinarlo a los sectores que más lo agreden. De hecho, tanto en el Brasil como en el Perú, a parte de la minería y de la explotación petrolera, el principal vector de la deforestación (mucho más del 90%) es la expansión agropecuaria sobre la Amazonía. Pensar en fusionar Agricultura con Ambiente es el fin del segundo y, si prosperase la idea de Kuczynski de juntar Ambiente con Salud, sería aún peor teniendo en cuenta la importancia popular del tema salud.
En el caso brasileño vale la pena recordar algunos hechos recientes que sustentan la idea que Bolsonaro defiende. En efecto, el bloque ruralista ha presentado con mucha fuerza un proyecto de ley que acaba con la moratoria de plantación de caña de azúcar para alcohol en la Amazonía Legal[4]. Y, a pesar de la moratoria vigente referente al cultivo de soya en esa región, esta se cuadruplicó desde 2006[5], teóricamente en áreas ya deforestadas. Los impactos ambientales previsibles de la liberación del cultivo de caña de azúcar para alcohol en la Amazonía son extremamente serios, como demostrado por científicos de primer orden[6]. Ya los impactos de ese cultivo en el bosque Atlántico han sido evidentes[7] y, para el caso peruano, han sido comentados por este autor desde los años 1980[8]. Y eso sin mencionar que en el Brasil la ganadería expulsada de otras regiones por la expansión de cultivos industriales más rentables también se refugia en la Amazonía. No hay duda, pues, que en el Brasil o en el Perú, la pretendida eliminación de los ministerios del Ambiente responde en parte a una estrategia de facilitar grandes inversiones agropecuarias mineras -además de mineras, petroleras e hidroenergéticas- en la Amazonía. Los fondos pueden venir del capitalismo convencional o, claro, del capitalismo comunista chino, como ocurre en África tropical.
Lo anterior puede explicar la intención de suprimir ministerios del Ambiente pero no necesariamente es un argumento a favor de mantenerlos. No hay duda de que tanto Brasil como Perú tienen demasiados ministerios que, especialmente en el primero, responden a la necesidad de satisfacer todas las partes de las alianzas políticas que permiten cierta gobernabilidad. Pero nada justifica opinar que el que se ocupa del ambiente sea uno de los supernumerarios.
Al contrario. Por una parte está el carácter crecientemente decisivo para el futuro de la degradación ambiental que, especialmente en el caso peruano, está cerca del colapso por el retroceso de sus glaciares y del agua para su región costera. Y Brasil aún no parece decidirse a hacer algo suficiente para su nordeste atormentado por una falta de agua creciente. La Amazonía viene siendo destruida a un ritmo acelerado en ambos países sin llevar en cuenta la bien probada correlación de este proceso con el tema de la disponibilidad de agua en otras regiones. Pero esos son apenas unos pocos entre muchos asuntos urgentes e importantes que deben ser encarados desde un Ministerio del Ambiente y que requieren de una atención cada vez mayor ya que son determinantes para la sobrevivencia de las naciones.
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En el pasado se consideró que para enfrentar problemas multisectoriales como el cambio climático o la contaminación ambiental, bastaría que los países cuenten con un consejo o comisión ambiental nacional de alto nivel para coordinar las acciones o medidas, dejando que cada ministerio asuma su propia responsabilidad ambiental. Pero eso, aunque en principio es una verdad absoluta, nunca funcionó bien en ningún país. El problema está en que todos los sectores, especialmente los productivos, tienen otra misión para ellos prioritaria que es, frecuentemente, directa e ineludiblemente contradictoria con las necesidades de cuidado ambiental. En efecto, la primera tarea de los ministerios de Agricultura, Minas, Pesca, Industria o Energía es producir más, abastecer la demanda nacional y hacer crecer el producto bruto. No es evitar impactos ambientales o proteger los bosques o la diversidad biológica. Para ellos el cambio climático es un problema del futuro. No es problema de ellos. No pueden ser juez y parte. Por eso, uno a uno, los países que tenían consejos o comisiones ambientales pasaron a sustituirlos por ministerios de Ambiente[9]. Sólo así el tema ambiental consiguió hacerse presente en los consejos de ministros y a ser agenda obligatoria de presidentes y de todos los ministros. Sólo así comenzaron a tomarse medidas que no son siempre del agrado de los sectores productivos, pero que son esenciales para el futuro próximo.
Es pertinente anotar que gran parte de la temática ambiental fue abordada inicialmente en los ministerios de Agricultura, en una época en que nadie se interesaba por eso. Fue en esos ministerios que nacieron las áreas naturales protegidas, la preocupación por los bosques y la deforestación, el manejo de las cuencas y el cuidado del agua, los reclamos contra la contaminación minera y la de la propia agricultura. Fue en ese entorno que se clasificaron las tierras por capacidad de uso y que se estimuló el control biológico de plagas. Tanto en Brasil como Perú la esencia del ambientalismo nació en el sector agrario. Pero eso fue logrado en otra época y con tremenda dificultad, en abierta y desigual lucha contra el resto del aparato ministerial. Entre crear colonizaciones o asentamientos rurales y establecer un parque siempre predominaba lo primero. Entre reforestar y cuidar la vegetación de las cuencas y construir una represa para la irrigación, siempre se prefería lo segundo.
El enorme progreso alcanzado por Perú y Brasil en relación con el tratamiento ambiental se debe inequívocamente a que independizaron la atención a los problemas ambientales de sus ministerios de Agricultura y de otros dedicados a la producción o a la infraestructura. El licenciamiento ambiental, aunque obviamente implique compromisos, debe ser independiente y decidido al más alto nivel del gobierno y aplicado con rigor.
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