- Informe de Naciones Unidas advierte que el planeta está camino a sufrir cambios drásticos que impactarán a la humanidad si es que no actuamos ahora.
Un informe de la Universidad de las Naciones Unidas concluye que se avecinan cambios drásticos en el planeta si no se abordan los riesgos que nos aguardan: extinciones aceleradas, agotamiento del agua subterránea, derretimiento de los glaciares de montaña, contaminación espacial, calor insoportable y un futuro sin seguros.
El Informe de Riesgos de Desastres Interconectados 2023, publicado por el Instituto de Medio Ambiente y Seguridad Humana de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-EHS por sus siglas en inglés), señala que diversas actividades están presionando los sistemas que ayudan a la vida del hombre (ecosistemas, sistemas alimentarios, sistemas hídricos, entre otros) y ello puede ser irreversible.
Uno de estos riesgos que estarían asomándose es el agotamiento del agua subterránea. Las reservas subterráneas de agua, denominadas acuíferos, son un recurso esencial de agua dulce en todo el mundo, y suministran agua potable a más de 2 mil millones de personas. Alrededor del 70 % de la extracción del agua subterránea se destina a la agricultura, a menudo porque no se dispone de suficiente agua de fuentes superficiales.
Según el informe, más de la mitad de los principales acuíferos del mundo se están agotando más rápido de lo que pueden reponerse de forma natural. Si la capa freática desciende por debajo del nivel al que pueden acceder los pozos existentes, los agricultores pueden encontrarse de repente sin capacidad de acceso al agua, lo que pone en riesgo a sistemas enteros de producción de alimentos que pueden fracasar.
«A medida que extraemos indiscriminadamente nuestros recursos hídricos, dañamos la naturaleza y la biodiversidad, y contaminamos tanto la Tierra como el espacio, nos acercamos peligrosamente al borde de múltiples puntos de quiebre de riesgo que podrían destruir los propios sistemas de los que depende nuestra vida», afirmó Zita Sebesvari, autora principal del informe y directora adjunta del UNU-EHS.
Por su parte, Jack O’Connor, autor principal y experto senior de UNU-EHS, señaló que «a medida que nos acerquemos a estos puntos de quiebre, empezaremos ya a experimentar los impactos. Una vez cruzados, será difícil volver atrás». Asimismo, indicó que el informe “puede ayudarnos a ver los riesgos que tenemos por delante, las causas que los provocan y los cambios urgentes necesarios para evitarlos».
En el caso del «calor insoportable», según el informe es el cambio climático, inducido por el ser humano, el que está causando un aumento global de las temperaturas, lo que lleva a olas de calor más frecuentes e intensas que en algunas zonas alcanzarán niveles de calor en donde el cuerpo humano ya no podrá sobrevivir.
El informe concluye que las soluciones que se están aplicando en la actualidad tienden a centrarse más en el retraso que en la transformación, aunque resalta que cada vez se hace más hincapié en el cambio transformador para alcanzar los objetivos mundiales de transición hacia un futuro más sostenible. Asimismo, agrega que hace falta más soluciones que cambien las reglas del juego para alejarnos de un futuro en el que se multipliquen los puntos de quiebre de riesgo. Entre las soluciones transformadoras también se resalta el esfuerzo social y personal.
El caso peruano
En este futuro que se avecina, ¿qué le toca a Perú? La experta senior de UNU-EHS, Liliana Narvaez, señala que nuestro país no está fuera de los riesgos que señala el estudio, y podría ser impactado, por ejemplo, por la falta de agua, debido al derretimiento de los glaciares de montaña que en los últimos años se ha acelerado.
“Este punto de quiebre es en general supremamente relevante para los Andes Suramericanos, en donde la dependencia de este recurso hídrico puede alcanzar valores altos, como en el caso de la ciudad peruana de Huaraz, donde diferentes estudios estiman que, dependiendo de la época del año, el agua proveniente de los glaciares puede representar hasta un 53 % del abastecimiento para sus pobladores”, explicó la especialista, en conversación con Actualidad Ambiental.
“Adicionalmente, durante los meses secos, el agua proveniente de los glaciares constituye la única fuente disponible de agua para algunas de las comunidades de montaña, las cuales en muchos casos han sufrido graves consecuencias por el aceleramiento de esta problemática. Es decir, está sucediendo de una manera muy rápida que no permite que las comunidades se adapten adecuadamente”, agregó.
Para Narvaez, la recomendación a los ciudadanos del planeta en general es que “seamos más conscientes de estos puntos de quiebre y lo cerca que estamos de cruzarlos debido a nuestras acciones (o inacciones)”. Asimismo, indicó que todavía existe una oportunidad “para cambiar nuestra mentalidad e implementar soluciones ya sea para adaptarnos o para transformar la realidad en la que vivimos de manera que nos podamos alejar de estos puntos de quiebre”. “El informe incluye diferentes tipos de soluciones a manera de paquetes, es decir, no se trata de una única solución que pueda resolver todos los problemas sino de un conjunto de estrategias y herramientas que nos alejen de esos puntos de quiebre”.
Finalmente, señaló que el informe está dirigido a todos los ciudadanos del mundo, entre ellos los tomadores de decisión, y resaltó que el estudio también será presentado en otras arenas de discusión como la próxima Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP28) que se realizará en Dubái a principios de diciembre.
RESUMEN DE LOS SEIS RIESGOS DESCRITOS EN EL INFORME
Extinciones aceleradas
Las intensas actividades humanas -como el cambio en el uso del suelo, la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación y la introducción de especies exóticas invasoras- han creado un ritmo de extinción de especies al menos entre 10 y 100 veces superior al ritmo natural de la Tierra.
Los ecosistemas se basan en complicadas conexiones entre especies. La extinción de una especie puede repercutir en muchas otras. En este contexto, el punto de quiebre de riesgo se produce cuando un ecosistema pierde especies clave que están fuertemente conectadas entre sí, lo que desencadena la extinción en cascada de especies dependientes y puede acabar provocando el colapso de todo el ecosistema.
Un ejemplo es la tortuga de tierra, que excava madrigueras que utilizan más de 350 especies para reproducirse, alimentarse, protegerse de los depredadores y evitar temperaturas extremas. Una de estas especies es la rana topo oscura, en peligro de extinción. Si la tortuga mediterránea se extingue, como está previsto, la rana topo oscura es una de las especies que probablemente la seguirán. Pero como la rana ayuda a controlar las poblaciones de insectos y prevenir brotes de plagas en los estanques de los bosques de pino de hoja larga, su extinción desencadenaría de nuevo una serie de efectos negativos que podrían llegar a ser imparables.
Agotamiento del agua subterránea
El punto de quiebre de riesgo en este contexto es la pérdida de acceso a los recursos de agua dulce de los depósitos subterráneos conocidos como acuíferos.
Los acuíferos suministran agua potable a más de 2.000 millones de personas, y alrededor del 70 % de las extracciones se destinan a la agricultura. Más de la mitad de los principales acuíferos del mundo se están agotando más rápido de lo que pueden reponerse de forma natural. En este caso, el punto de quiebre se alcanza cuando la capa freática desciende por debajo de un nivel al que pueden acceder los pozos existentes, poniendo en peligro sistemas enteros de producción de alimentos que pueden fracasar.
Algunos países ya han experimentado los efectos. Arabia Saudita era el sexto exportador mundial de trigo a mediados de los noventa, gracias a la extracción a gran escala de aguas subterráneas para el riego, pero los pozos se secaron y la nación tuvo que recurrir a la importación de trigo. India y otros países se acercan actualmente a este punto de quiebre de riesgo, y se espera que las repercusiones globales se extiendan por los sistemas alimentarios, la economía y el medio ambiente del mundo. También se verán afectadas la propia estructura de la sociedad, el bienestar de las generaciones futuras y la capacidad de gestionar las futuras pérdidas agrícolas debidas a la sequía provocada por el cambio climático.
Deshielo de los glaciares de montaña
Los glaciares retroceden cuando la masa de hielo que se formó hace muchos años se derrite más deprisa de lo que es sustituida por nieve. Debido al calentamiento global, los glaciares del mundo se están derritiendo ahora el doble de rápido que en las dos últimas décadas. Entre 2000 y 2019, los glaciares perdieron 267 gigatoneladas de hielo al año, lo que equivale aproximadamente a la masa de 46.500 Grandes Pirámides de Giza en Egipto.
Los glaciares almacenan grandes cantidades de agua dulce. El agua de deshielo de los glaciares y de la nieve abastece de agua potable, de riego, de energía hidroeléctrica y de ecosistemas a regiones enteras. El punto de quiebre de riesgo en este contexto es el «pico de agua», el momento en que un glaciar produce el máximo volumen de escorrentía debido al deshielo. Después de este punto, la disponibilidad de agua dulce disminuirá constantemente.
En muchos glaciares pequeños de Europa central, Canadá occidental y Sudamérica se ha alcanzado el “pico del agua” o se prevé que se alcance en los próximos diez años. En los Andes, donde el “pico de agua” ya fue sobrepasado para muchos glaciares, las comunidades se enfrentan con problemas como acceso a fuentes de agua poco fiables para beber y regar. Por ejemplo, el glaciar peruano Quelccaya, que fue el mayor casquete glaciar tropical del mundo, se ha reducido un 31 % en los últimos 30 años, lo que ha contribuido a la escasez periódica de agua en la estación seca y a sus efectos generalizados.
Se calcula que más de 90 mil glaciares del Himalaya, el Karakorum y el Hindu Kush corren el riesgo de alcanzar el punto de quiebre de riesgo, amenazando a los casi 870 millones de personas que dependen de ellos.
Contaminación espacial
El espacio tiene un problema de contaminación. Esto se debe a que, cuando los satélites dejan de funcionar, quedan en la órbita terrestre como chatarra espacial. De los 34 260 objetos rastreados en órbita hoy en día, solo alrededor del 25 % son satélites en funcionamiento. El resto es chatarra: satélites rotos o etapas de cohetes desechadas. Además, es probable que haya alrededor de 130 millones de piezas de desechos demasiado pequeñas para ser rastreadas, que miden entre 1 mm y 1 cm.
Los desechos espaciales viajan a más de 25 mil kilómetros por hora, por lo que, incluso los más pequeños pedazos, pueden causar daños importantes si colisionan con algo, creando aún más desechos. Por eso otros objetos, como la Estación Espacial Internacional o los satélites, tienen que realizar regularmente maniobras para evitarla. El problema se agrava a medida que se lanzan más y más objetos al espacio y se acumulan los desechos.
El punto de quiebre de riesgo en este contexto es el punto en el que la órbita de la Tierra se llena tanto de desechos que una colisión puede iniciar una reacción en cadena de colisiones. Si eso ocurriera, la órbita podría quedar inutilizable, lo que pondría en peligro nuestra capacidad para operar satélites, por ejemplo, para vigilar el tiempo y los cambios medioambientales, y para recibir alertas tempranas de catástrofes.
De aquí a 2030 podrían ponerse en órbita más de 100 mil nuevas naves espaciales, lo que aumentaría enormemente el riesgo de este punto de quiebre.
Calor insoportable
El cambio climático inducido por ser humano está provocando un aumento global de las temperaturas, lo que se traduce en olas de calor más frecuentes e intensas, y solo se espera que esto se agrave. El calor extremo fue responsable de una media de 500 mil muertes anuales en exceso en las dos últimas décadas, afectando desproporcionadamente a quienes son especialmente vulnerables debido a su edad, condiciones de salud o profesión, por ejemplo. Hay estaciones meteorológicas en el mundo que ya han registrado temperaturas superiores al punto de quiebre al que puede sobrevivir un cuerpo humano. Si se supera este umbral durante más de seis horas, incluso un cuerpo joven y sano sufrirá consecuencias extremas.
En este contexto, el punto de quiebre es una «temperatura de bulbo húmedo» superior a 35 °C. La temperatura de bulbo húmedo es una medida que combina temperatura y humedad, relevante porque una humedad elevada empeora los efectos del calor, ya que dificulta la evaporación del sudor, necesaria para mantener estable la temperatura corporal central y evitar fallos de nuestros órganos y daños cerebrales.
Las temperaturas del bulbo húmedo han superado este umbral crítico en al menos dos estaciones meteorológicas, una en el Golfo Pérsico y otra en la cuenca del río Indo. Las investigaciones indican que, para 2070, partes del sur de Asia y Oriente Próximo superarán regularmente este umbral. En 2100, más del 70 % de la población mundial podría estar expuesta a condiciones climáticas mortales durante al menos 20 días al año.
Un futuro sin seguros
Desde la década de 1970, los daños causados por catástrofes meteorológicas se han multiplicado por siete: solo en 2022 se registraron pérdidas económicas mundiales por valor de 313 mil millones de dólares americanos, y se prevé que las catástrofes graves se dupliquen en todo el mundo de aquí a 2040. Además, se prevé que el número y el tamaño de las zonas de riesgo se amplíen a medida que el cambio climático desplace el alcance de peligros como los incendios forestales y las tormentas a nuevas zonas.
Estos cambios también afectan al sector de los seguros. Allí donde los fenómenos meteorológicos extremos causan cada vez más estragos, las primas de los seguros han subido hasta un 57 % desde 2015, y algunas compañías de seguros de zonas de riesgo han decidido limitar la cantidad o el tipo de daños que pueden cubrir, cancelar pólizas o abandonar el mercado por completo. Por ejemplo, se prevé que más de medio millón de hogares australianos no podrán ser asegurados en 2030, debido principalmente al aumento del riesgo de inundaciones.
El punto de quiebre de riesgo en este contexto se alcanza cuando los seguros dejan de estar disponibles o son inasequibles, dejando a la gente sin una red de seguridad económica cuando se producen catástrofes, lo que abre la puerta a consecuencias socioeconómicas cada vez mayores, sobre todo cuando son los sectores más vulnerables de la población los que no pueden permitirse trasladarse a zonas más seguras.
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