- “Para mí, salvar el bosque de la destrucción era lo importante. Salvándolos tendríamos más agua”.
Escribe: Guillermo Reaño / Grupo Viajeros
Cuando Sarita Cuipal Álvarez recuerda a su hijita, llora. No lo puede evitar. La recia guardaparque nacida y crecida en Aguas Verdes, un centro poblado en la zona de amortiguamiento del Bosque de Protección Alto Mayo (BPAM), el área natural protegida de 182 mil hectáreas, ubicada en las provincias de Moyobamba y Rioja (San Martín), ha tenido que enviar a su pequeña a Lima para ponerla lejos de los problemas que su trabajo suele acarrear, y en estas montañas llenas de verdor y vida natural son múltiples.
Sarita hace cinco años es guardaparque oficial del área protegida que cogestionan, desde 2012, el Estado y la ONG Conservación Internacional (CI-Perú) en virtud de un contrato de administración para asegurar la participación de las poblaciones locales en el manejo de sus recursos naturales y la obtención de mayores beneficios. De hecho, ella y su familia firmaron ese mismo año un Acuerdo de Conservación que les permitió afrontar con éxito los desafíos que impone el cultivo de café a los agricultores de la zona.
En el 2012, la cosecha del producto bandera del Alto Mayo fue nefasta para los caficultores de la región debido a la plaga de la roya, un hongo fitoparásito que destruye principalmente las hojas de los cafetos reduciendo al máximo su producción. Los Cuipal Álvarez, que llegaron al Alto Mayo desde su natal Chachapoyas, huyendo de la sequía que arruinó los cultivos de maíz de sus agricultores, lo volvieron a perder todo.
El cambio climático y la degradación ambiental, en las vecinas regiones de Amazonas y Cajamarca, hace mucho tiempo que vienen causando estragos en la economía y los modos de vida de la gente, la que a partir de la construcción de la carretera Marginal de la Selva empezó a migrar hacia las tierras en apariencia inhabitadas de la cuenca del río Mayo y el resto de la región San Martín. Las tasas de la deforestación en los bosques del Alto Mayo crecieron de manera alarmante y los conflictos por la posesión de las tierras ocupadas fueron generando los problemas que tanto el Estado como las organizaciones que los apoyan en la gestión del área protegida están tratando de solucionar.
Eso lo sabe muy bien Sarita. Sin embargo, muchos de sus vecinos en Aguas Verdes y también en el sector de Nueva Zelandia, donde llegamos para conocer el sendero ecoturístico que conduce a los visitantes hacia la catarata de Urkuchaqui, no han terminado de entender todavía que la ocupación sin control de estos espacios llenos de vida perjudica la salud de sus bosques y la de sus habitantes. “Cuando la roya destruyó nuestras parcelas de café tuvimos que dejarlo todo e irnos a otra parte. Mi madre, mis tíos, mi papá, mi hijita, todos, nos fuimos a Lima a vivir de lo que sea”, cuenta Sarita. Los productores que se quedaron en la zona se vieron obligados a buscar alternativas de subsistencia, por lo general inadecuadas para la salud de los ecosistemas que se cuidan en el bosque de protección.
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“Nosotros no, nosotros entendimos rápidamente que firmar los acuerdos de conservación que nos proponían los técnicos de la ONG que ejecuta el contrato de administración en el BPAM era lo más conveniente”, agrega. Y eso fue lo que hicieron: su familia y ella suscribieron nuevos acuerdos con el Estado, lo que les ha permitido dejar atrás la crisis del café y los malos tiempos para enfrentar el futuro con mejores armas. Son hijos, nos afirma, de los instrumentos de conservación que CI-Perú trajo a la zona en el 2018.
Su madre y el resto de su prole, gracias al apoyo técnico de ECOAN, otra de las instituciones aliadas al Sernanp, han podido construir un biohuerto que los abastece de los productos necesarios para su alimentación, un vivero donde están sembrando arbolitos idóneos para la agroforestería, un orquideario para recibir a los turistas que esperan, y ahora se están dedicando -capacitación de por medio- al acopio y comercialización de pitahaya, uno de los cultivos alternativos al café identificados por las instituciones inmersas en el Contrato de Administración del Bosque de Protección Alto Mayo.
Gracias a una adecuada estrategia de intervención basada en la suscripción de unos acuerdos voluntarios que comprometen a los firmantes a dejar el bosque como lo encontraron, a cambio de recibir el apoyo técnico que necesitan y el apropiado acompañamiento, el Sernanp ha detenido sustancialmente el avance de la deforestación histórica en la región.
Sin embargo, a pesar de los más de 1300 compromisos asumidos por las familias del BPAM, los problemas ambientales siguen amenazando a las poblaciones de San Martín. La crisis del agua es sin duda uno de los más graves. “Ya para ese entonces, el bichito de la conservación lo tenía dentro de mí, así que decidí hacerme guardaparque voluntaria. No me importó la oposición de la ronda campesina ni el qué dirán de mis vecinos. Para mí, salvar el bosque de la destrucción era lo importante. Salvándolos tendríamos más agua”.
Durante un buen tiempo la aguerrida defensora ambiental trabajó sin percibir sueldo alguno en la protección de las coberturas vegetales que proveen el recurso hídrico a más de 200 mil habitantes las dos provincias con mayor población de la región y zonas aledañas. “Así llegó diciembre del 2018, el mes en el que decidí, sin que mi familia lo supiera, postular al concurso convocado para cubrir el puesto de guardaparque oficial del BPAM. El 31, a pocas horas de celebrar el Año Nuevo, me llamaron para informarme que debía presentarme en las oficinas del Sernanp para asumir mis nuevas funciones. Había ganado la plaza”. Sarita no puede ocultar la emoción al recordar ese día y sus ojos se llenan otra vez de lágrimas, esta vez de felicidad.
Este año van a cumplirse cinco años desde que la hija de Aguas Verdes asumió sus labores como guardaparque del Sernanp, y sigue dándolo todo. “Ser guardaparque mujer es un reto enorme, no es fácil, he tenido que aprender muchísimas cosas; ese es y será siempre el reto, mi reto, aprender todos los días algo nuevo”. Y hacerlo sin dejar de soñar con el orquideario que seguramente inaugurará muy pronto para seguir poniendo granitos de arena para que el Bosque de Protección Alto Mayo termine de sanar. Mientras tanto, los días de descanso Sarita los dedica a cuidar el emprendimiento familiar que, gracias al empuje de su madre, se ha convertido en una unidad de producción que les permite a todos mirar con optimismo lo que viene. Qué importa que por razones de seguridad haya tenido que enviar a su única hija a Lima. Total, su retoño y ella saben que el esfuerzo que están haciendo es por el bien de todos, incluidos los que desde el desconocimiento no terminan de entender lo importante que es conservar las áreas naturales protegidas de un país que tan rico en recursos naturales.
Dato:
- El Bosque de Protección Alto Mayo (BPAM) conserva los Bosques de Montaña Lluviosa del Nor Oriente del Perú. Está ubicado en las provincias de Rioja y Moyobamba (San Martin). Fue creado en 1987 y tiene una extensión de 182 mil hectáreas. El BPAM tiene grandes extensiones de bosques primarios y una alta biodiversidad. Asimismo, sus bosques de extrema belleza proveen el agua que consumen más de 200 mil personas.
- El BPAM también es un área muy amenazada, principalmente por la migración de agricultores que talan el bosque para cultivar café y otras actividades no permitidas. La región sigue estando poblada por comunidades awajún que debieron ceder sus espacios de vida a los pobladores que llegaron con las migraciones.
- En el BPAM es posible observar osos andinos, monos choro de cola amarilla, otorongos, venados enanos y una variedad inmensa de aves, muchas de ellas endémicas de la región.
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