Reserva Comunal Amarakaeri: despensa indígena amenazada
Área protegida aún presenta un buen estado de conservación, sin embargo las actividades como la minería y tala ilegales, las carreteras no planificadas y hasta el narcotráfico han puesto en alerta a las comunidades indígenas de la zona que viven de los recursos del bosque desde tiempos ancestrales.
Diversos informes han demostrado que los pueblos indígenas son los mejores guardianes de los bosques. Uno de ellos fue publicado el 2021 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el cual indica que “las tasas de deforestación son significativamente más bajas en los territorios indígenas y tribales donde los gobiernos han reconocido formalmente los derechos colectivos a la tierra”. En el Perú, un ejemplo claro de este aporte de las comunidades nativas es la Reserva Comunal Amarakaeri (RCA).
Esta área natural protegida se ubica en la región Madre de Dios, provincia del Manu. Abarca territorios de los distritos de Fitzcarrald, Manú, Madre de Dios y Huepetuhe. Posee 402 335.62 hectáreas y tiene como objetivo proteger las cuencas de los ríos Madre de Dios y Colorado con el fin de conservar los recursos naturales en beneficio de las comunidades nativas que la rodean.
Julio Yuri, de la comunidad Shintuya, es uno de los habitantes indígenas de más edad en la zona. Se dedica a la elaboración de artesanías que vende a los turistas.
En la comunidad nativa Queros Wachiperi se prepara una deliciosa patarashca hecha de paco recién cosechado en sus piscigranjas.
La creación de esta área protegida se dio a pedido de las propias comunidades indígenas, que luego de casi veinte años lograron su objetivo en el 2002, fecha en que se estableció la reserva. Hoy, junto con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), cogestionan el área desde los aspectos ambiental, económico, social y cultural.
Walter Quertehuari, presidente del Ejecutor del Contrato de Administración de la Reserva Comunal Amarakaeri (ECA Amarakaeri), que representa a las comunidades indígenas harakbut, yine y machiguenga, explica que este modelo de gestión permite la participación de los pueblos nativos en todas las decisiones que se toman respecto al área y, además, fortalece la protección de la zona porque se comparten roles como la vigilancia permanente.
“Podemos decir que gracias al trabajo articulado entre la jefatura de la reserva del Sernanp y las comunidades nativas a través del ECA, el área protegida muestra un buen estado de conservación a pesar de las diversas amenazas”, señala Quertehuari Dariquebe, quien asegura que la zona está protegida, por ahora, en un 98%.
A pesar de las distintas amenazas, los bosques de Amarakaeri todavía mantienen buenos índices de conservación.
«Podemos decir que gracias al trabajo articulado entre la jefatura de la reserva del Sernanp y las comunidades nativas a través del ECA, el área protegida muestra un buen estado de conservación a pesar de las diversas amenazas».
Walter Quertehuari Dariquebe, presidente del ECA Amarakaeri.
Asvín Flórez, jefe del área protegida también destaca la importancia de esta cogestión y afirma que una de las principales ventajas “es que los pueblos indígenas, al ser los principales agentes que aprovechan los recursos de Amarakaeri, también se convierten en los más interesados en su conservación”.
Shintuya tiene conexión terrestre con Cusco hace varios años; sin embargo, aún no cuenta con servicios básicos como agua y desagüe.
Biodiversidad amenazada
Según el Sernanp, la RCA protege importantes especies fauna silvestre como el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el lobo de río (Pteronura brasiliensis), el mono choro (Lagothrix lagotricha), la sachavaca (Tapirus terrestris), el puma (Puma concolor) y el jaguar (Panthera onca). En este grupo también se encuentran especies amenazadas como el jergón (Bothrops andianus), el caimán negro (Melanosuchus niger), la taricaya (Podocnemis unifilis) y el lagarto enano (Paleosuchus trigonatus).
Entre las aves más importantes destacan especies amenazadas como el guacamayo rojo (Ara macao), el guacamayo verde (Ara militaris), el águila arpía (Harpia harpyja), el paujil (Mitu tuberosa) y la pava (Pipile cumanenses). En el caso de flora amenazada se pueden hallar especies como el cedro (Cedrela odorata), la caoba (Swietenia macrophylla), el sano sano (Cyathea caracasana), la sangre de grado (Croton sp.), la lupuna (Ceiba pentandra) y el ficus (Ficus sp.).
La única lupuna de Itahuanía (Madre de Dios), ubicada al borde de la carretera.
Además de ser el hogar de estas especies, la Reserva Comunal Amarakaeri también es la fuente de alimentos y medicina para de los pueblos indígenas de esta parte del país. Este territorio es como una gran despensa que ha sido aprovechada por siglos, siempre de manera sostenible. Sin embargo, en los últimos años han surgido diversas amenazas que ponen en riesgo esta armonía del hombre con la naturaleza.
Asvín Flórez, explica que las mayores amenazas son las actividades extractivas como la minería y tala ilegales, la construcción de vías sin planificación, la agricultura migratoria, las invasiones en general y el narcotráfico.
En el caso de la minería, Walter Quertehuari señala que las mayores actividades se encuentran por el lado que da al distrito de Camanti en Cusco, por la zona de Quincemil, donde los mineros ya han llegado a unos 350 metros del límite de la reserva. Otros sectores son Huepetuhe, Delta I, Delta 4, en Madre de Dios, y en el lado de Kosñipata y Q’eros (Cusco), donde existen petitorios mineros. “Esto atenta no solo contra la reserva sino contra las mismas comunidades”, indica Quertehuari.
En cuanto a las vías no planificadas, el presidente del ECA Amarakaeri se refiere a la construcción de la carretera que va de Shintuya a Boca Manu, un proyecto que al principio no cumplía con los requisitos administrativos y legales, pero luego de un proceso de diálogo con las comunidades y el Gobierno Regional de Madre de Dios llegó a construirse, con el visto bueno del Sernanp.
Izquierda: minería ilegal de oro cerca a Boca Colorado. Derecha: la carretera que va desde Shintuya hasta la orilla frente a Boca Manu.
Hoy la carretera ya muestra un avance importante; sin embargo, Quertehuari señala que aún el proyecto no ha cumplido con diversos compromisos, entre ellos la construcción de un puesto de vigilancia multisectorial. “Ese es un tema que aún está faltando y se debe desarrollar de manera conjunta, así como la señalización, entre otros. En esa mesa también se hablaba de la seguridad jurídica de los territorios, de hacer proyectos productivos para las comunidades, y no se está cumpliendo por ahora”, indica.
Asimismo, menciona que esta vía ha facilitado la migración de diversas personas y en la actualidad se ha reportado la presencia de agricultores “que se están metiendo casi al límite de la reserva, casi por Itahuanía, y más o menos por el sector del puerto Shipetiari. Por ese lado se habla de por lo menos 90 agricultores que están haciendo bastante roce o destrucción de la cobertura de bosques primarios”.
“De alguna forma la carretera ha facilitado esto. La carretera facilita la migración, el establecimiento de nuevos asentamientos, pero más generalmente provoca invasiones. Seguramente aún falta detectar más problemas”, agrega.
La carretera ya llega al frente de Boca Manu, donde se ha observado un incremento en las quemas.
“De alguna forma la carretera ha facilitado esto. La carretera facilita la migración, el establecimiento de nuevos asentamientos, pero más generalmente provoca invasiones. Seguramente aún falta detectar más problemas”.
Unimog en la comunidad nativa Diamante, conocido vehículo por excelencia para sacar madera del bosque.
Finalmente, afirma que no están “en contra de las carreteras, sino buscamos que estas se hagan de manera coordinada. Se sabe que la carretera trae desarrollo pero al mismo tiempo trae invasión y destrucción, además superposición de derechos territoriales. Creemos que hacer una carretera implica primero asegurar proyectos de desarrollo para las comunidades, proyectos productivos y la seguridad jurídica de territorios”.
¿Cómo enfrentan estas amenazas?
La cogestión del área protegida entre el Estado y los pueblos indígenas permite que las acciones de vigilancia y control se den de manera constante y participativa. Walter Quertehuari indica que cada comunidad está comprometida a desarrollar patrullajes y estos forman parte del acuerdo estratégico firmado con el Sernanp.
“Tenemos patrullajes rutinarios y patrullajes especiales en la reserva comunal. Cada comunidad tiene un acuerdo de conservación llamado Acuerdos de Vida Plena, y en ese sentido cada comunidad hace un reporte de al menos dos patrullajes rutinarios en sus territorios comunales de la reserva y participan al menos en cuatro patrullajes especiales en el año”, explica.
“La reserva tiene múltiples problemas y amenazas. En el marco de la cogestión, venimos desarrollando diversas acciones de vigilancia y control que se articulan al Plan Maestro. Por el lado de las comunidades tenemos los planes de vida, que también tiene que ver con el territorio y la seguridad jurídica de los pueblos indígenas”, agrega el presidente del ECA-Amarakaeri.
Otra de las ventajas de trabajar con estos pueblos en la vigilancia del área es el conocimiento que ellos de su propio territorio. Nadie como ellos para transitar por trochas, zonas boscosas o lugares que para muchos serían inaccesibles. Estas habilidades le sirven de mucho al Sernanp y otras instituciones como la Fiscalía al momento de realizar, por ejemplo, los operativos contra delitos ambientales.
Derecha: monitores ambientales de Diamante recorren la carretera y revisan que no ocurran ingresos de invasores.
«La reserva tiene múltiples problemas y amenazas. En el marco de la cogestión, venimos desarrollando diversas acciones de vigilancia y control que se articulan al Plan Maestro».
Importancia cultural
En agosto de 2021, el Ministerio de Cultura (Mincul) se rindió nuevamente ante la riqueza cultural de la Reserva Comunal Amarakaeri: declaró como Patrimonio Cultural de la Nación al “Rostro Harakbut”, un monumento natural de piedra considerado un sitio de peregrinaje para los pueblos indígenas que habitan este territorio desde tiempos inmemoriables. Antes, en enero del mismo año, el Mincul ya había reconocido con la misma categoría a la Casa del Inca, un sitio arqueológico que aún no es investigado en toda su dimensión pero representa una clara evidencia de lo importante que es conservar esta área protegida no solo a nivel de diversidad biológica.
Desde hace siglos, en lo que hoy es el territorio de la reserva, habitaban los harakbut, un pueblo indígena que ahora se distribuye entre Madre de Dios y Cusco. Hasta la década de 1960, esta etnia se mantenía en aislamiento voluntario, pero en la actualidad se ha insertado al resto del país y gracias a ello podemos conocer parte de su sabiduría respecto a plantas medicinales, caza, pesca, adaptación al cambio climático, entre otros temas.
Julián Dariquebe, profesor de Queros Wachiperi y uno de los principales guardianes de su cultura.
Según cuentan las crónicas españolas, los harakbut (que en el idioma del mismo nombre significa “gente” o “humanidad) tuvieron tratos comerciales con los incas. También fueron esclavizados en la época del caucho (décadas de 1920 a 1940) y esta era también marcó una tragedia para el pueblo porque, debido a las enfermedades traídas por los ‘occidentales’, murieron alrededor de 30 mil indígenas de esta etnia. Hoy existen menos de 3 mil personas que se identifican con este pueblo indígena.
En los alrededores de la reserva comunal también habitan los yines y machiguengas. En total son diez comunidades indígenas las que se benefician con los recursos de esta área protegida: 8 pertenecen al pueblo harakbut (Q’eros, Shintuya, Puerto Azul, Boca Ishiriwe, Puerto Luz, Masenawa, San José de Karene y Barranco Chico), 1 es yine (Diamante) y 1 machiguenga. Todas estas aún mantienen sus tradiciones y conocimientos tradicionales, y con su forma de vida están ayudando a conservar esta parte de la Amazonía.
“Mientras exista los pueblos indígenas van a seguir existiendo los bosques, van a seguir existiendo los territorios”, manifiesta Luis Tayori, presidente del Consejo Harakbut, Yine y Matsiguenka (Coharyima), en una entrevista con WWF. El líder explica que esta conexión con el bosque no solo se da porque este provee recursos para vivir sino también porque forma parte de su mundo espiritual, de su cosmovisión.