Producción
Sociedad Peruana de Derecho Ambiental
Textos y videos
Carmen Contreras
Edición de textos
Joaquín Ortiz R.
Fotos
Musk Nolte
Diseño Web
Otto Alegre
Dirección del Programa de Conservación
Silvana Baldovino
Dirección Unidad de Comunicaciones
Jimmy Carrillo
Proyecto Conservación para la Paz:
Fernando Arévalo, Claudia Benavides, Giselle Huamaní, Rader Rengifo, Martín Vasquez.
Desarrollo Web
Roger Gonzales, Manuel Delgado
Este reportaje ha sido realizado dentro del marco del proyecto de USAID "Conservación para la Paz", implementado por la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental.
Las opiniones aquí expresadas son las del autor (es) y no reflejan necesariamente la opinión de USAID ni del Gobierno de los Estados Unidos.
CONFLICTO EN LA QUEBRADA
A Diamante Azul y San Juan de Ungurahual se llega viajando con deslizador durante cuatro horas por el río Nanay, partiendo desde Iquitos. Entre estas comunidades se encuentra la Quebrada Puñisiqui, una zona rica en recursos que las familias consumen para subsistir. Sin embargo, esto ha originado disputas por el lugar, ya que ambas comunidades necesitan de la quebrada y la reclaman como suya.
En el siguiente especial podrás conocer un poco más sobre la historia de estas comunidades, el origen del conflicto y cómo, a través del diálogo, han logrado acuerdos que ahora pueden ser el ejemplo para casos semejantes.
Puñisiqui conserva árboles resistentes y es el hogar de numerosas especies de aves y peces. Para San Juan de Ungurahual y Diamante Azul, esta zona representa una fuente valiosa de recursos.
La abogada Silvana Baldovino explica por qué algunas diferencias entre comunidades pueden escalar hasta convertirse en un problema mayor.
Las familias en esta pequeña comunidad crecen cuidando sus recursos y pensando en el futuro de las nuevas generaciones. La quebrada de Puñisiqui es una de las zonas que desean conservar para los próximos años.
Esta comunidad es dos veces más grande que San Juan de Ungurahual. Como su reserva de recursos se agota, los habitantes mantienen una búsqueda constante de nuevas zonas en la selva que puedan proveerles de los materiales que necesitan para su subsistencia. Una de esas zonas es la quebrada de Puñisiqui.
Las comunidades de Diamante Azul y San Juan de Ungurahual están a diez minutos de distancia en deslizador por el río Nanay. En tierra la separación la hacen unos palos de madera incrustados en el suelo.
Desde hace varios años estas comunidades disputan la Quebrada de Puñisiqui, territorio que cuenta con los recursos que las familias necesitan para su subsistencia diaria y que ha sido lugar y motivo de enfrentamientos entre ellas.
“Las disputas por discrepancias en los límites de las tierras de las comunidades, sean nativas o campesinas, son muchas y tiene muchísimos años”, indica Silvana Baldovino, directora del programa de Conservación de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA).
Para la comunidad campesina de Diamante Azul, la quebrada representaría un aporte valioso para su economía, la cual está en crecimiento y enfrenta constantes y nuevos retos. En la comunidad nativa de San Juan, por su parte, la extracción de los recursos de Puñisiqui no es indispensable ni necesaria en este momento, pero saben que en el futuro esta quebrada será una fuente para su desarrollo y la mejora de sus condiciones de vida.
Según Silvana Baldovino, algunos de los motivos por los que se originan los conflictos son la falta de información y diálogo entre los actores involucrados, sean comunidades como Diamante Azul o San Juan de Ungurahual, o entre actores diversos. Estos conflictos empiezan a generarse a un nivel local y luego escalan a niveles que luego no se pueden manejar.
Es por ello que “uno de los puntos más importantes del proyecto Conservación para la Paz es trabajar los conflictos desde el nivel local y comunal, es decir, desde el mismo lugar donde estos se presentan. Por ejemplo, contar a nivel comunal con actores que desarrollan al máximo sus capacidades y se convierten en filtros que canalizan la información dando mensajes de una forma clara y correcta a la población, permite buscar soluciones consensuadas donde no se vulneren los derechos de las partes, y donde todos salgan beneficiados de una u otra forma, disminuyendo y desapareciendo el conflicto, ayudando a la población a vivir en armonía”, explica.
“Conservación para la Paz promueve el reconocimiento de actores locales denominados Agentes de Paz, quienes conocen a sus vecinos, hablan diariamente con ellos y entienden los problemas, promoviendo el diálogo entre las comunidades -en este caso Diamante Azul y San Juan de Ungurahual- y buscando un acuerdo que resuelva sus diferencias y les permita vivir en armonía. Esta decisión debe ser respaldada, aceptada y entendida por la comunidad en su conjunto.
Cuando llega el fin de semana, las familias de San Juan de Unguruhal – a 10 minutos de Diamante Azul en deslizador - se reúnen a orillas del río vistiendo camisetas de diferentes colores y cargando pelotas de fútbol y vóley. A lo largo de 100 metros se forman tres canchas con arcos y mesas para el bingo, mientras, algunos niños nadan y pescan en el río como un juego más. Después de largas horas, los adultos terminan en las aguas del Nanay, descansando de sus días escondidos en la selva, donde trabajan con la madera y recolectando frutas para abastecer y alimentar a sus familias. La noche empieza temprano, preparan los mosquiteros y las hamacas en casa, y descansan hasta que llega un nuevo día de trabajo bajo el sol.
Como en todas las comunidades ribereñas de la cuenca del Alto Nanay, el día en Diamante Azul – a cuatro horas de Iquitos en deslizador - comienza a las 4 a.m. junto a un peque peque y una red de pescar, o cargando un machete y unas botas para ir al monte. Durante varias horas, el trabajo se desarrolla bajo las copas de los árboles, en medio de la humedad y el calor de la selva amazónica. Antes del anochecer, los habitantes de esta comunidad campesina se refrescan en las aguas del río Nanay y descansan por largos minutos en los escalones de piedra que se hunden en la arena. Después de la cena, los motores de los generadores de luz se van apagando uno por uno y para las 10 de la noche, Diamante Azul ya está a oscuras y en silencio.