- En el siguiente artículo, el biólogo José Álvarez resalta la riqueza única de la cuenca del Nanay y las amenazas que enfrenta, principalmente la minería ilegal, una actividad que se ha incrementado en los últimos años.
Texto y fotos: José Álvarez Alonso
El Nanay es un río único en la Amazonía peruana. Probablemente algunos piensen que todos los ríos son únicos, pero parafraseando las primeras líneas de Ana Karenina, de León Tolstoi, aunque cada uno lo es a su manera, el Nanay lo es de forma excepcional, y voy a explicar por qué.
Esta cuenca se localiza en un rasgo geológico muy particular en la Amazonía norperuana, que los geólogos llaman “El Arco de Iquitos”: se trata de un plegamiento de la corteza terrestre derivado o relacionado con el surgimiento de los Andes, que como se sabe, se originan por el choque de las placas de Nazca y de Suramérica. Así como cuando empujamos un mantel o una frazada surgen arrugas de diverso tamaño, así han surgido plegamientos secundarios a la gran Cordillera Andina en la llanura amazónica, llamados “arcos” por los geólogos, como el de Iquitos, el de Purús, o el de Fitzcarrald. Las formaciones geológicas que afloran en el Arco de Iquitos (y que en otras áreas están a cientos de metros de profundidad) están constituidas por sedimentos muy antiguos, de la era Terciaria; en ellos las torrenciales lluvias amazónicas han lavado los nutrientes durante millones de años, dando como resultado suelos infértiles pero ricos en metales tóxicos, como el aluminio. Una de esas formaciones geológicas, llamada “Arenitas de Iquitos”, está constituida por arenas blancas cuarzosas extremadamente pobres en nutrientes, donde crecen los famosos “varillales”, de donde los pobladores locales extraen las maderas redondas tan apreciadas en Iquitos para construcciones rústicas (especialmente el aceite caspi, especie dominante en ciertos tipos de varillal).
Las plantas que crecen en estos varillales han desarrollado adaptaciones para vivir en suelos sumamente ácidos y pobres en nutrientes, como defensas físicas (hojas muy coriáceas, con cutículas o tricomas -pequeños pelos- que los protegen de los insectos) y químicas (compuestos secundarios tóxicos, como alcaloides, taninos, terpenos y polifenoles). Los bosques de varillal están entre los ecosistemas más frágiles de la Amazonía, como demuestran numerosos estudios, pues prácticamente todos sus nutrientes están en la vegetación, que ha desarrollado complejos mecanismos tanto para ahorrar como para reciclar los nutrientes, a través de un sistema radicular sumamente eficiente. Tan eficiente que el agua que drena de los varillales es más pura que el agua de lluvia, y solo contiene algunos compuestos secundarios, como los taninos, que las bacterias y hongos no son capaces de descomponer. Una vez retirada la capa de vegetación, los nutrientes son rápidamente arrastrados al río o lixiviados a capas profundas del suelo, donde las raíces de las plantas ya no pueden alcanzarlos. Un área alternada de este modo, según estudios realizados en bosques sobre arena blanca en el sur de Venezuela, tomaría más de 1000 años en recuperarse[1].
La deforestación y alteración a gran escala de los suelos pobres en la cuenca del Nanay, que se produciría si se concretasen varias concesiones mineras como la que ha aprobado el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) recientemente, contribuiría a liberar el aluminio, el mercurio y otros metales tóxicos que abundan en estos suelos, contribuyendo a contaminar más este río. Como se recordará, se ha denunciado en varias oportunidades los altos niveles de aluminio presentes en el agua “potable” de Iquitos, lo que en parte se debe a fuentes naturales en esos antiguos suelos[2].
Una serie de estudios realizados en la Amazonía ecuatoriana y brasileña han mostrado que el mercurio que contamina los ríos no solo tiene su origen en la minería aurífera aluvial: tanto la deforestación como la remoción de sedimentos del fondo liberan mercurio y otros metales pesados acumulados por miles de años en los suelos y en el fondo de los ríos amazónicos[3]. La deforestación causada por la agricultura de subsistencia y por monocultivos industriales es bastante pronunciada en muchas cuencas amazónicas, incluyendo la cuenca del Nanay. Si bien es imposible impedir a los agricultores cultivar sus chacras, pues es una actividad esencial de subsistencia, sí es muy razonable y pertinente prohibir otras actividades que alteren gravemente la cobertura vegetal en la cuenca del Nanay, como la minería aluvial, la agricultura industrial y la extracción maderera mecanizada. Ese fue el sustento de la ordenanza regional que declaró la intangibilidad de la cuenca del Nanay, mencionada más abajo.
Los taninos presentes en la vegetación de los varillales son los que dan ese característico color oscuro a las aguas del Nanay, las que como se ha dicho arrastran escasos nutrientes y materiales en suspensión, y tienen un pH ácido, algo importante para el tema del mercurio usado por la minería ilegal. Estas aguas se diferencian claramente de las aguas «blancas» muy ricas en minerales de los ríos de origen andino, como el Marañón, el Napo o el Amazonas, en cuyos lagos y caños crecen profusamente plantas acuáticas como huama y putuputu, ausentes en las cochas y márgenes del Nanay. En Brasil distinguen muy bien las llanuras inundables de ríos de aguas blancas, que llaman “várzeas”, de las inundables por aguas negras, “igapó”, las más características de las cuales son justamente las del Rio Negro, que tiene sus nacientes en una formación geológica con suelos muy antiguos y pobres, el Escudo de Guyana.
La cuenca del Nanay es particular porque probablemente es la única que podría calificar como igapó en la Amazonía peruana. Esto, unido al escaso tamaño de su cauce (apenas 100 m de anchura en promedio en la cuenca media/alta, y con una corriente de 100 m³/s en promedio) hacen que el Nanay muestre un curso muy poco dinámico, con escasa erosión y arrastre de sedimentos, por lo que es extremadamente frágil y vulnerable a cualquier alteración. Es por eso también el peor escenario posible para operaciones auríferas que remuevan sedimentos del cauce del río, liberando substancias tóxicas de los sedimentos, además de añadir mercurio por el amalgamado del oro.
La mejor prueba de que los suelos inundables del Nanay son pobres en nutrientes está en que los sabios campesinos locales nunca siembran sus chacras en ellos, a diferencia de los que viven en las fértiles orillas de los ríos de aguas blancas. Tampoco siembran en los varillales, donde saben que es casi imposible cultivar yuca, plátano u otros productos de panllevar.
Por su localización estratégica en la llamada Ecorregión Bosques Húmedos del Napo, y por la diversidad y particularidad de sus ecosistemas, la cuenca del Nanay alberga una excepcional biodiversidad: por ejemplo, en sus bosques han sido registrados récords mundiales de especies de reptiles, anfibios y plantas para una localidad, superiores incluso a los afamados registros de Manu y Tambopata, y albergan numerosas especies solo conocidas en el mundo de aquí, incluyendo especies endémicas de aves como la Perlita de Iquitos (Polioptila clementsi), que solo ocurre en los varillales de la Reserva Nacional Allpahuayo-Mishana, en el bajo Nanay, y el recientemente descrito tocón de Aquino (Cheracebus aquinoi), restringido a los varillales de esta cuenca. En sus aguas habitan diversas especies de peces de distribución rara y restringida, especialmente del género Apistograma, de los según los científicos quedan numerosas especies por describir.
Los peligros del mercurio y otros metales
Las dragas que operan para extracción aurífera contaminan el agua tanto al remover enormes cantidades diarias de sedimentos del fondo del río, liberando metales pesados acumulados por milenios, como con el mercurio usado en la amalgamación artesanal del oro de los concentrados. Por cada kilogramo de oro extraído por este método se usan más de tres kg de mercurio para el amalgamado, según diversos estudios.
Ahora bien, el mercurio metálico vertido al río por las decenas de dragas que operan por años de forma ilegal en la cuenca alta del Nanay sufre en el agua un proceso de “metilación” u “organificación”; esto es, la transformación en mercurio orgánico o monometilmercurio, mucho más tóxico y cien veces más soluble en tejidos grasos de los seres vivos que el inorgánico, a lo que hay que añadir que se elimina mucho más lentamente (menos del 3 % al año).
Como indican Brack y colegas en el libro Minería aurífera en Madre de Dios y contaminación con mercurio[4]: “El mercurio metálico -Hg- puede entrar a la cadena trófica y de ahí al hombre a través de su metilación, que corresponde a la formación de un compuesto organometálico, el metilmercurio o monometilmercurio (CH3Hg+), el cual es liposoluble y, de hecho, es cien veces más soluble en tejidos grasos que el mercurio inorgánico. Estos compuestos presentan una elevada toxicidad, puesto que pueden atravesar fácilmente las membranas biológicas -en particular la piel-, y a partir de este punto, la incorporación del metal en la cadena trófica está asegurada. Aparte del Hg, otros metales susceptibles a la metilación son plomo Pb, arsénico – As, y cromo – Cr, metales pesados que están también presentes en los suelos y lodos de los cauces de los ríos amazónicos, y son liberados al agua con la remoción de materiales para la extracción de oro”. Este proceso se acentúa sensiblemente en aguas con las características limnológicas de las del Nanay, con pH ácido (<6.5) y con baja conductividad.
Una vez ingresado en la cadena trófica, a través del plancton, el monometilmercurio llega a los peces, y a través de ellos al ser humano, por un proceso llamado “biomagnificación”, que significa que se incrementa la concentración de monometilmercurio en los niveles tróficos más altos, que acumulan por depredación todo el metal de los niveles tróficos inferiores. Por otro lado, una vez ingresado a un organismo vivo, el monometilmercurio se elimina muy difícilmente, y los niveles se incrementan progresivamente, acumulándose en los tejidos a lo largo de toda su vida, por el proceso llamado “bioacumulación”.
En Loreto los peces carnívoros como zúngaro, tucunaré, fasaco y dondella están entre los más consumidos por la población y están entre los que más mercurio acumulan. El consumo per cápita de pescado en las zonas rurales de Loreto está entre los más altos del mundo, llegando en algunas cuencas a superar los 150 o 200 kg/pers./año. Por ejemplo, en comunidades indígenas del río Apayacu es de 157 kg/pers./año, y en el Ampiyacu de 107 – 143 Kg/pers./año -comunidad nativa de Pucaurquillo- y hasta 253 kg/pers./año -comunidad nativa de Tierra Firme- (ambos ríos están en Loreto)[5]. Eso explica por qué es tan vulnerable la población loretana, y especialmente las comunidades indígenas, a la contaminación de sus ríos con mercurio y otros metales pesados.
Hay que tener en cuenta también que el mercurio que se pierde en forma gaseosa en la atmósfera al amalgamar el oro puede oxidarse en pocos días si existe una alta humedad relativa (como ocurre en la selva baja peruana), y es devuelto de nuevo al bosque con la lluvia en forma de Hg²+. Como se ha dicho, los suelos de la cuenca del Nanay, al igual que las aguas del río, tienen un bajo pH y baja conductividad, por lo que se produce rápidamente el proceso de metilización del mercurio metálico. Una parte del monometilmercurio ingresa a la cadena trófica de la fauna terrestre, mientras que otra parte es arrastrada a las quebradas y al río, donde entra en la cadena trófica acuática. Un estudio realizado en Madre de Dios por P. Shrum[6] mostró que el mercurio está tan extendido en esta región que aparece en niveles altos incluso en aves rapaces restringidas a tierra firme, pese a que nunca consumen recursos hidrobiológicos. En ciertas circunstancias, las raíces de las plantas acumulan también mercurio, por lo que es peligroso el cultivo y consumo de plantas como yuca, camote o sachapapa.
No se tiene conocimiento de estudios recientes de contaminación con mercurio u otros metales pesados en la población del Nanay, pese a que se sabe que la FEMA Loreto los ha solicitado, y en varias oportunidades, a las autoridades de salud. Un estudio realizado por la DIGESA, a solicitud del Gobierno Regional de Loreto allá por el 2003, mostró que buena parte de la población, especialmente de las comunidades de la cuenca alta más cercanas a las zonas de operación de las dragas, mostraban índices de contaminación con mercurio en pelo, uñas y orina muy superiores a los máximos permisibles según los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en algunos casos hasta 20 veces más. Estos índices tan preocupantes ocurrieron cuando apenas había media docena de dragas operando intermitentemente; son previsibles los resultados de un estudio similar ahora que opera más de un centenar de dragas, según algunos informes de pobladores locales. Es increíble la negligencia de las autoridades para no haber realizado este tipo de estudio en los últimos años.
Estudios realizados en otras zonas con presencia de mineros ilegales, como en Madre de Dios o en el río Napo en Loreto, muestran el mismo patrón: altas concentraciones de mercurio en peces depredadores (figura 5), y como consecuencia, en comunidades indígenas, incluyendo niños (Figura 6). Por otro lado, estudios de la contaminación por metales pesados en agua y sedimentos del río Nanay realizados por investigadores del IIAP hace veinte años ya mostraron niveles de contaminación preocupantes[7].
Un estudio de contaminación en peces realizado por el Organismo Nacional de Sanidad Pesquera (Sanipes), a pedido de la Fiscalía Adjunta Provincial FEMA de Loreto Maynas[8], ha sido mal diseñado porque tomó muestras de algunas especies de peces que, por sus hábitos alimenticios, son las que menos metales pesados suelen acumular en sus tejidos (yaraquí -herbívoro-, yulilla -detritívoro-, y cunchi -omnívoro). Este diseño se presta, por supuesto, a ciertas suspicacias, ya que quienes tomaron esas muestras fueron profesionales loretanos que conocen bien la biología de los peces locales… Estamos seguros de que si las muestras se hubiesen tomado de peces carnívoros también muy consumidos en el Nanay, como doncella, tucunaré o chambira, los resultados habrían sido diferentes (como muestra la figura 1 de un estudio en Madre de Dios).
Como era previsible, el resultado de este estudio, junto con los realizados en muestras de agua por la ALA – ANA (que tampoco muestran niveles muy elevados de contaminación por metales pesados), han sido utilizados por los mineros ilegales y algunos de sus aliados para minimizar el problema e, incluso, para tratar de convencer los pobladores locales de que sus actividades no implican peligro alguno para su salud.
Divulgar las evidencias de contaminación en peces y personas en la cuenca sin duda sería de gran ayuda para sensibilizar y movilizar a la población -tanto del Nanay como de Iquitos- contra la minería ilegal.
Toxicidad del mercurio
Los efectos de la intoxicación con mercurio son bien conocidos desde tiempos de los romanos y, sobre todo, desde la catástrofe ocurrida en los años 50 en la bahía de Minamata en Japón: incluyen alteraciones en el comportamiento y daños severos en el sistema nervioso, daños en los aparatos digestivo y urinario y en el sistema reproductivo, incluyendo graves malformaciones congénitas, por lo que los expertos aconsejan a las personas expuestas al mercurio evitar los embarazos.
Un resumen de los impactos del monometilmercurio en la salud de las personas está en el citado libro de A. Brack y colegas: “El metilmercurio (o monometilmercurio) no es fácilmente eliminado por el organismo, acumulándose en diferentes órganos como cerebro, corazón, pulmones, hígado y causando severos efectos adversos a la salud, difícilmente diagnosticables y menos aún tratables adecuadamente. Particularmente graves son los daños al cerebro y al sistema nervioso central y al cerebelo, daños que son irreversibles debido a la destrucción de las células neuronales; también causa abortos, malformaciones congénitas y afecta el desarrollo sicológico y físico de los niños; los daños al sistema nervioso son mucho más graves en niños que en adultos; particularmente susceptibles son los embriones y fetos; en casos graves de contaminación las mujeres han dado a luz a bebés con parálisis cerebrales severas. La tasa de intoxicación es mucho más rápida en niños que en adultos; los niños expuestos a los vapores mercúricos desarrollan la enfermedad llamada acrodinia, o ‘enfermedad rosada’, que se manifiesta en severos calambres en las piernas, irritabilidad y dedos rosados y dolorosos, y a veces exfoliación de pies y manos.
En los animales vertebrados el metilmercurio es sumamente tóxico, ya que ataca el sistema nervioso aún a concentraciones muy bajas. Estudios realizados en Brasil demuestran que pueden ser detectadas alteraciones en el sistema nervioso y trazas de mercurio en el pelo y la sangre de personas que habitan zonas de explotación aurífera con niveles de contaminación inferiores al umbral establecido de 6 a 12 μg/l Hg para sangre, 2 μg/g Hg para cabello, y 5 μg/l Hg para orina. Los efectos neurológicos de la contaminación con mercurio comienzan a ocurrir con niveles de mercurio en orina superiores a 100-200 μg/l Hg. Gastroenteritis y necrosis tubular aguda se observan con menores niveles de contaminación: >50 μg/dl (50 microgramos por decilitro). En más de la mitad de las mujeres en edad de procrear fueron detectados niveles de mercurio que duplicaban el umbral establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que los investigadores aconsejaron evitar los embarazos, dados los graves riesgos de que se produzcan las conocidas malformaciones consecuencia de la contaminación con mercurio”. (Op.cit. pp. 32-33)
Se debe tomar en consideración que cada vez hay más evidencias de que los efectos dañinos para la salud humana del mercurio se presentan a niveles bastante por debajo de los umbrales establecidos por la OMS, al punto que muchos expertos han propuesto la reducción de estos umbrales máximos de contaminación con mercurio en las personas cuanto menos a la mitad.
Impactos socioambientales
La extracción de recursos naturales, tanto del bosque (hojas de irapay, madera redonda y de aserrío, frutos silvestres como aguaje y ungurahui, carne de monte) como del río (peces, tanto de consumo humano como ornamentales) constituye la principal actividad económica de la mayoría de las comunidades del Nanay, ya que la pobreza de los suelos de esta cuenca no permite una agricultura rentable. Una excepción la constituyen las comunidades de la margen izquierda de la cuenca baja y de su afluente el Momón, donde afloran sedimentos de la llamada Formación Pebas, que exhiben suelos algo más productivos y donde la agricultura es bastante importante.
En la cuenca baja, especialmente en Mishana y otras comunidades del interior de la Reserva Nacional Allpahuayo–Mishana y su zona de amortiguamiento, la actividad turística se ha convertido también en una fuente importante de ingresos para muchas familias. Estas actividades turísticas, bien realizadas, tienen el potencial de constituirse en la principal fuente de ingresos, sostenible, amigable con el ambiente y pertinente culturalmente, para algunas de las comunidades de la cuenca.
La minería aurífera ilegal, además de afectar seriamente la seguridad alimentaria y la salud de esta población, está afectando también su futuro económico, pues impacta sobre las principales actividades de las comunidades. De comenzar a operar la concesión minera aprobada por el INGEMMET, y las que se sabe están en trámite, el impacto sería mucho más serio. Debe tenerse en cuenta que la pesca es la fuente principal de proteínas para las cerca de 40 comunidades que viven en esta cuenca, incluyendo las últimas de la etnia Iquito (San Antonio y Atalaya). Pronto podría ocurrir el escenario de Madre de Dios: que las autoridades de salud recomienden a las personas dejar de consumir pescado para evitar la contaminación con metilmercurio. Los índices de desnutrición crónica y anemia, ya muy altos, se dispararían aún más.
Por otro lado, es probable que la contaminación con mercurio, plomo y otros metales pesados, debido al consumo de agua contaminada y a otras fuentes (por ej. la contaminación por las emisiones del tráfico urbano en Iquitos) esté contribuyendo a la ocurrencia del llamado “síndrome metabólico”, una condición que incrementa el riesgo de sufrir obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares[9]. Cabe recordar que Iquitos sufrió una tasa de mortalidad por el COVID 19 entre 5 y 6 veces superior a la media nacional y que, según los datos del Ministerio de Salud (Minsa), el 85.5 % de los fallecidos por COVID-19 en Perú padecían obesidad.
Además, según informes de pobladores de la cuenca, el descalabro social e institucional que está provocando la presencia de los mineros ilegales en la cuenca, con aparente anuencia de algunas autoridades, ha tenido otro efecto negativo: luego de años en que las comunidades organizadas controlaron el acceso de pescadores comerciales a la cuenca media y alta, de nuevo están ingresando masivamente estos pescadores a muchas cochas, dejándolas devastadas por el uso masivo de artes de pesca no selectivas e incluso de substancias tóxicas como los peligrosos pesticidas Thiodan y Paration. Esto está agravando aún más la inseguridad alimentaria de la cuenca.
Intangibilidad de la cuenca del Nanay
El Gobierno Regional de Loreto publicó una ordenanza en febrero del año 2003 que declaró la cuenca del río Nanay “zona de exclusión para actividades de extracción minera y para aquellas que alteren la cobertura vegetal” (Ordenanza Regional 006-2003-GRL-CR). La ordenanza establece que “cualquier actividad extractiva de minerales en este río tiene alto impacto en las características fisicoquímicas del agua, afectando la biodiversidad y haciéndola inadecuada para su consumo” y hace referencia a que la extracción de oro en los ríos contamina las aguas “tanto por el uso del mercurio, como por la remoción de los sedimentos que contienen metales pesados y substancias tóxicas”.
En años posteriores fueron publicadas otras ordenanzas regionales que fortalecieron la protección de esta cuenca frente a las amenazas tanto de la minería aurífera como de otras actividades que pudiesen poner en riesgo las fuentes de agua de la ciudad de Iquitos y de las poblaciones locales de la cuenca: OR 003-2004-GRL-CR / OR 020-2004-GRL-CR; OR 002-2008-GRL-CR; OR 014-2008-GRL-CR; OR 020-2009-GRL-CR; OR 014-2012-GRL-CR. Concretamente, la OR N° 014-2008 CR/GRL declaró de interés público la protección de la cabecera de cuenca del Nanay. La Propuesta de Macrozonificación Ecológico–Económica que realizó el IIAP en el Nanay por esos mismos años también excluye las actividades mineras de la cuenca del Nanay sobre la base de su fragilidad ecológica y sus peculiaridades geológicas.
En esos años hubo una movilización muy fuerte de la opinión pública para rechazar la presencia de las dragas en el Nanay, con apoyo de la Municipalidad Provincial de Maynas, el mismo Gobierno Regional y el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), así como de las organizaciones de las comunidades, medios de comunicación, gremios y congresistas de la República. La población local también se movilizó para solicitar al Gobierno Regional de Loreto la creación de un área de conservación regional para proteger las cabeceras de la cuenca, la que fue finalmente creada en el 2011, el ACR Alto Nanay-Pintuyacu-Chambira, con un área de algo más de 954 mil hectáreas.
Aunque la creación del área sirvió para frenar el saqueo indiscriminado de madera, fauna silvestre y recursos hidrobiológicos que practicaban gentes foráneas en estas cabeceras, no está sirviendo lamentablemente para impedir la minería ilegal, impulsada por mafias bien organizadas y armadas, ante la cuales los pobladores no han podido hacer mucho. Tampoco los operativos impulsados esporádicamente por las fuerzas armadas y policiales han hecho gran cosa por impedir que sigan operando impunemente. La concesión minera otorgada recientemente por el INGEMMET en una sección de la cuenca alta ha movilizado -por primera vez en muchos años- a la población de Iquitos, que se ha manifestado a través de numerosos gremios y organizaciones rechazando dicha concesión, y la posible aprobación de otras varias que se encuentran en trámite.
Debe tenerse en cuenta, además, que el uso de dragas, bombas de succión o cualquier tipo de artefactos similares en cuerpos de agua, sean ríos, quebradas, cochas o cualquier otro tipo de humedal, está expresamente prohibido por la legislación vigente, independientemente de que se use mercurio para el amalgamado o no. El artículo 5 del Decreto Legislativo 1100, del 2012, prohíbe “en el ámbito de la pequeña minería y minería artesanal el uso de dragas y otros artefactos similares en todos los cursos de agua, ríos, lagos, lagunas, cochas, espejos de agua, humedales y aguajales”. Esto se fundamenta en los grandes impactos negativos al ambiente y la biodiversidad asociada, los que son en buena medida irreversibles en el corto y mediano plazo.
Estos impactos incluyen, como se indica en diversos documentos del Ministerio del Ambiente (Minam), la modificación de la dinámica e hidrología de los ríos, quebradas y otros cuerpos de agua, la alteración de los ecosistemas acuáticos y de la comunidad biótica asociada, deteriorando gravemente su integridad y funcionalidad, la destrucción de hábitats de muchos organismos acuáticos, y la alteración del substrato del cauce aguas abajo, por la obstrucción de los intersticios entre las gravas y troncos sumergidos, reduciendo el hábitat para pequeños peces e invertebrados. Por tanto, aunque se confirmasen algunas concesiones mineras en el Nanay -¡esperemos que no!-, los concesionarios no podrían legalmente operar en el cauce del río o cualquier cuerpo de agua o humedal.
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